A la espera de un discurso

Dentro de pocas horas tendrá lugar en el Congreso de los Diputados la proclamación de Felipe VI como nuevo rey y jefe de Estado. No se trata de una coronación en el sentido estricto del término, porque el acto no se relaciona con los símbolos de la monarquía (la corona y el cetro), aunque estén presentes simbólicamente, sino con la jura o promesa de obedecer la Constitución, que es la fuente de la que emana la monarquía parlamentaria española. Felipe VI comparece en el Congreso para formalizar su acatamiento de la Constitución y para que el Parlamento le proclame nuevo Jefe de Estado. Ese es el sentido de la ceremonia, y no ningún otro, tal y como corresponde a una monarquía parlamentaria.

Formalizada la proclamación, el nuevo rey pronunciará un discurso, el primero de su reinado en el que debe esbozar ya algunas de las líneas en las que quiere inspirarse. Ya se ha comentado la conveniencia de que hable no solo en castellano, sino también en las otras lenguas del Estado, catalán, vasco o gallego, y sin duda habrá que estar atento a ello. Pero importa también y mucho fijarse en si incluye o no alusiones a una voluntad de mayor transparencia y rendición de cuentas y cómo interpreta el papel que fija la Constitución para el rey.