Maquiavelo para entender la polémica

Córdoba

Para comprender actualmente las continuas declaraciones públicas que sobre temas cotidianos de la ciudad vienen teniendo lugar en lo últimos meses en el ámbito de la política: la famosa polémica sobre el cuadro de San Rafael, el minuto de silencio por las víctimas inocentes de los bombardeos en Siria, la moción sobre el maltrato animal y la fiesta de los toros, o últimamente la Noche Blanca del Flamenco o las procesiones, resulta muy clarificador leer “El Príncipe” de Maquiavelo. Siguiendo a Maquiavelo, en política no es importante la verdad de lo que se afirma, lo importante es que el pueblo crea que lo que se afirma es verdad. Desafortunadamente con demasiada frecuencia, escuchando algunas las declaraciones Se tiene la impresión de que no se está diciendo lo que realmente se piensa y lo que es verdad sino lo que se desea que pensemos y creamos los ciudadanos aunque no sea verdad.

Parece como si de un tiempo a esta parte se pudiera hacer y decir lo que interesa en cada momento, ya que pocos van a censurarlo y muchos van a salir a jalearlo. ¿A que se está jugando con el ciudadano? ¿Por qué ese empeño en negar lo que es evidente o afirmar lo que no lo es?

Estamos asistiendo a una construcción ya demasiado cotidiana del discurso político en el que cualquier información se utiliza en términos de descalificación del otro. Un discurso en el que la verdad no cuenta, agravándose un poco más la situación cuando esta forma de discurso sin relación con la verdad, migra y puebla a otros ámbitos sociales empezando por los medios de comunicación. Cuando de unos mismos hechos surgen, en función de la posición ideológica y del mercado de los medios, una serie de relatos distintos a menudo incluso opuestos, es que el sentido de la verdad ha desaparecido del horizonte colectivo. La falta de credibilidad se extiende y contamina a toda la sociedad de modo que todo propicia que cualquier conflicto derive en confrontación y que el espacio público se vaya degradando progresivamente, de forma exponencial, ante la mirada atónita de los ciudadanos.