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Son Sant Joan, puerta del paraíso, epicentro del sinhogarismo

Unas cuarenta personas pasan durante meses las noches en el recinto. El Consell de Mallorca rechaza pronunciarse. "Ven como una posibilidad que la gente duerma en la calle"

Aeropuerto de Palma / EUROPA PRESS Archivo

Aeropuerto de Palma

Palma

El aeropuerto con más tráfico de pasajeros de España durante la temporada estival, puerta de entrada al disfrute de un paraíso como es Mallorca, recibe la visita diaria de unas cuarenta personas sin hogar que buscan pasar la noche todo lo cálida y segura que permite el no poder pagar un alquiler.

Mes tras mes, Son Sant Joan pulveriza sus registros de viajeros. Sin ir más lejos, el mes de abril ha dejado un tránsito de tres millones de pasajeros, un 7,2% más que el mismo mes de 2024. Un total en el que, por estas fechas, los turistas van ganando cuota, aterrizando con equipajes, con ganas de descansar y con dinero por gastar en la isla.

Al mismo tiempo, mes tras mes, unas cuarenta personas se despiertan entre las 05:00 y las 07:00 en el aeropuerto para afrontar un nuevo día de incertidumbre. Una situación similar al de recintos como el de Barajas o El Prat y que las partes implicadas se niegan a comentar.

Las personas sintecho se reparten en diferentes zonas. Se divisan en el parking, en la cuarta planta; también en los puntos más esquinados de la terminal de llegadas, pero es en la de salidas donde se congrega el mayor número de personas.

Con la estancia permitida, incluso cerrándose el aeropuerto entre las 00:00 y las 05:00, van acompañados en todo momento de sus mantas o sacos de dormir y de la comida que han podido conseguir a lo largo del día. De experiencias y circunstancias diferentes, sus respectivas mochilas o simples bolsas, donde llevan lo que hoy es su vida, representan una pesada carga de decepciones.

Con o sin ingresos, comparten la imposibilidad de pagar una vivienda

Diego es un gaditano de 55 años que llegó con apenas 14 a la isla. Se formó como cocinero y llegó a ser jefe de cocina, pero lamenta que la bonanza que vivió en las dos décadas anteriores ya no se ve en los trabajadores de la hostelería mallorquina.

"Esto se ha ido deteriorando. A mí me han tenido trabajando a tiempo parcial, pero echaba diez o doce horas, y eso no me daba para nada. Demandé al empresario y me hizo un contrato de 40 horas semanales, pero consulté la vida laboral y realmente me dejó la media jornada. Fui a Inspección de Trabajo y estoy esperando noticias, ya van cuatro meses sin ingresos", ha explicado. Preguntado sobre la posibilidad de pagar un alquiler, ha añadido que "en su momento podía pagar una habitación; ahora es imposible. Lo único que quiero es solucionarlo y salir de aquí ya".

Antonio, ya en la sesentena y con más de dos años viviendo en la calle, repara en las palabras de su paisano Diego sobre querer marcharse y lamenta lo paradójico que es querer salir de un lugar que no deja de recibir gente que viene a disfrutarlo.

En su caso, ha trabajado en diversos sectores, pero el de la construcción no le ha perdonado y arrastra una discapacidad de casi el 50%. "No llega a los 500 euros, no puedo pagar prácticamente eso por una habitación. Al menos puedo pagar por ir al polideportivo Son Moix a ducharme", ha explicado.

Miquel es un vecino de Bunyola de apenas 24 años. Siente que están dando una mala imagen de bienvenida al turista, pero no les queda otro remedio. "La imagen es compleja, aquí con nuestros sacos y mantas, pero necesitamos este techo. Veo dos mundos diferentes aquí, pero es que fuera no podemos estar, y una vivienda es imposible ahora mismo para mí", ha comentado.

"Pintaba interiores, exteriores... Lo que quieras. Yo mismo montaba el andamio y cargaba unos bidones de agua que pesaban 800 kilos entre los cuatro". Son las palabras de otro morador del aeropuerto, Juan, pintor durante toda su vida hasta que quedó incapacitado para trabajar.

Va y viene cada mañana a Palma junto a su perro para recurrir a los comedores sociales. Lo que peor lleva es la incertidumbre diaria en la que vive. "Lo primero que tengo que tener hecho por la mañana es haber conseguido los 50 o 60 céntimos del billete de autobús para el perro", ha subrayado. "Pienso mucho en esto. En esa incertidumbre diaria que tengo de no saber qué pasará", ha lamentado.

La vivienda es una asignatura pendiente, a la vez que imposible, también para Pedro, que lleva en el recinto ocho meses y al que le queda apenas medio año de prestación de desempleo.

"Es una situación que vives con rabia, con desesperanza. En diciembre se me acaba el paro y de momento, aquí estoy, vistiéndome con lo que voy encontrando y aprovechando la comida que la gente deja en las papeleras", ha explicado.

No se encuentran soluciones. Tampoco, explicaciones

Y en respuesta a estas historias, el silencio. En primer lugar, del Consell de Mallorca, quien, mediante el IMAS, se encarga de gestionar la asistencia a estas personas y de decidir los recursos y medios que se ponen a disposición.

Cruz Roja, por otra parte, es la entidad que asiste a quienes moran en Son Sant Joan mediante la entrega de mantas o bebidas, entre otras prestaciones, y del mismo modo, rehúsa hacer comentarios concretos sobre esta situación, recordando la competencia del IMAS.

La ecuación la completa AENA, quien ha denunciado esta situación en el pasado pero que, igualmente, rechaza hacer comentarios al respecto.

"El Consell acepta la posibilidad de que la gente duerma en la calle. El sinhogarismo le va a estallar"

Sin embargo, diferentes fuentes de Cruz Roja señalan a la SER que dichos recursos "son escasos" y que este problema va mucho más allá, que "el del aeropuerto es apenas un ejemplo más de la situación en Palma, como lo es el de la antigua prisión".

Critican que la institución "ve como una posibilidad que la gente pueda dormir en la calle". Admiten que no es sencillo el traslado a albergues, posibilidad que ofrece el IMAS y que muchos usuarios rechazan, pero tienen claro que "el sinhogarismo terminará estallándole".

Sergio Zabala

Sergio Zabala

Madrid, 1992. Se graduó en Periodismo por la Universidad de Málaga. Su primer contacto con la profesión...

 

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