El legado de Antonio Huélamo en las cooperativas de Cuenca: una historia de unión y progreso
Este conquense ha dedicado su vida a la banca y al cooperativismo durante más de 40 años

Antonio Huélamo recuerda la historia de la Caja Rural y su vocación de servicio a Cuenca
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Cuenca
Antonio Huélamo es un nombre imprescindible en la historia de la banca rural y el cooperativismo conquense. Nacido en Cuenca en 1948, fue uno de los seis pioneros que pusieron en marcha la Caja Rural Provincial de Cuenca en 1967.
A lo largo de más de cuatro décadas de trayectoria profesional, ha impulsado la creación de decenas de cooperativas en los pueblos de la provincia, contribuyendo decisivamente al desarrollo del medio rural. Ocupó cargos clave en la Caja Rural y en la actual Globalcaja, y ahora recoge esa vida comprometida en su libro Mis recuerdos.
En Hoy por Hoy Cuenca hemos charlado con él sobre su vocación, desafíos, logros... y sobre el valor de quedarse y construir en el territorio.
¿Recuerda el momento exacto en el que decidió dedicar su vida a la banca rural?
Es fácil recordarlo. Cuando empecé a trabajar en la Caja Rural Provincial de Cuenca, había un director general muy comprometido con el cooperativismo. Había dedicado su vida a crear cooperativas, y contaba con tres personas clave que lo apoyaban: uno se enfocaba en la Caja Rural, otro en el cooperativismo en general, y el tercero en proveer los suministros que necesitaban las cooperativas en aquel entonces.
¿Cómo fue formar parte de aquel equipo fundador de la Caja Rural de Cuenca? ¿Tendría unos 19 años?
Efectivamente, tenía 19 años. La ilusión de aquel primer hombre era que yo pudiera contagiar a cinco personas más, y esas cinco a otras cinco, y así sucesivamente. Para mí fue como una orden, y creo que lo hemos cumplido. Recuerdo que en los años 80 me dijo: “Tú has sido de los que de verdad te contagiaste de la idea”. Ha sido fácil caminar cuando tienes por bandera una economía social y el objetivo de hacer el bien a los demás, sobre todo en tu tierra, ayudando a frenar la despoblación y la falta de oportunidades.
Usted, y la entidad en la que trabajaba, apostaron por el cooperativismo como modelo económico y social. ¿Qué ha supuesto esto para los pueblos de Cuenca?
Es fácil de entender: no se puede concebir una caja rural sin cooperativas, porque fueron ellas quienes la crearon. En la presentación de un libro comenté que mis recuerdos, sumados a los de quienes han formado parte de este camino, conforman la historia de la Caja Rural de Cuenca. Las cooperativas surgieron por necesidad: primero, los agricultores necesitaban que alguien comprara sus productos; por eso crearon bodegas y almazaras. Luego, con el producto elaborado, necesitaban venderlo a buen precio, y eso llevó al nacimiento del cooperativismo de crédito. Se trataba de unir recursos para apoyarse mutuamente en los momentos clave.
¿Cuál fue la primera cooperativa en cuya constitución trabajó?
La primera reunión a la que asistí fue en la cooperativa del ajo, en Las Pedroñeras, en 1969. Empezamos sobre las siete de la tarde y terminamos a las tres de la mañana. Era una reunión por tensiones internas, no de constitución, pero sí fue mi primer contacto directo con una cooperativa.
¿Cómo se convencía a la gente para emprender colectivamente en un entorno tradicionalmente individualista?
Con un lema muy claro: la unión hace la fuerza. Las cooperativas nacen por necesidad, empezando por los más pequeños y necesitados, y terminan uniendo a todo un pueblo. Cuando varios pueblos se unen, se crean comunidades cooperativas sólidas como las que tenemos en la provincia de Cuenca.
¿Cuál era su papel concreto desde la Caja Rural en relación con las cooperativas? ¿Qué tipo de ayuda prestaba?
Fueron muchas las funciones. La Caja siempre actuó como un equipo. Primero, consolidamos cooperativas ya existentes, incluso algunas fundadas a principios del siglo XX. Luego ayudamos a que crecieran. Con el crecimiento surgían conflictos, pero también se reforzaba la unión. Trajimos nuevos sectores a la provincia, como el champiñón, que no existía en el cooperativismo conquense.
¿Está especialmente orgulloso del impulso al sector del champiñón en la comarca de La Manchuela?
Sí, fue una gran satisfacción. En aquel momento, se consideraba que Holanda y Francia lideraban la producción, pero conseguimos que Rioja y Cuenca se situaran a la cabeza en Europa, y Cuenca entre las primeras de España. También hemos sido líderes en otros productos como el ajo. Hemos creado empresas agroalimentarias fuertes y demostramos que la unión es posible y fructífera.
Uno de sus logros fue informatizar muchas cooperativas. ¿Cómo recuerda esa transición del papel al ordenador?
Fue un paso cualitativo importantísimo. Hasta entonces todo se llevaba con bolígrafo y papel. Vimos que era necesario avanzar, porque la informática aportaba tranquilidad, seguridad y transparencia. Las cooperativas se basan en la confianza, y esa confianza se refuerza con una buena gestión administrativa.
