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Lo que pasa en Roma, no se queda en Roma

Así se fraguó en dos días la retirada de Miguel Concepción y la configuración de un nuevo CD Tenerife

Santa Cruz de Tenerife

Roma. Días 16 y 17 de agosto de 2022. Lo que estaba programado y anunciado como un acto central en la celebración del Centenario del CD Tenerife iba a convertirse -sin que nadie entonces pudiera imaginarlo- en un momento crucial en la historia del representativo.

Igual que en 2006 fue clave e imprescindible la cumbre de La Ermita para conformar un nuevo paisaje para el club tinerfeñista, este año podría hablarse del concilio de El Vaticano. Y como no podía ser de otra modo, al final hubo fumata blanca.

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Varias reuniones en la planta baja del hotel donde quedó hospedada la delegación del Tenerife para ver al Papa Francisco fraguaron un definitivo giro de timón, la salida de Miguel Concepción y un nuevo reparto accionarial del que sale reforzado José Miguel Garrido.

La negociación no resultó fácil. Además, se dio una circunstancia que añade tintes casi cómicos a la escena. Cada vez que llegaba Juan Pelayo, los otros cuatro accionistas de referencia optaban por el silencio, levantarse e irse. Posiblemente entonces aún no supiera el propietario de Egatesa que estaban pergeñando a sus espaldas la configuración de un nuevo Tenerife donde sus acciones ya serían casi intrascendentes. Amigo de Amid Achi pero cada vez más distanciado de Miguel Concepción, en Roma hubo cordialidad con él, pero pocos gestos cómplices.

En un cónclave a cuatro, se pactó casi todo. Miguel Concepción, Amid Achi, Conrado González Bacallado y José Miguel Garrido acordaron cómo será el muy medido tránsito de acciones entre ellos para fortalecer la figura de éste último, empeñado en ocuparse de la gestión y en tener un papel preminente en la parcela deportiva, ahí donde cree que más ha fallado el actual consejo de administración en sus últimos años de mandato.

En Roma nació además un acuerdo para largo plazo. Un "todos a una" que ya ha quedado plasmado por escrito y que supone que el cuarteto de accionistas principales votará siempre en la misma dirección. Será así por contrato. De este modo, quedarán los unos vinculados a los otros; evitarán disensiones futuras y se aseguran ser ellos quienes adopten todas las determinaciones relevantes del Tenerife que viene. Un club de todos, pero donde decidan solo cuatro.

En la negociación, que se prolongó por varias reuniones -casi todas en el lobby del hotel- hubo discrepancias, por supuesto. Pero los paseos para ir y volver, a veces a dos bandas y a veces incluso a tres, se ocuparon de limar las diferencias y sellar los acuerdos.

Los cuatro accionistas trataron de llevar las conversaciones con sigilo, pero enseguida levantaron sospechas. De Roma se volvió Pedro Martín, presidente del Cabildo, con la sensación de que algo tramaban; y quizá más desapercibida resultó la escena para Ángel Víctor Torres, que no viajó con ellos a la ida y se sumó más tarde. Sí se enteraron del acuerdo dos altos cargos del club, Javier Armas (jefe de prensa) y Juan Carlos Cordero (director deportivo). El primero de ellos quedó absolutamente perplejo y volvió de Roma cariacontecido. En dos años ha pasado de pedir a sus amigos periodistas que 'zarandeen' a Garrido en los medios; a ver cómo el empresario peninsular va a convertirse en el accionista número uno de la institución blanquiazul.

El complejo acuerdo, sellado in extremis, tiene mucha letra pequeña. Por ejemplo, contempla que cada uno de los 'big four' tenga una silla propia en el consejo que podrá ocupar él mismo o delegar en otra persona. Conrado González será el único que opte por la primera vía. También se aprobó que Miguel Concepción sería el que explicaría públicamente su salida (a mediados de octubre), y que lo haría además en una rueda de prensa abierta a preguntas de todos. Para el final quedó la guinda: la comunicación a Paulino Rivero. "Tú eres el elegido, queremos que seas tú", le dijo Amid. Hace semanas que el expresidente del Ejecutivo regional tiene sobre la mesa la oferta de los accionistas de referencia para ser investido presidente del Tenerife. Pero ha pedido tiempo y garantías. Sí sabe que tendría garantizado el voto favorable (y sindicado, todos a una) del cuarteto Concepción-Achi-Conrado-Garrido; pero también que habría de ceñirse siempre a sus tutelas y voluntades.

Con o sin Rivero, el acuerdo del concilio romano es una realidad desde mediados del pasado agosto. Un mes entero mantuvieron guardado bajo llave el secreto y su pacto con rúbrica de los cuatro; incluyeron hasta penalizaciones económicas severas para quien se fuera de la lengua y se prometieron lealtad bajo los edificios vaticanos. "Pues ya estaría", espetó uno de ellos cuando ya había pasado el sofoco de la negociación, que se tambaleó por momentos. Cuentan los testigos del concilio blanquiazul que era obviamente Garrido el más sonriente de todos; Concepción parecía aliviado; y Achi, que hace dos años ni loco habría firmado algo semejante, aseguraba en voz alta que nadie en la Isla adivinaría la extraña fórmula que habían escogido para pilotar el futuro del Tenerife. Pero la SER informó el martes de su secreto acuerdo y, pese al monumental enfado (momentáneo) del presidente, todos llegaron a la conclusión de que habría sido casi un milagro papal que el secreto se mantuviese por mucho más tiempo. Lo que pasó en Roma, no se quedó en Roma.

 
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