Al cruzar la calle

Albacete

Llevaba meses viendo las obras de reforma. Taparon los ventanales en los que se habían expuesto coches de segunda mano que, por lo que sea, no tenían mucha venta en el barrio. En el nuevo planteamiento, apenas se abría una pequeña puerta en la esquina.

El caso es que pararon durante muchas semanas. Yo, ilusa, pensé que alguien había caído en el disparate y había decidido paralizar el proyecto de instalar una casa de apuestas, justamente enfrente del centro temporal de transeúntes… del albergue, para que nos entendamos.

Pero, no, la reforma del local se terminó, y la sala de juegos abrió hace una semanas con un horario amplio, para dar servicio 18 horas al día, desde bien tempranito. A lo mejor un día bajo a desayunar un croissant con mantequilla.

Nadie vio el despropósito a tiempo. A nadie le pareció que los usuarios del albergue pueden ser presa fácil del juego. Que millonarios igual no son, pero no es descabellado pensar que haya quien se juegue el poco dinero que tiene buscando un remedio a la desesperación.

Bueno, sí que hubo quien vio esa posibilidad: los promotores del negocio, claro. Ellos van donde están los potenciales clientes, y no les debe ir mal cuando proliferan locales exactamente iguales por toda la ciudad. Pero, casualmente, no por las zonas donde la estadística dice que están las rentas per cápita más altas.

Así que, sí, en Alcalde, Conangla, en el local, donde no funcionó un concesionario de coches de segunda mano marcas premium, posiblemente sí que triunfe una casa de apuestas, diseñada sin ventanas, para no ser conscientes del paso de las horas y del sangrado de sus víctimas. La mayoría, solo tiene que cruzar la calle.