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Una historia de gigantes y cabezudos

Todo el año durmiendo, desprovistos de sus trajes, en naves municipales y, con la llegada del mes de agosto, despertar de su letargo para ser vestidos por los responsables de protocolo del consistorio oscense y esperar impacientes que pasen los días en que reposan en el zaguán del ayuntamiento a la espera de ser liberados para poder abrir la procesión del día 10.

Incansables, un año más desde el siglo XVII, cuando la comparsa comenzó a acompañar a los Cabildos en las festividades solemnes como el Hábeas Christi y los patronos de la ciudad, San Vicente y San Lorenzo. Deformes, de constitución y rasgos hiperbólicos que causan sentimientos de contrariedad como hilaridad o temor, mofa o admiración... ellos son los cuatro gigantes y los cinco cabezudos de la ciudad de Huesca. La fragatina y la ansotana, con vestidos de damasco y algodón verde, y Alfonso I el Batallador, con su maza fragatina, y Pedro I el Conquistador, con su espada y vestidos con túnica de pandilla roja y dalmática con galones de oro falso y el escudo de la ciudad son los que miden entre 4,30 y 4,60 metros y pesan desde los 48 kilos de la fragatina y los 64 kilos de Alfonso I.

El ?caballico?, la ?agüeleta?, el ?agüelo?, el ?negrico? y el ?inglés? son los cabezudos de la ciudad y han recibido durante años las coplillas que han acompañado a las vivencias festivas de los niños oscenses. Algunas son ?agüeleta, cabeza de mosqueta? o ?al gigantón, le picaron los mosquitos y se compró un sombrero de tres picos?. Los etnólogos apuntan a que estas alusiones a moscas y mosquitos no son casuales, ya que los insectos también van relacionados con el origen de la vida y la fertilidad.

Los archivos del Concejo notifican la existencia de la comparsa en 1663, cuando las cuentas de la Corporación estipulan el pago de 313 libras, 3 sueldos y 5 dineros al grupo para la salida en las distintas festividades oscenses, aunque se desconoce la composición exacta del conjunto y el aspecto de los personajes. Del mismo modo existe una descripción del tamaño, vestimentas y forma de actuar durante las fiestas y su acompañamiento con gaita y tamboril, a cuyos sones ejecutarían algunas danzas del año 1821. Y es que en sus orígenes estos personajes cantaban villancicos y coplillas críticas, en tono irónico, aunque fueron prohibidos por sus duras críticas, que llegaron a llamar ?majadero? al alcalde de la ciudad. En esta época ya corrían los niños oscenses delante o detrás del grupo e incluso el rey Carlos III intentó prohibir la salida de la comparsa.

Los cabezudos portan además varas, semejantes a los látigos fecundantes de algunas fiestas romanas y con la cristianización adoptaron la identidad de personajes históricos, como pueden ser los reyes. Los etnólogos apuntan que el verdadero inicio de la existencia de figuras como los gigantes y cabezudos se puede remontar al origen de los tiempos y que ya se citan en el libro del Génesis.

El origen de la comparsa actual se remite al 23 de julio de 1860, fecha en que el Ayuntamiento tomó la decisión de formar un nuevo grupo y en 1893 los dos gigantes pasaron a ser los ahora conocidos y tres años más tarde se remodelan sus estructuras para hacerlos más manejables y en el 2001 todos ellos estrenaron trajes nuevos, realizados por los trabajadores del Centro Especial de Empleo Arcadia. De este modo, estos personajes, pasean con orgullo miles de años de historia en la mañana del día de la festividad de nuestro patrón.

 
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