Álvaro Pombo: El Premio Cervantes de la fragilidad

Alcalá de Henares

"Diferente de cualquiera, absolutamente original", según Carmen Martín Gaite. Estas palabras describen la figura del intimista y silencioso Álvaro Pombo (Santander, 1939), el símbolo de una literatura frágil, bondadosa e íntima, que ha recogido el Premio Miguel de Cervantes, el máximo galardón del mundo de la literatura escrita en castellano, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares

Un Pombo de cuya presencia se dudó hasta el último momento, puesto que el día anterior, el 22, se perdió la tradicional comida que se realiza en el Palacio Real con diversas personalidades. Finalmente, ataviado con un traje negro y su tradicional gorro de lana en la cabeza, entró en el Paraninfo sentado en una silla de ruedas, de la que no se levantó en toda la ceremonia.

Aunque su presencia fuera una incógnita hasta el último momento, se conocía que su discurso iba a ser leído por un gran amigo suyo: el escritor e historiador Mario Crespo. Pombo, a través de su amigo, lanzó un discurso con dos grandes hilos conductores: la figura de Cervantes y la fragilidad. Afirmaba el cántabro, parafraseado por Crespo, que "para superar la fragilidad, todos debemos llegar a la profundidad y a la pobreza", haciendo alusión a la definición que hizo Ortega y Gasset sobre la figura de Cervantes.

A la fragilidad, el intimismo, y el silencio cultivado por Pombo en su obra quiso hacer mención el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que fue quien utilizó las palabras de Carmen Martín Gaite para definir al santanderino, que habla de "ser solo y ser de nadie para encarnar todas las historias posibles".

El tercero de los discursos de la gala fue el del rey, Felipe VI, que acudió al Paraninfo complutense acompañado de doña Letizia. El rey, encargado de presidir la gala y de cerrarla con su discurso, reconoció dos grandes valores en la obra de Pombo: la verdad y la bondad, valores por los que agradeció la labor del cántabro a la literatura, calificando la entrega del Cervantes como algo merecido.

Además, en su discurso, el monarca también tuvo tiempo para homenajear la figura del peruano Mario Vargas Llosa, último Premio Nobel hispanoamericano, y ganador del Premio Cervantes en 1994. La jornada también estuvo marcada por la muerte del Papa Francisco, con banderas a media asta en el Rectorado de la Universidad de Alcalá, con distintas personalidades ataviadas de negro, guardando el luto. Además, no se realizó la habitual parada militar antes de entrar al Paraninfo, ni la despedida a los reyes por parte de la tuna universitaria, como muestra de respeto ante la muerte de Jorge Mario Bergoglio.

Cervantes recibió su corona de laurel

Como es habitual en Alcalá de Henares, ciudad que vio nacer a Miguel de Cervantes en 1547, antes de la entrega del premio se realizó la ofrenda de la corporación municipal complutense a la estatua del escritor en la Plaza de Cervantes. La corporación llevó una corona de laurel hasta los pies de la estatua, escoltada por los maceros de Alcalá.

Fueron el concejal de Cultura, Santiago Alonso, y la alcaldesa, Judith Piquet, quienes dejaron la corona en el llamado 'Monigote'. La propia Piquet afirmaba que, quedando poco menos de una hora para dar comienzo a la ceremonia de entrega del Cervantes, Alcalá se convertía en "la capital de la cultura" y todos los focos se ponían en el Paraninfo de la Cisneriana.

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Ausencia sonada del presidente del Gobierno

Fueron diversas las personalidades que acudieron a la entrega del Cervantes, más allá de allegados y familiares de Álvaro Pombo. Además de los reyes, estuvieron presentes el ministro de Cultura, Ernest Urtasun; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o el rector de la Universidad de Alcalá, José Vicente Saz.

La ausencia sonada fue la del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que sí estuvo presente en la entrega del Cervantes del año pasado, cuando Luis Mateo Díez recibió el galardón en manos del rey.

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