La calle de Isaac Peral

Valencia

Las chimeneas y las grandes naves que todavía hoy resisten las envestidas de la modernidad en el barrio del Grao, nos hablan de un pasado no muy lejano en el que la ciudad industrial se solapaba con la residencial entre pequeñas casas y grandes fábricas y almacenes relacionados con el tráfico marítimo y de mercancías, ligadas al puerto y a la cercana estación ferroviaria del Grao. En la vertiente más occidental del barrio, las vías del ferrocarril provenientes de la estación del norte se bifurcaban en dos ramales, uno continuaba recto en busca del puerto y la mencionada estación del Grao, mientras que el otro tomaba dirección norte hacia Tarragona, creando una frontera ferroviaria entre Valencia y su fachada marítima que estuvo vigente hasta los años 80 del siglo pasado. En este entorno proliferaron desde principio del siglo XX las fábricas de todo tipo, desde licores, harinas, hilados y conservas, hasta industrias químicas dedicadas a la producción de abonos. Así como grandes almacenes de maderas y vinos. Pero desde los años 60, la industria se fue desplazando paulatinamente a los nuevos polígonos industriales periféricos, dejando espacio en la zona urbana a la construcción de edificios residenciales que iban floreciendo rodeados de viejas naves. Entre los restos del entramado industrial del Grao, entre el camino viejo y el camino hondo, se abrió una nueva calle que, tal y como ya habían hecho en centenares de localidades del país, fue dedicada al marino e inventor Isaac Peral.

La de Isaac Peral y su gran invento, el submarino, es una historia de la que, el que más y el que menos, ha leído o visto en algún documental, pero que conocida en profundidad, ilustra perfectamente el devenir de la nación española desde finales del siglo XIX. Peral nació en Cartagena en 1851 en el seno de una familia humilde, pero pronto dio muestras de sus excelentes cualidades en la Escuela Naval, donde inició una intensa carrera en la Armada Española que le llevó a todos los frentes coloniales de ultramar. Conocedor de la antigüedad de la flota española y de los grandes avances que se estaban produciendo en las potencias europeas, Peral pensó en la necesidad de crear una nueva embarcación submarina que pudiera defender las costas españolas y hacer frente a las modernas naves extranjeras. Consiguió superar todas las adversidades que supone la navegación submarina y 1888 su nuevo invento pasó con éxito las pruebas, pero la decadencia del estado y concretamente del estamento militar, hizo que se infravalorara su gesta, relegando a Peral como un fantasioso inventor. Isaac Peral murió en Berlin con apenas 44 años de edad a causa de una meningitis, y su invento fue guardado en un cajón del Ministerio de Marina. Pocos años después, las naciones que ostentarían la hegemonía marina durante el siglo XX, desarrollaron flotas de submarinos a partir del prototipo inventado por Peral.