Raúl Rodríguez: “La pureza está en la sinceridad de lo que se hace”

Mérida

Ha mamado el flamenco desde niño, siempre pegado a su guitarra que suena a Diego del Gastor, ese maestro del pulgar. Aunque ha cambiado su sonanta por un instrumento cubano, el tres, que ha sabido adaptar al flamenco sacando unos sonidos tan innovadores como jondos. Se declara insumiso en todos los géneros, un músico fronterizo que se va “de un lado para otro”.

Raúl Rodríguez, que homenajeó junto con su madre Martirio a Chavela Vargas en el Gran Teatro de Cáceres, recuerda en Ser Extremadura la etapa que compartió con la artista mexicana, a la que define como rebelde y auténtica, “una mujer muy cantaora en el sentido más esencial del término, capaz de encender la luz cuando abría la boca. Su papel se parece mucho al de la cantaora antigua como podría ser La Serneta o Fernanda de Utrera”.

Asegura que la verdadera pureza está en la sinceridad con el que esté haciendo flamenco lo haga. “Hay una posibilidad de hacer un tipo de cante, toque y baile que si uno está convencido y lo transmite con verdad, eso es puro, bajo mi experiencia los materiales que componen la música flamenca proceden de muchísimos naufragios, son restos que proceden de numerosos barcos”, afirma el sevillano.

Licenciado en Antropología Cultural por la Universidad de Sevilla, es un estudioso de música andaluza desde el siglo XIV y de su grado de mestizaje que “es lo que le he dado el carácter rico a la música andaluza y al flamenco”. Asegura que esa mezcla aportó riqueza: “Hay que pensar que Sevilla y Cádiz han tenido una historia muy mestiza, muy en contacto con todos los puertos internacionales del Barroco, con Cuba, del Caribe, con los puertos africanos y la trata de la esclavitud con un colectivo muy variopinto de gente que pertenecía a muchas etnias. Hay que pensar que Sevilla en el XVII era una versión de lo que sería hoy Nueva York. La música más canalla, más delictiva, más de la calle se terminó llamando flamenco. El pueblo gitano le da forma final de lo que conocemos ahora en el siglo XX de hacerlo con guitarra, pero si vamos atrás las músicas proceden de muchos sitios y tienen una influencia negra muy poco conocida, valorada y ponderada”.

Descubrió el tres en un ciclo de conciertos sobre son cubano y flamenco en 1994 en la Diputación de Sevilla. “Ahí juntaban a grupos flamencos con viejos soneros cubanos que eran la primera vez que venían a Europa a presentar su arte, artistas como Compay Segundo, Faustino Damas “El Guayabero”. Allí tuve la suerte de ver ese instrumento por primera vez de la mano de “El Guayabero” y me vino la intuición fortísima de que el tres tenía algo que hacer con nuestra música”. Años después, su madre colaboró con Compay Segundo y le trajo uno desde Cuba. “Supe que no podría tocarlo como los cubanos, pero me lo podía traer a mi terreno, al flamenco de Morón de la Frontera y Diego del Gastor, así que introduje el rasgueo, la alzapúa, traspuse falsetas y le introduje la armonía flamenca”, asevera Rodríguez.

Sobre la ruptura de Son de la Frontera, grupo del que formaba parte y que tuvo una gran irrupción aportando frescura al flamenco, afirma que es fruto de que las personas, como los instrumentos, también se desafinan. “Probablemente fueran los mejores años de nuestra vida, echamos una década buenísima. Era tremendo tocar esa música que procedía de Diego del Gastor en La Habana, Nueva York o San Francisco”.

Sobre el flamenco extremeño, Rodríguez piensa que le vendría bien un poco de difusión de sus géneros autóctonos que “no están tan valorados ni reconocidos en el sur, una música tan rica los jaleos”.