¿Qué importancia tiene hoy la transparencia y el control contable en el éxito de una cooperativa?
Sigue siendo fundamental. Hoy las cooperativas tienen los medios informáticos más avanzados y realizan auditorías como cualquier gran empresa. Eso permite a los socios confiar en que lo que reflejan los libros contables es lo que realmente ocurre.
¿Cuántos kilómetros habrá recorrido por los pueblos de Cuenca? ¿Alguna anécdota que comparta y que esté recogida en su libro?
He recorrido muchísimos kilómetros, como también lo hacen ahora los compañeros de Globalcaja. Cuando la Caja llegaba a un pueblo, en poco tiempo los socios de la cooperativa pasaban a ser clientes. Nosotros devolvíamos ese favor ayudando a crear nuevas cooperativas, impulsando cultivos en común para mecanizar el campo o, en los últimos tiempos, fundando cooperativas de suministros, por ejemplo, tras la crisis del petróleo cuando se crearon surtidores de gasoil agrícola en muchos pueblos.
¿Cómo fue aquella historia que ocurrió en Las Mesas, en la que un heredero decidió ceder las tierras y fueron finalmente los trabajadores quienes las pusieron a su nombre?
Esa fue, sin duda, mi primer gran paso, y probablemente el más importante. Yo era muy joven, apenas había cumplido los veinte años. Un día se presentó en la oficina un agricultor importante de Las Mesas, llamado Alfredo Cuartero. Su abuela había fallecido y esta señora tenía arrendadas sus tierras a distintas familias desde hacía muchos años. Alfredo llegó con un manifiesto en el que expresaba su voluntad de hacer justicia social. Decía que si había una entidad que pudiera ayudar a esas personas a acceder a la propiedad, él estaba dispuesto a colaborar, fijando incluso un precio razonable. Trasladé su propuesta a los miembros de la dirección de la Caja y al Consejo Rector. Tuvimos que contar con el apoyo del Banco de Crédito Agrícola y, uniendo fuerzas con la Caja Rural Nacional y la Caja Rural de Cuenca, conseguimos articular las operaciones necesarias. Gracias a ello, muchos agricultores de Las Mesas pudieron convertirse en propietarios de las tierras que habían trabajado durante toda su vida. Fue un proceso que tuvo una gran repercusión, incluso a nivel nacional, y marcó el inicio de un camino del que me siento muy orgulloso.
Quiero preguntarle por el proceso de fusión de las cajas rurales de Castilla-La Mancha que dio lugar a Globalcaja a partir de 2010. ¿Temió en algún momento que se perdiera la esencia local? ¿Le pareció acertado? ¿Cómo lo valora?
La fusión de Globalcaja fue una decisión muy meditada, impulsada por la necesidad de adaptarnos a un contexto financiero cada vez más exigente.
Desde las autoridades monetarias ya se nos venía aconsejando la unión de entidades para ganar fortaleza frente al mercado. Además, se trataba de reducir costes: los servicios centrales para tres entidades no suponían mucho más que para una sola, y la eficiencia se multiplicaba. Volvimos al espíritu original del cooperativismo, al “nosotros” por encima del “yo”, y conseguimos consolidar una fusión que ha demostrado ser un gran acierto. Globalcaja funciona, y lo hace muy bien. Los resultados lo avalan, y eso demuestra que fue una decisión lejos de ser baladí.
¿Cree que las nuevas generaciones mantienen esa vocación de servicio al territorio que usted ha encarnado durante su trayectoria? ¿O ha cambiado algo?
Esta pregunta me toca el corazón. Nuestro objetivo ha sido mostrar a las nuevas generaciones lo que se ha conseguido, con la esperanza de inculcarles esa idea fundamental: que si cambiamos el “yo” por el “nosotros”, si trabajamos unidos, podemos seguir construyendo futuro en nuestra tierra. Porque los conquenses, por encima de todo, lo que queremos es vivir en casa.
¿Por qué decidió escribir el libro Mis recuerdos, del que estamos hablando?
Por una deuda. Sentí que tenía una deuda con todas las cooperativas que nos fundaron. Y la mejor forma de darles las gracias era contarlo y dejarlo por escrito. Durante la presentación del libro dije algo simbólico: que imaginaran un diploma incluido dentro del libro, con el que reconocíamos y agradecíamos su buen hacer, su generosidad al haber creado esta cooperativa de crédito.
En la Cámara de Comercio de Cuenca, en la calle Calderón de la Barca, se puede visitar aún la exposición Viaje ilustrado por las cooperativas de Cuenca (1960-2010), en la que se recogen imágenes de todos esos años de trabajo. ¿Hay alguna que destaque especialmente? ¿Una que elija para terminar?
Sí, elijo la primera. Es una fotografía de vendimia, con un agricultor subido a un carro tirado por mulas. Se ve cómo los vendimiadores le acercan los serones llenos de uva, y él los va volcando. Después, en la secuencia de imágenes, aparecen esos carros entrando en la bodega para entregar el fruto del trabajo. Frente a esas escenas tradicionales, mostramos también la modernidad: los nuevos depósitos de acero inoxidable, equipados con sistemas de control de temperatura que aseguran una fermentación de máxima calidad. Es una imagen perfecta de la evolución.

Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...