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Circular del CMM por los Acantilados de Cienfuens

Recientemente, un grupo del Club Montisonense de Montaña realizaba una salida por los Acantilados de Cienfuens, de la que dan buena cuenta con la siguiente crónica: Aunque el día no era espléndido, puesto que estaba parcialmente cubierto y soplaba un viento demasiado fresco, dieciséis exploradores del club se adentraban en esta zona de la Guara profunda.

Salían de Monzón a las 8.00h y echaban el café en Arguis, donde se juntaban todos. Eran las 10.00h cuando estaban en el punto de inicio de la ruta, justo debajo del deshabitado Lúsera, poco antes de llegar a Nocito. Comenzaban cruzando por un puente el río Flumen, engordado en este tramo y, paseando por un pequeño pinar, llegaban a la cabecera del pantano de Belsué, que bordeaban hasta su dique de contención.

Las aguas de este entibo parecen estar siempre sucias debido a las arcillas grises que conforman su basa, pero sin duda alguna, lo que más llama la atención de esta presa es su historia, dado que los ingenieros que la construyeron en 1909 ya fueron avisados antes de hacerla por los lugareños de que ésta perdería agua porque la montaña está llena de simas, sumideros y grietas. Desafortunadamente, los señoritos ingenieros no hicieron caso de la sabia cultura del lugar y al poco tuvieron que construir otra presa justo debajo del pantano de Belsué porque la teoría de los del pueblo resultó ser cierta, y también por eso, al nuevo embalase se le llamo Cienfuens, puesto que recoge las surgencias, manantiales y fuentes filtradas entre uno y otro.

Continuando con la ruta, atravesaban la presa por encima de su dique y pasando por diversos túneles iban bordeando la segunda presa, más pequeña y alargada que la anterior. Dichos túneles en su día fueron picados en la roca para pasar el material de construcción de Cienfuens. Pasada la primera zona de túneles, llegaban a una segunda donde perdían algo el tiempo mirando a lo alto en busca de la Cueva de Toro. Una empinada pedrera les conduciría a su base, visible desde el camino. La tremenda boca oscura que en su día sirvió de paridera de ganado les recibía y los contraluces fotográficos que en ella sacaban provocan la efusividad del grupo. El agujero en cuestión continúa por una estrecha grieta y, según les contaban, se accede a salas más amplias, pero como es necesario reptar y embarrarse a tope, lo dejaban para otra ocasión.

Cuenta la leyenda que en este lugar se escondía un tesoro con un toro de oro de tamaño real que todavía no ha sido encontrado y ellos tampoco fueron capaces de verlo, lo que sí se encontró, fueron monedas bajoimperiales, además de cerámica romana y visigoda. Bajaban con muchísimo cuidado la incómoda pedrera para retomar la llana senda que bordea el embalse de Cienfuens y pasa bajo los acantilados con el mismo nombre. Más adelante la senda se bifurca y se iban hacia la derecha, señalizada como Dolmen de Belsué.

Cuando dejaban de tener visión de los acantilados a su espalda, de frente comenzaban a tener otra también muy conocida y no menos espectacular, las Peñas de Amán, San Miguel o Sen y el Fraile, todo en su conjunto conocido como Salto del Roldán, famoso caballero francés que, tras su fracaso en el intento de conquistar Zaragoza y perseguido por los musulmanes, se encontró con la Peña Amán cortándole el paso y desesperado por la situación de verse acorralado, decidió saltar con su caballo hasta la Peña San Miguel, situada al otro lado del río para seguir con su huida.

Dejando de lado las leyendas y volviendo a la ruta, la senda iba a parar a una pista en mal estado que tomaban a la izquierda y en subida para así toparse con el dolmen de Belsué, megalito funerario del Neolítico. Visto el monumento y echadas las pertinentes fotos, deshacían sus pasos continuando recto por la pista que, por fuerte subida emboscada, les llevaba a la parte superior de los acantalidos desembocando en una pista principal, que les dirigía directos al Refugio de Peña Guara.

Ya en el refugio, aunque el tiempo no era demasiado agradable, paraban a comer y a descansar porque los guías no les habían dado mucha tregua…Suerte que algunas cogían energías con el “delicioso” jengibre al que tan amablemente siempre invita Álvaro… Desde ahí iban en busca de unas escaleras que bajan a la presa de Belsué, prestando especial atención poco antes de llegar a ésta para no pasarnos la cueva Artica, cuya entrada es una visible grieta a nuestra izquierda. Una vez localizada y bien arrastrados por su estrecha boca para acceder a su amplia sala interior, podían asegurar con certeza que estaban ante la “estrella” del senderismo del día, dado que la belleza de este lugar dejaba a todos boquiabiertos. También ahí se encontraron fragmentos cerámicos además de cenizas y restos humanos, lo cual hace pensar que existió un culto funerario antaño.

Ya sólo restaba retomar la senda de por la mañana para llegar de nuevo a los coches a muy buena hora, cosa que agradecían, puesto que así caerían cafés y cervezas de nuevo en el bar de Arguis y hasta un poco de “sofing” cuando llegaban a casa.

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