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La editorial de los lunes: Esos locos bajitos

Las grandes carreras deportivas comienzan siempre en el juego inocente en los parques y jardines públicos

La editorial de los lunes: Esos locos bajitos

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Benidorm

Desde que el pasado mes de septiembre comenzáramos la andadura de la presente temporada de SER Deportivos Marina Baixa, han sido decenas los protagonistas de historias de triunfos y derrotas los que han pasado por estos micrófonos.

Por aquí han pasado las chicas y los chicos de los primeros equipos del Club Voleibol Playas de Benidorm, las jugadoras del Club de Fútbol La Nucía, las chicas del División de Plata del balonmano de Benidorm y los chicos del Primera Nacional.

También han estado en este estudio jugadores y técnicos del baloncesto, del fútbol, del fútbol sala, del tenis, del atletismo, del ciclocross, del ciclismo en carretera, del mountain bike, del golf, de la natación, del triatlón, del tiro, del cricket, del ajedrez, la orientación…

Todos ellos han traído aquí sus historias de esfuerzo, de trabajo, de superación y, en última instancia, de triunfos y fracasos deportivos, que de todo han ido recogiendo en el último año.

Han sido todas ellas historias muy distintas, pero, a la vez, con un único punto en común: el apoyo que recibieron de los suyos cuando su pasión por su especialidad deportiva comenzó a pasar del juego a algo más serio.

Hace relativamente poco, de hecho, la mejor deportista femenina que jamás tuvo la Marina Baixa, Eva María Naranjo, lo explicaba de forma brillante en este mismo espacio. Hablaba de cómo aterrizó en el kick boxing de casualidad, de cómo el difunto Eduardo Martín creyó en ella y de cómo sufrió las infinitas horas de entrenamiento en solitario para, al final y sólo al final de la historia, compartir el triunfo con todos.

Pensaba en ello este fin de semana. Ya hace buen tiempo y, con ello, cada vez es más habitual que niños y niñas de todas las edades, cual oseznos que asoman de sus oseras tras una larga hibernación, comiencen a tomar plazas públicas y jardines comunitarios con sus juegos y sus gritos.

Ellos, que tienen el termostato interno algo más defectuoso que el de los adultos, ya se están bañando en las piscinas y jugando a la pelota alrededor de ella. Nosotros, los mayores, lo vemos, o eso debería de suceder, con alivio. Tras meses con la nariz metida frente a la pantalla, parece que la llegada de esta primavera estival de la que estamos disfrutando todos, les ha devuelto a la calle, que es el territorio natural donde debe de jugar un niño o una niña.

Pero, igual que ellos despiertan al juego de su letargo invernal, también es el momento de que los más tristes de nuestra sociedad saquen a pasear su falta de vida y su amargura vital. Son esos que andan escondidos tras el visillo y que, amargados por vaya usted a saber qué, saltan a la mínima para decirles a los niños, aquello de que dejen de jugar con la pelotita que molestan. Que dejen de saltar al agua que no dejan dormir la siesta. Que dejen de gritar que se les oye demasiado.

Que dejen, en definitiva, de ser niños. Son los aliados perfectos de las consolas y las pantallas en esa retorcida misión de robarles a los niños el único derecho que debería de ser irrenunciable en ellos: el de ser niños. El de tener una infancia. El de jugar.

Esas personas tristes son las que poco después de meten de nuevo detrás del visillo, encienden la tele y se emocionan con el triunfo de Carlos Alcaraz, los goles de Rodrygo o Lucas Torró, los adelantamientos de Fernando Alonso o Carlos Sainz… por poner sólo algunos nombres propios de este mismo fin de semana.

Se emocionan con ellos, sí; pero se olvidan de que antes de ser profesionales, antes de ser ídolos de masas, antes de ganar los títulos más importantes del mundo del deporte, todos ellos fueron niños a los que se les dejó jugar con la pelota, correr en un parque, bañarse en una piscina o saltar en una playa…

Se les dejó, en definitiva, aprender a amar su deporte jugando. Porque jugar no sólo es un derecho fundamental de los niños… es la mejor manera que tienen esos locos bajitos de aprender.

 
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