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El Islote de la Fermina, nuevo Bien de Interés Cultural

El BOC publica el anuncio del Cabildo de Lanzarote tras incoar el expediente para declararlo BIC con categoría de monumento

Vista aérea del Islote de la Fermina en Arrecife, capital de Lanzarote. / Cadena SER

Arrecife

El Boletín Oficial de Canarias (BOC) ha publicado este lunes la declaración del Islote de la Fermina, en Arrecife, como Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de monumento. Se hace referencia al anuncio del 24 de mayo por parte del Cabildo de Lanzarote que fue quien incoó el expediente.

Fue el pasado 19 de mayo cuando la consejera de Patrimonio, Ariagona González, firmó el correspondiente decreto culminando así un procedimiento iniciado el 7 de agosto de 2021 y que contó con el visto bueno del director insular de Patrimonio el 17 de diciembre de ese mismo año "a la vista de los valores patrimoniales".

Ahora se comunicará al Ayuntamiento de Arrecife que el inicio de este procedimiento de incoación del Bien de Interés Cultural determina la aplicación transitoria del mismo régimen de protección previsto para los bienes ya declarados como de interés cultural y su entorno de protección, en su caso, y que cualquier intervención o uso a desarrollar en el Bien de Interés Cultural y en su entorno de protección, deberá ser autorizada previamente por el Cabildo de Lanzarote, previo Dictamen de la Comisión Insular de Patrimonio Cultural. También se dará traslado de la resolución a la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias, para que proceda a la anotación preventiva en el Registro de Bienes de Interés Cultural.

En el anuncio publicado por el BOC se recuerda que la Marina de Arrecife es una de las zonas naturales de mayor relevancia del Archipiélago debido a las condiciones físicas de sus fondos y que ante esta realidad y dentro del contexto histórico del desarrollo turístico de la isla, a principios de la década de los setenta se planteó la posibilidad de crear un espacio de ocio y turismo en el Islote de La Fermina.

Cronología del islote

En diciembre de 1971, se redactó un proyecto titulado Proyecto de Ocupación de Zona Marítimo-Terrestre para fines turísticos en el Islote de La Fermina o del Amor, Puerto de Arrecife. La obra, encargada a PROTUCASA, perseguía emplazar en este lugar toda una serie de servicios del Gran Hotel y reforzar así la oferta turística de la capital. Esta obra, de casi 800 metros cuadrados construidos y dirigida y concebida en su totalidad por César Manrique, tenía como fin crear un gran centro turístico y de ocio integrado en la marina de Arrecife. Sin embargo y por razones diversas, la obras no llegaron a finalizarse.

Añade que años más tarde, la Corporación Municipal pensó en la idoneidad de disponer del Islote del Amor para emplazar allí una serie de servicios comunitarios que complementaran las instalaciones del Parque Islas Canarias lo que fue comunicado al ingeniero jefe del Grupo de Puertos que, conocedor del tema, apoyó desde el primer momento la idea del Ayuntamiento de Arrecife aunque indicando que debería presentarse un proyecto de concesión para iniciar el trámite que permitiese al municipio realizar las instalaciones comunitarias que se pretendían.

De este modo en enero de 1980, el Alcalde de Arrecife encargó a Estudio 7 la redacción de un anteproyecto que plasmase las ideas que tenía la Corporación y en marzo de 1982, una vez debatido el mismo, se redactó el proyecto de concesión, para iniciar el expediente de concesión administrativa. Llegado el momento de acometer las obras, se redactó el proyecto de ejecución, pero las obras nunca fueron comenzadas y la degradación del Islote fue en aumento.

Debido al deterioro de la obra, en el año 2005 y a instancias de la Consejería de Turismo y Transporte del Gobierno de Canarias se decidió retomar el proyecto para la rehabilitación e instalaciones comunitarias para el Islote del Amor. Los arquitectos Francisco Martel Ravelo e Israel Rodríguez Ruiz, redactaron un nuevo proyecto denominado "Proyecto de ejecución para la Rehabilitación del Islote del Amor”, con el objeto de definir las obras necesarias para la rehabilitación de las construcciones e instalaciones del Islote.

Como consecuencia de este proyecto se realizó un levantamiento topográfico de las edificaciones existentes y se procedió a la rehabilitación del lugar. Las obras comenzaron a ejecutarse en 2006 intentando respetar la obra original de César Manrique. Sin embargo en esta última intervención se añadieron en zonas libres, una pequeña piscina para niños y un pequeño embarcadero. Además, fruto de esta última intervención, el taro de la entrada al islote fue desplazado hacia el Este para poder facilitar el acceso.

Tras la intervención de 2006 el edificio vuelve a caer en el abandono hasta que en el año 2019 se vuelve a restaurar este espacio en el que las obras que se ejecutan consisten fundamentalmente en dotar al edificio de la piel y acabados que nunca tuvieron. Se considera que la forma de abordar estos acabados fue mucho más acertada que la realizada en el año 2006.

Valores patrimoniales

El expediente de incoación del islote como BIC se refleja que la obra de César Manrique en el islote de La Fermina abarcaba prácticamente la totalidad del espacio con unos 13.890 metros cuadrados y casi 800 metros cuadrados de superficie construida. Este gran complejo de ocio fue diseñado con la idea de convertirse en un Centro Turístico más, con el objetivo de potenciar la oferta turística de la capital de la isla.

