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El retorno de la "tortada" de Goerlich

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El investigador valenciano José Huguet recopiló en el libro «La plaza del Ayuntamiento 1890-1962» imágenes de la evolución de este discutido espacio urbano de Valencia que lleva más de un siglo, en concreto 122 años, en busca de un diseño urbanístico definitivo. Ahora propone realizar un concurso, en el que los arquitectos propongan ideas recuperando el espíritu de aquella vieja "tortada" de Goerlich.

El investigador valenciano José Huguet recopiló en el libro «La plaza del Ayuntamiento 1890-1962» imágenes de la evolución de este discutido espacio urbano de Valencia que lleva más de un siglo, en concreto 122 años, en busca de un diseño urbanístico definitivo. En la del ayuntamiento como en otras muchas plazas de la ciudad pesa más la elección de un pavimento que soporte la «mascletà» y la «cremà» que poner árboles y bancos para el disfrute ciudadano.

Las fotografías recopiladas por Huguet dan idea del erial que dejó el derribo del convento de San Francisco, donde en 1899 se construyó un parque arbolado con un pequeño estanque artificial. La plaza de San Francisco pasó a llamarse entonces de Emilio Castelar, nombre que perduró hasta el final de la Guerra Civil, cuando pasó a llamarse plaza del Caudillo.

En la calle Ribera, donde más tarde se levantaron el edificio de Telefónica y el de La Equitativa estaba entonces la estación del ferrocarril ?la actual estación de Norte no se construyó hasta 1917?. La plaza del ayuntamiento (Castelar) albergó en aquellos años eventos multitudinarios como la Feria de Navidad. El Plan de Reforma Interior de 1910 del arquitecto municipal Federico Aymamí trazó las líneas de lo que sería la actual fisonomía en forma de triángulo irregular de la plaza. La plaza se ensanchó a costa de una nueva tanda de derribos a ambos lados de la misma que se extendían hasta la Bajada de San Francisco. El plan de reforma, que obedecía a una visión higienista, de aireación y apertura de avenidas y calles anchas, empezó a ejecutarse unos años antes del Gobierno de la II República (1931-1939).

El diseño de 1928 de Javier Goerlich para la plaza del Ayuntamiento supuso una revolución. El arquitecto diseñó una plaza sobreelevada casi cinco metros que separaba y daba prioridad al peatón sobre el tráfico rodado y que habilitaba un espacio subterráneo para el mercado de las flores. La plaza de Goerlich fue bautizada como «la tortada» y apenas duró 30 años. Bajo mandato de Rincón de Arellano, en 1961, fue derribada. Entre los argumentos, que las floristas no estaban a gusto en mercado subterráneo, cuyo tragaluz con balaustrada era conocido irónicamente como «la escupidera».

Tras el derribo de esta plaza, que sigue suscitando nostalgia, se construyó una plaza de obra dura que durante años funcionó como aparcamiento y que se reurbanizó en 2003 para reordenar los puestos de flores, plantar árboles y repavimentar.

 
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