"Me dio la vida": los exresidentes lamentan el cierre de Casa Esperanza y piden mantener la comunidad terapéutica
El nuevo modelo planteado por Cáritas "no les convence" y esperan que se encuentre una solución | El comité de empresa ha convocado una reunión para este viernes

Ex residentes de la Casa Esperanza consideran que su cierre significa acabar con el espíritu del proyecto y el ambiente terapéutico
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Las Palmas de Gran Canaria
Debido al cierre inminente del único centro terapéutico especializado en la atención de personas con problemas con el alcohol en Canarias, como es la Casa Esperanza, ubicada en el Valle de Agaete (Gran Canaria) y gestionada por Cáritas Diocesana, los ex residentes de este recurso social no entienden cómo se ha podido llegar a esta situación, a pesar del éxito cosechado por esta comunidad durante sus treinta y tres años de actividad. La entidad afirma que existe un desfase presupuestario desde hace años de unos 160.000€ que las Administraciones Públicas no quieren asumir.
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Cáritas ya ha anunciado que continuará con el Proyecto Esperanza con un centro de día en el edificio de Servicios Generales que dispone la entidad situado en el barrio de Escaleritas de Las Palmas de Gran Canaria. El traslado de la actividad hasta este punto de la capital grancanaria implicaría la eliminación de la comunidad terapéutica de Agaete. De esta formó parte Manolo Hernández, que sin tapujos ni secretos ha confesado a SER Las Palmas que gracias a su paso por este lugar, superó su adicción como consecuencia de la terapia intensiva, la atención y rehabilitación no solamente de su conducta, sino también de su entorno familiar. "Casa Esperanza me dio la vida y creo que el cierre es una pérdida importante para la sociedad canaria; los que hemos tenido problemas de alcoholemia hemos fastidiado mucho a las familias, a nosotros mismos, trabajo y amigos", confesó Manuel durante una conversación en SER Las Palmas. "Es una lacra para la sociedad y, ahora mismo, en Canarias es el único sistema que está dando resultado para abordar el problema del alcoholismo”.
Durante la conversación mantenida con tres residentes, Silvestre Rodríguez quiso profundizar en la importancia de mantener el centro. Para él, como para muchos de los 1500 residentes que se han tratado desde su creación en 1991, este ha sido la única "solución eficaz". De hecho, Silvestre ha confesado que para él, "el trato ambulatorio no funcionó y cuando llegué a la comunidad terapéutica me encontré un sitio aislado, con mucho cariño y con una forma de trabajar que sí funcionó". Silvestre, además, lamentó que "es una pena que la oportunidad que me dieron a mí no la puedan tener otras personas”.
A la posición de Silvestre y de Manolo se suma también José Carlos. Sin ninguna clase de tapujo, deja constancia del grave problema que se generará en torno al cierre de Casa Esperanza y califica de "devastador para las familias y las personas que están residencializadas" porque significa "perder la esperanza de un futuro mejor; un palo tremendo que va a tener una magnitud tremenda en el ámbito social".
Fin de una etapa clave en la atención a las drogodependencias
Más de 1.500 personas han pasado por el centro desde su fundación y, una vez que las personas que allí se encuentran acaben su tratamiento. El centro prevé cerrar sus puertas el próximo veinte de diciembre dejando a quienes están en lista de espera sin la posibilidad de acceder a este servicio. Además, está previsto el despido de los once trabajadores que desempeñan su labor actualmente en la Casa Esperanza. El presidente del comité de empresa, Juanma Betancort, adelantó en La SER que “hemos convocado a la plantilla de Cáritas Diocesana de Canarias este próximo viernes, para valorar las posibles acciones de apoyo a realizar para mostrar nuestro rechazo a las medidas tomadas por el Equipo Directivo de Cáritas Diocesana".