La catarsis del folk

Palencia

La escena me sorprendió el pasado domingo, durante la celebración de la tradicional Feria de Ramos, en Cervera de Pisuerga. Entre un bosque de pendones concejiles que se izaban al cielo desafiando a las nubes de lluvia que asomaban tras el Almonga, aparecieron ellos. La joven pareja rondaría los treinta y tantos. Sus dos niñas, cogidas de la mano, no pasarían de los diez. Los cuatro miembros de la familia, padre, madre e hijas, ataviados con indumentaria tradicional. Los vi de espaldas, pero la estampa me pareció de tal fuerza y magnitud que no pude resistirme a disparar la foto y guardármela para siempre.

Para una generación que creció escuchando que el traje regional era cosa de abuelos, que la boina era algo de paletos y que la dulzaina era un coñazo insoportable, esta liberadora catarsis surgida en los últimos tiempos alrededor de la expresión folklórica ha supuesto una contracultural reivindicación de lo propio. Y algo que define a cualquier joven por el simple hecho de serlo: un acto de rebeldía y un gesto reivindicativo.

En una provincia tan envejecida como la de Palencia es fundamental el papel de una juventud inspirada y valiente. Una juventud que desligue las tradiciones del soniquete del NO-DO y que airee el olor a alcanfor que emana del viejo baúl del desván de los abuelos. Porque se debe mantener viva una vieja tradición renovándola y adaptándola a partir de las circunstancias presentes. Así lo hace, entre otros, Zimi Matilla a través de su vibrante proyecto musical Castora Herz, fusionando la electrónica con los sonidos del folk más enraizado. O los numerosos grupos de danzas de nuestra provincia, en los que es denominador común la juventud de sus integrantes y que lo mismo se animan, sin solución de continuidad, con la rueda de Brañosera que con un perreo de Bad Gyal. O jóvenes, muy jóvenes, como María Baranda o Fran Calvo, capaces de ser rigurosos con la historia de las diferentes indumentarias típicas de la provincia mientras calzan unas Vans.

En esta tierra nuestra tan dada a trazar lindes inamovibles y a dejarse caer en los brazos del dogmatismo más rígido, hacen falta más familias jóvenes, como la de Marta y Javi, que se atrevan a lucir con orgullo la indumentaria tradicional en un día de fiesta. Gente que ayude a liberarse de estigmas sociales y a revertir esa idea, anquilosada y cerril, de que lo tradicional es cosa de viejos. Si lo hicieron los Sex Pistols en Kings Road, por qué no lo iba a hacer un tío de Ampudia vestido de lechuza capaz de hacer música emparejando un MacBook con una botella de Anís del Mono.