Opinión
La Columna

¿Cuándo demonios empieza la Navidad?

Javier Llopis, periodista

La Columna (20/11/2023) "¿Cuándo demonios empieza la Navidad?"

La Columna (20/11/2023) "¿Cuándo demonios empieza la Navidad?"

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Alcoy

Para los de mi quinta –unos vejestorios que oscilamos entre los sesenta y los setenta años- las cosas estaban mucho más claras: cuando éramos niños, las Navidades empezaban puntualmente el día 22 de diciembre, con el inicio de las vacaciones de invierno y con la llegada de la cancioncilla de los niños de San Ildefonso.

Han pasado los años y las cosas navideñas se han complicado de forma notoria. La celebración ha ido pegándole bocados al calendario y ha ido conquistando terrenos que hace sólo unas décadas nos resultarían impensables Ya hace muchos años que el mes de diciembre se le ha quedado corto a la Navidad, que ha extendido su reinado de espumillones y de villancicos a las últimas semanas de noviembre. No es exagerado pensar que si las cosas van a este ritmo, nuestros nietos van a tener el privilegio de ver calles con iluminación navideña en pleno octubre, apenas terminado el Mig Any.

Utilizando la jerga de los economistas cursis, se puede afirmar que la Navidad es una fórmula de éxito; estamos ante un evento de funcionamiento garantizado y con la demanda asegurada del que todo el mundo quiere sacar tajada. Los comerciantes lo usan para mejorar sus ventas, los alcaldes para hacerse fotos inaugurando enramadas luminosas, los dueños de las televisiones para llenarse los bolsillos con anuncios de colonia, las familias para organizar ágapes que parecen banquetes de una casa real, los restaurantes para montar cenas de empresa y los fabricantes de jerseys para colocarnos unos horrorosas prendas estampadas con renos y papanoeles.

La potencia del ciclo navideño es infinita e incontrolable. Lo que antes eran dos semanas son ahora dos meses. En este gigantesco contenedor festivo y social cabe de todo y cada año se incorporan novedades, que rápidamente se convierten en tradiciones sacrosantas.

La Navidad no hace prisioneros y cualquier persona que considere excesivo o agotador este alud de celebraciones está condenada a que el resto de la Humanidad la mire como a un bicho raro o lo que es peor, como a un cenizo triste que necesita ayuda especializada.

 
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