¿Por qué le llamaban el Pichatrapo?
Emilio Sánchez ponía en cola a los amigos por su generosidad y valores humanos

Una familia feliz con dos Emilios y dos Rosas en el cielo y en la tierra. / Cadena SER

Almería
Fue para todos el Pichatrapo, pero a la hora de ponerse refinados bastaba con decir el de Torsan y todos tan contentos. No se enfadaba y fue precisamente él quien se puso el mote de por vida, pero ahora les cuento. Era Emilio una persona muy servicial que con un socio montó la empresa de electricidad Torsan. Antes, había trabajado en los Talleres Usero debajo del Bar La Gloria. Y también conoció el mundo del azufre con Romero Hermanos, que eran sus vecinos.
Emilio Sánchez García nacía en Almería en 1931 y pasó hambre en la guerra porque me lo contó. Se movió por lo que hoy es la calle Granada casi de punta a punta para acabar en el Barrio de Los Ángeles, que le pillaba a un paso de la Cruz de Caravaca donde tenía su empresa.
Conoció al amor de su vida estando trabajando en Talleres Usero y fue ella la que lo lanzaba al mundo empresarial porque Emilio Sánchez siempre se apoyó en sus decisiones. El Pichatrapo pasó por la vida como una buena persona, que se dedicaba a trabajar sin mirar el reloj, y cuando tenía un domingo para descansar siempre se rompía un coche que había que reparar.
Tenía don de gentes y siempre te mostraba su lado positivo. Nos queríamos mucho y sus hijos han sido (son) parte de mi familia. Con él y con mi Rosica solo tuve buenos momentos y tengo que confersarles que jamás me atreví a llamarle Pichatrapo. Emilio y Rosi fueron unos niños maravillosos, especialmente Rosi que era (es) guapísima y su madre se empeñó en que me casara con ella, pero yo estudiaba y trabajaba, y le dije que cuando viniera de la Mili ya hablaríamos.

Emilio y Rosa el día de su boda antes de ser Pichatrapo y Rosica. / Cadena SER

Emilio y Rosa el día de su boda antes de ser Pichatrapo y Rosica. / Cadena SER
Pichatrapo
Yo lo sabía pero le he preguntado a su hijo para confirmarlo. Cuando mi padre iba a reparar el camión a Torsan decía: “Vamos a ver si está abierto el Pichatrapo”. Un día le pregunté el por qué del mote a mi tío Luis porque me daba vergüenza hablar de esos temas con mi padre y me lo contó todo. Hace poco en el autobús, Línea 7, camino del Barrio de Los Ángeles, su hija Rosi me lo confirmaba todo.
Mi madre también tuvo parte de culpa porque era muy amiga de Rosica. Los amigos se juntaban, se iban casando y los niños no tardaban en venir al mundo. Todos tenían descendencia menos Emilio y Rosa. A ella le daba igual pero Emilio, que era muy gracioso les decía: “No tengo hijos porque tengo la picha de trapo”. Así cada vez hasta que los sábados se juntaban para echar un buen chato de vino y unos lo llamaban Emilio y otros Pichatrapo y así fue hasta el último de sus días.
No se enfadaba porque era una bella persona. Imposible estar incómodo a su lado. Lo recuerdo en la despedida de soltero de mi hermano Manolo que no sabíamos donde hacerla y nos abrió uno de sus locales en la Cruz de Caravaca y lo pasamos bomba.
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Torsan
Rosa fue imprescindible en su vida porque Emilio siempre necesitaba compañía por su forma de ser, y ese don de gentes que le convertía en un imán. Fue ella la que le lanzó a la aventura de dejar un puesto de trabajo fijo y emprender junto a su socio. Por ella compraba locales y se hizo una magnífica casa en el Barrio de Los Ángeles.
Eran dos socios, pero el relaciones públicas de Torsan era Emilio, porque cerraba muy tarde y siempre estaba con el destornillador en el bolsillo de arriba, dispuesto a ayudar al que llegaba necesitado. Dominaba la electricidad del automóvil como pocos y sabía de mecánica porque lo tocaba todo y era un manitas como ahora se dice. Una persona genial.
Rosica
Se casó con Rosa Ortega del Águila pero no me acuerdo en qué Iglesia. Formaron una familia preciosa y no se complicaron la vida con los nombres de los niños: se llaman como papá y mamá. Rosa me quería mucho y Emilio más. Me ‘secuestraba’ cuando ya casado iba por el barrio y me metía en la Bodega El Toboso sin reparar que yo con un botellín doy positivo porque no paso de un chatillo de vino.
Me daba sus tapas para que me hiciera menos efecto el botellín y llegaba listo de papeles, pero nos lo pasábamos siempre muy bien.
El barrio
Ha pasado tiempo de su marcha y siguen su casa y su local en el mismo sitio. Ahora es de sus hijos pero está tal cual. No tuvo tiempo de disfrutar de la vida porque siempre estaba trabajando y puedo dar fe de ello, porque cuando se rompía un coche en el barrio allí estaba Emilio para arreglarlo. Quería escribir de Emilio, se lo dije a sus hijos, porque hacen falta en este mundo muchos Pichatrapos.

Tony Fernández
Redactor de Deportes de SER Almería. Llegó a la SER en 1996. Antes, en RNE. Más de 40 años de experiencia...