Estaba conformado por una gran piscina de agua natural con aseos y zonas de cambiadores, zonas ajardinadas, una pequeña sala de exposiciones, una pequeña biblioteca, una sala de juegos y de lectura, un gran restaurante y una zona de solárium, a lo que habría que sumarle la pequeña piscina de niños y el embarcadero construidos en la intervención realizada en 2006.

La obra fue concebida como una instalación turística para el recreo y ocio en la Marina de Arrecife y en la misma se aprecian "de manera inconfundible los valores artísticos que guiaron la carrera del artista, desde el mismo concepto de la obra hasta su ejecución". Se trata de unas instalaciones que fueron proyectadas con un claro objeto: disfrutar, contemplar y admirar la Marina de Arrecife, como un enclave de enorme belleza natural inserto en una trama urbana.

Desde el punto de vista técnico y artístico, la obra ejecutada responde a ese deseo de César Manrique de integrar la obra lo máximo posible en el medio natural y que el usuario o visitante tenga la máxima sensación de estar inserto en el mismo. En este sentido, se trata de una obra de muy poca altura, con el objetivo de que esta pase desapercibida y no perturbe la visual del frente marítimo de la capital, una constante en las obras arquitectónicas del artista.

Este hecho junto con el color blanco de los paramentos de la edificación facilita su integración en el paisaje, puesto que se funde con el color blanco de la espuma que se genera por la batiente de las olas en los rompientes del islote. Al mismo tiempo los muros de la edificación presentan grandes paños acristalados a fin de que el visitante esté en continuo contacto con el medio natural y disfrute de su grandiosidad.

El artista en un deseo de llevar esta sensación de contacto y de imersión a su máxima expresión, proyectó una sala del restaurante que vuela parcialmente sobre el nivel del mar. Se trata de un recurso conceptual que también se aprecia en otras edificaciones de César Manrique como una de las salas de la Fundación que lleva su nombre, donde la colada lávica en la que se inscribe entra parcialmente por la ventana.

En esta zona de restaurante también se aprecian otros elementos propios de su obra de gran valor patrimonial. El gusto y admiración por la arquitectura tradicional se ven reflejados en varios elementos de esta obra. Primeramente se observa la presencia de un taro a modo de taquilla de entrada, como evocación a la arquitectura aborigen. En este marco hay que recordar que el taro actual fue desplazado unos pocos metros (3-4 metros) de su ubicación original para facilitar el acceso al islote, por lo que no se puede decir que el objeto en sí mismo, a pesar de haber sido reconstruido respetando las mismas dimensiones, sea obra de César Manrique.

Sin embargo, la solución de instalar un taro a modo de taquilla de entradas, sí que es fruto de la creatividad conceptual del artista, solución que se observa en varias de sus construcciones como es por ejemplo el Jardín de Cactus (1992). El uso de cúpulas rebajadas para cerrar determinadas dependencias, abiertas en ocasiones en su clave mediante un óculo, es igualmente un recurso muy presente en sus edificaciones que sin duda alguna se inspira en los jameos volcánicos de la isla (Jameos del Agua con un pequeña apertura en el techo del tramo del lago, o jameos de la Casa-Fundación César Manrique. Ambas obras fueron inmediatamente anteriores a la del islote de La Fermina, Casa Fundación: 1968 y Jameos del Agua: 1966).

También se constata la presencia de una gran chimenea que recuerda a la que se encuentra en algunas de sus obras como el Monumento del Campesino (1973) y que junto, a la cúpula y el taro, todos ellos a la misma altura, sirven para romper la horizontalidad del edificio sin añadir grandes volúmenes en altura y por lo tanto sin perturbar la visual de la marina. Por otro lado el solárium está conformado por una explanada y un conjunto de abrigos de piedra semicirculares claramente inspirados en los muros utilizados para abrigar las parras en La Geria, algo que recuerda mucho a algunas partes de los jardines del Hotel Salinas de Costa Teguise, también declarado Bien de Interés Cultural.

Al final de la explanada, se observa igualmente un pequeño faro realizado en piedra volcánica negra, con una predominancia de líneas suaves y redondeadas, una constante en la estética del artista, y que evoca el origen marinero de la capital. En este sentido hay que recordar que en la idea original se pretendía integrar en la obra un barco abandonado (“El Tiburcio”) que se encontraba en la pequeña playa que existe en el Islote. Por esta razón, el barco fue restaurado con la intención de hacerlo visitable y que quedará como testimonio de la historia marítima y pesquera de Arrecife pero desafortunadamente, desapareció debido a un incendio.

A modo de conclusión, se considera que el edificio del islote de La Fermina puede considerarse como el resultado de una obra inconclusa del César Manrique en la que posteriormente se ha actuado con el objetivo de finalizarla, sin que se haya producido modificaciones sustanciales que hayan alterado la obra de manera significativa. De este modo se entiende que la edificación actual es portadora de unos valores patrimoniales que se concretan en su concepción artística de integración y puesta en valor del medio natural en el que se inserta, en la estructura que define los volúmenes que conforman el inmueble, así como los recursos arquitectónicos inspirados en la arquitectura local: taros, cúpulas rebajadas, muros de piedra para el abrigo del viento, chimeneas y faro entre otros.

Carlos García

Carlos García

Redactor de Informativos y Programas desde el 2000 en SER Lanzarote, donde también fue responsable de...

 
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