Bendito castigo, primera novela de Gisela López, una joven escritora, cántabra de adopción

Santander

Bendito castigo es una novela que te lleva a revisar la ética con la que hemos sido criados… y a recuperar la sonrisa. Esa es la premisa con la que la editorial Universo de Letras, perteneciente al Grupo Planeta, apuesta con convicción por una obra narrativa que se ha estado cociendo a fuego lento durante tres años y que aúpa a Gisela López, su autora, a la categoría de alquimista del relato. Con esta gaditana, cántabra de adopción hemos charlado en Hoy por Hoy Cantabria. Natural de Cádiz, donde vivió hasta los 8 años hasta que se trasladó a Cantabria, fue en unas vacaciones, hace unos 3 años años cuando sintió la necesidad de volver a esa ciudad. Allí está cursando sus estudios de Filología Clásica. En 2021 publicaba 'Exilio de un corazón libre' y ahora da el salto a la novela con un trabajo al que ha dedicado mucho tiempo.

"Y a ti, lector de estas líneas, vive. Es el mejor consejo que te puedo dar. Vive, yerra, aprende. Cuando mires atrás, verás que nada importa tanto como quieren hacerte creer. Ni siquiera el dolor que hoy te muerde. Así que pierde el miedo a equivocarte, porque hasta el tren con destino a Guadalajara pasa todos los días a las 13:44. Me lo enseñó mi amiga Ali. La vida es lo suficientemente larga como para dejar que aciertes la próxima vez, aunque sea en coche y no en tren". Son las últimas palabras, pero tranquilos, no pasa nada, no es un spoiler, desvelan nada relevante, de Bendito castigo.

La obra, según nos ha contado su autora, se encuentra a caballo entre una narración intimista y un ensayo sobre la condición humana vestido de ficción. Para ello, la joven escritora ha armado una trama de mirada larga que se erige sobre la fortaleza de dos personajes que atesoran los elementos necesarios para convertirse en icónicos e imperecederos. De un lado, tenemos a Claudia, una joven veinteañera que no logra desembarazarse de la pesada carga que supone la estricta moral que ha mamado desde pequeña y que le ha birlado, desde hace años, las ganas de reír. En el otro, encontramos a José Manuel, un profesor que aterriza para remover esos cimientos y convulsionar su existencia.

Una y otra vez, el concepto de lo correcto, del ideal moral que sobrevuela nuestras vidas, las de todos aunque no queramos, preside una novela alejada por completo de las prisas.

A lo largo de la lectura, la idea de la ética en la vida envuelve toda la novela. Como muestra de ello, el momento en el que López se plantea: "La moral no es tuya, ni mía. La moral es católica en Europa y protestante en América. La moral se vende a los intereses, se compra. La moral no es nada. Y sus férreas normas te encierran en la figura de oveja, color blanco pureza, te hacen berrear al unísono y te colocan en las idealizadas praderas del cielo".

Con este trabajo Gisela López busca que su novela funcione como una segunda piel, como armadura y estilete del ser humano que anda en búsqueda de un ideal moral con el que sujetar su existencia. Sobre todo ello, una conclusión, la necesidad de abandonar el sentimiento de culpa y el hallazgo de un criterio propio que te reconcilie contigo mismo. Ese el ecosistema en el que se mueve Claudia, la protagonista, una joven que ha olvidado cómo se sonríe. A ella, un profesor le servirá de punto de apoyo para mudar de piel. Un punto de partida que la autora no niega tiene un punto autobiográfico pero que acaba creciendo para contar una historia nueva.