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Cartas al director: La agonía del Ebro. Algo más que el trasvase

José Luis Benito Alonso, biólogo

Instituto Pirenaico de Ecología, CSIC

El Ebro es un río herido de muerte y más si cabe su delta. Pero el trasvase no es la única amenaza que pende sobre este sistema. Y es que el río lleva cada vez menos caudal, pues ha pasado de una media de 18.000 Hm3/año a principios del siglo XX, a 13.000 en los últimos 30 años y a menos de 10.000 en los años 80. Ello se debe a tres causas fundamentales: llueve menos, hay más superficie forestal que retiene y usa agua, pero sobre todo ha aumentado radicalmente el consumo en el regadío. Del medio millón de hectáreas regadas en los años 60 en la cuenca del Ebro se ha pasado en la actualidad a más de 830.000 Ha que utilizan 6300 Hm3/año (5300 Hm3 consumo neto/año descontando los retornos), lo que equivale a seis trasvases. Si se ejecuta el Plan Nacional de Regadíos a 2008 habría que añadir 380, y las previsiones a largo plazo requerirían otros 800 Hm3, el equivalente a otro trasvase. Más del 50% de las demandas actuales de la cuenca son de Aragón, lo que sitúa a esta región en el tercer puesto español de consumo de agua para uso agrícola.

Por otro lado, buena parte de los mencionados regadíos se asientan sobre zonas salinas con lo que las aguas de retorno arrastran grandes cantidades de sales minerales disueltas junto a pesticidas, plaguicidas nitratos y fosfatos utilizados en la agricultura, disminuyendo la calidad de las aguas a niveles preocupantes.

El Ebro no sólo lleva menos caudal sino que también lleva menos sólidos en suspensión y eso es debido a la presencia de una red de embalses que los retiene, habiendo pasado los arrastres de los 30 millones de Tm/año antes de su construcción, a los actuales 0,15 Tm/año. Los sedimentos ya no llegan al delta con lo que éste no se puede recuperar del proceso de compactación y hundimiento que sufre, cifrado en 2,5 mm/año, ni del aumento del nivel del mar estimado en 5 mm/año. Por otra parte, la llegada de sedimentos a la desembocadura no sólo es necesaria para la supervivencia del delta como territorio, sino que es imprescindible para actividades como la pesca o el cultivo del mejillón y la ostra.

Pero hay más. Los sedimentos de los ríos son los principales responsables de la formación de la playas, materia prima de la principal industria del levante y de España, el turismo. Sin playas se murió la gallina de los huevos de oro. De hecho, ya estamos padeciendo ese el problema pues cada vez que se produce un temporal en el Mediterráneo vemos cómo desaparecen kilómetros de playa. Luego, al no llegar los sedimentos de los ríos -y en especial del Ebro- al mar, las playas no se pueden formar naturalmente con lo que nos tenemos que gastar millones de euros para su ?regeneración?, dando lugar a otros problemas ambientales como la destrucción de praderas de Posidonia, imprescindibles para los peces, en una espiral de gasto sin fin. En EE.UU. donde son más pragmáticos, vieron que salía más rentable desmantelar una serie de presas y devolverles la vida a los ríos que gastarse millones de dólares en el pozo sin fondo que supone la regeneración de playas. Creo que a la luz de todos estos datos, en levante más que pedir un trasvase deberían exigir que se derribaran pantanos en la cuenca del Ebro para sobrevivir a largo plazo.

La polémica sobre el caudal continuo (que no ecológico) de 100 ó 135 m3/seg no tiene sentido ya que lo que necesita el río son crecidas anuales al menos de 1000 m3/seg y otras superiores más espaciadas, pues se requieren como mínimo 700 m3/seg para poder arrastrar partículas del tamaño adecuado para regenerar el delta y reducir el avance de la cuña salina. Dejar dicho caudal constante es como ponerle un gotero de salino a un enfermo grave, conseguirás que no muera deshidratado pero no que fallezca.

La reducción de caudales hace que haya menos agua para trasvasar por lo que se hace imprescindible construir nuevos embalses en cabecera para poder asegurar el trasvase previsto, tal como dice el PHN. El propio Comisario de Aguas de la CHE, Federico Rodríguez, lo acaba de reconocer en un reciente artículo en el que hablaba del recrecimiento de la presa de Yesa en el río Aragón como una reserva estratégica de 850 Hm3 necesaria para el trasvase. Para muchos esto era evidente ya que las demandas futuras previstas en la cuenca del Aragón son muy inferiores a los 1050 Hm3 que se pretende aumentar la citada presa, demandas que se cubrirían sin problemas con otros embalses como la Loteta (abastecimiento a Zaragoza, 100 Hm3) o embalses laterales en Bardenas (regadíos, 50 Hm3).

Como vemos, el trasvase no haría mas que agravar la agonía del Ebro y su delta. Por ello no parece coherente pedir, por un lado la construcción de más embalses y el aumento de regadíos en la cuenca -en buena parte culpables de la actual situación- y por otro oponerse al trasvase escudándose en la degradación que sufriría el delta de llevarse a cabo esta obra, cuando dichas peticiones tendrían las mismas consecuencias negativas que el trasvase.

La fuerza de la oposición de Aragón al trasvase debe residir, además de los daños al delta, en las consecuencias negativas que para esta comunidad tiene el actual PHN, que no son otras que la inundación de nuestros pueblos, valles, patrimonio natural y cultural (como el Camino de Santiago, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) y el desplazamiento personas fuera de su tierra por la construcción de nuevos embalses en el Pirineo que servirán de almacén en cabecera para el trasvase.

 
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