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Procesiones, ¿una tradición sólo propia de la Semana Santa?

Pese a ser una tradición muy arraigada en el catolicismo, tradiciones como la de la antigua Roma ya sacaban a desfilar las estatuas de sus dioses

Procesiones, ¿una tradición sólo propia de la Semana Santa?

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Comunidad de Madrid

La Semana Santa está llena de tradiciones, tanto generales como particulares en función de la zona en la que se celebre, aunque, si algo no puede faltar a este lado del mapa, son las procesiones. Sin embargo, ¿es esta una tradición únicamente propia del catolicismo? A pesar de estar muy arraigada en él, lo cierto es que otras civilizaciones, como la romana, ya sacaban a desfilar las estatuas de sus dioses.

Por lo general, las procesiones de Semana Santa conmemoran los últimos días de Jesús, así como de su crucifixión, su muerte y su resurrección, reflejando le triunfo de la vida sobre la muerte. Sin embargo, en tradiciones más antiguas, como la babilonia, ya se hablaba de otra deidad, Tamuz (dios pastor y de la fertilidad, esposo de Innana), que, la igual que Cristo, también moría y renacía en esas fechas. Asimismo, los egipcios acabaron convirtiendo la fiesta en honor al dios Marduk en la de la pasión, muerte y resurrección de Osiris, celebrada a partir de la Quinta Dinastía.

Por otro lado, en Roma, era Cibeles la protagonista. Según el historiador Tito Livio, por los años 205 y 204 a.C. el pesimismo y la desesperación se habían apoderado Roma por las derrotas que el general cartaginés Aníbal había infringido a los ejércitos romanos; se envió una delegación a la profetisa de Delfos para que interpretase la profecía de los libros sibilinos en la que se decía: “siempre que un enemigo extranjero invada Italia, solo se le podrá expulsar y vencer si la madre del monte Ida es trasladada de Pesinunte a Roma”. Se cuenta que ella confirmó la profecía y se envió un mensaje al Rey de Pérgamo en Asia Menor para solicitar que la piedra negra sagrada del meteorito, que encarnaba la presencia de la diosa Cibeles en su templo, fuera trasladada a Roma. Se entronizó en el Capitolio, en el templo de la Victoria, a la espera de la construcción de su propio templo. Y un año después Aníbal abandonó Italia.

Ya fuera por casualidad o por una auténtica intervención divina, en recuerdo de este acontecimiento, se instauraron los ‘Ludi Megalenses’, que se celebraban anualmente en honor de Cibeles del 4 al 10 de abril, y en los que, entre otros muchos actos, tenía lugar una procesión de la que Lucrecio y Ovidio destacan el estruendo de las flautas frigias, los tambores y los címbalos y la procesión de la diosa, cuya efigie se paseaba a hombros de sus fieles por las principales calles de la ciudad.

Si quieres saber más sobre esta u otras tradiciones relacionadas con las procesiones, ¡no te puedes perder la sección de esta semana!

 

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