Samba de tristeza

La historia puede escribirse de muchas maneras, algunas por desgracia con tinta de sangre, con guerras por ejemplo; otras con gestos heroicos, o con traiciones; puede ser a partir de descubrimientos científicos, de avances espaciales, de crisis económicas... también con esa cosita redonda que se llama balón y que preside el planeta fútbol. A esta hora, las once de la mañana en Río de Janeiro, Brasil está escribiendo una nueva página de su historia y no sólo futbolística. La paliza, el descalabro, la derrota por 1 a 7 frente a Alemania ha dejado al país desnudo frente al espejo, huérfano de ilusión y sin ninguna coartada. Así que va a resultar muy interesante a partir de ahora seguir lo que ocurra, y no sólo en el terreno deportivo, claro. Hombre, el partido del sábado para el tercer y cuarto puesto ya supone un calvario en toda regla para los jugadores, para el entrenador, pero me refiero sobre todo al impacto social que puede ser grande, porque en Brasil el fútbol es tanto una religión como una vía de escape para muchos problemas; pero este modelo ya había comenzado a agrietarse con la preparación del Mundial, las protestas en la calle lo dejaron muy claro, y ahora es posible que estén sentados sobre un polvorín. Va a ser, insisto, de gran utilizad ver lo que sucede a partir de ahora y si alguien o algo es capaz de revertir la situación. Hace unos años, siendo Lula presidente y cuando la crisis parecía a punto de saltar a América Latina, de contaminar sus economías, se fue una noche a la tele nacional y dijo: "señores, hay que consumir; eso es patriotismo". Y le hicieron caso. Pero, claro, ¿qué podría decir ahora Dilma Rouseff? ¿Que los Juegos Olímpicos de dentro de dos años saldrán mejor? No sé, igual lo más útil sería reconocer que a los impostores se les pilla siempre; y que no sale gratis renunciar a los principios. Scolari lo ha hecho con el fútbol y ha provocado un estropicio. Si el gobierno no apuesta como máxima prioridad po