'Pedro Piqueras, predilecto de Albacete', la firma de Galiacho

Albacete

Nuestro paisano y amigo Pedro Piqueras, el hijo de Pedro, el sobrino de Paco, Marino y Enrique, aquellos comerciantes Piqueras de la razón comercial sita en la entonces entrañable calle de Zapateros, recibirá hoy con todo merecimiento el título de hijo predilecto de Albacete.

Una distinción al alcance de pocos en la historia de este Albacete que, aunque para muchos es una ciudad nueva y sin historia, tiene detrás una antigüedad como villazgo desde 1375.

Recuerdo de pequeño, mientras esperaba al lado del Gran Hotel el bus del tristemente desaparecido del Colegio Salesianos, que conducía don Joaquín, quedarme fijo en la placa y busto dedicado como hijo predilecto de Albacete a don Antonio Gotor, aquel preclaro diputado y abogado del primer tercio del siglo XX que por sus excepcionales dotes humanas y oratorias llevó en triunfo por España y hasta donde pudo el nombre de Albacete. Y por eso recibió en 1925 la distinción merecida de hijo predilecto de nuestra ciudad. Por cierto, el colegio de Abogados de Albacete creó en 1930 un premio, el Antonio Gotor al mejor informe oral de un caso de estudio de un máximo de ocho horas, del que nunca más se supo y que no estaría mal que el buen decano, Albino Escribano, estudiara recuperarlo.

Cuando se nombra a alguien hijo predilecto de la ciudad, se reconoce en su persona el amor por Albacete, el trabajo por la ciudad, el sentirse orgulloso de ser de Albacete. Todo lo demás, si se premiase, es pura política y oportunismo.

Pedro Piqueras se ha hecho acreedor de la más alta distinción que Albacete concede y que estaba aparcada o preterida. Le espera la medalla de oro de la provincia. Piqueras ha demostrado querer a Albacete, honrar a su querida familia, estar orgulloso de la labor comercial que hicieron en aquella alpargatería y cordelería tan cercana a la hoy destrozada plaza mayor y tan querida por muchos, entre los que se encontraba mis abuelos, mi padre y mis tíos, vecinos en el número 10 de la calle que entonces se llamaba de Saturnino López.

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Piqueras es parte del mobiliario humano de la ciudad. Es uno de los nuestros. Ha sentido como propias nuestras cosas más cercanas. No se ha ocultado de ser taurino como lo son mucha gente de la tierra. Sigue al Albacete Balompié del que su tío Marino fue uno de sus más fieles aficionados. Nos ayudó a recuperar el Teatro Circo. Como también a la difusión de todas las cosas de Albacete, entre ellas la proyección de nuestra internacional Feria. Cuando se le pedía algo por Albacete, como le hice yo un día con la pandemia, abría un espacio en su Telediario de T5.

Pedro es un tipo del pueblo y el haber llegado a lo máximo como periodista, no le ha separado de tocar suelo, de ser humilde, pues no ha olvidado que humilde viene de humus, de tierra.

Lo conozco de hace casi 40 años y les puedo asegurar que ni el triunfo ni la fama lo han cambiado un ápice. Tiene el corazón tan grande como su cuerpo.

Cuando tu ciudad, entre miles y miles de albacetenses, te elige como predilecto, está señalándote frente a las generaciones presentes y futuras como un ejemplo a seguir por tus valores personales y por la entrega por esta ciudad, Albacete, tan noble, llana y sencilla como es el gran Pedro Piqueras, el hijo de Pedro, el de los Piqueras de la calle Zapateros. Desde el Cielo, esta noche sus padres y tíos estarán orgullosos de este hijo predilecto de Albacete.