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"Era la casa de los horrores", dicen los policías que socorrieron a los tres niños de Pumarín

La Fiscalía pide para la madre tres años de cárcel y 10 de inhabilitación para la patria potestad en el juicio iniciado en Oviedo

La madre afirma que salió un par de horas y se asutó al volver cuando vio tanta policía. / Pablo Canga

“La casa de los horrores”: es la gráfica descripción de uno de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía del piso de Pumarín, en Oviedo, al que acudió en diciembre de 2014 y en el que fueron halladas, en evidente estado de abandono, tres niñas de corta edad cuya madre afronta una petición de pena de tres años de cárcel y 10 de inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad, acusada de abandono, maltrato y lesiones. El juicio se celebra en el Juzgado de lo Penal número 4 de Oviedo.

La vista empezó con la declaración de los agentes que acudieron al piso, pasada la medianoche, alertados por vecinos que escuchaban de forma continuada el llanto de un bebé.

Los guardias ya oyeron los lloros nada más entrar en el edificio. La puerta de la vivienda estaba cerrada con llave, por lo que tuvieron acceder a ella a través de un patio de luces que compartía con otro vecino. El primer agente en entrar, junto a otro compañero, relató que se encontraron a la niña más pequeña, de tan solo unos meses, “tumbada en la cama, sin nada más encima que un pañal y colocada sobre una manta. Estaba muy fría”. Las otras dos niñas estaban en un salón lleno de basura, con fuerte olor a orines y excrementos, con latas de cerveza por el suelo. “Las niñas sólo llevaban una camiseta de manga corta, una de ellas con un pañal, la otra sólo con la camiseta, ambas muy sucias y descalzas”. El mismo agente describió el pasillo como “el rastro de los jabalíes”, con un sendero por el centro y basura acumulada a ambos lados. Especialmente dramática es la descripción del estado de la mayor de las niñas: “estaba sentada en un orejero, ajena a todo lo que la rodeaba, con el pelo largo pero solo a los lados, le faltaba el cabello en la parte de arriba, o bien le había caído o se lo había arrancado, y solo hacía movimientos repetitivos golpeándose la cabeza contra el sillón”. El agente explicó que “todo estaba muy sucio, con estos de comida, latas de cerveza que usaban las niñas como si fueran el biberón, el aspecto general de la vivienda era de un síndrome de Diógenes, con un baño impracticable y la cocina con os efectos de un incendio reciente”. El otro miembro del Cuerpo Nacional de Policía afirmó que “es lo más fuerte que he visto en mi vida, llevo tiempo en el Cuerpo, jamás había visto situación de dejadez semejante, la casa de los horrores”, dijo el que tomó a la más pequeña en brazos y la tapó con la manta sobre la se encontraba, momento en el que dejó de llorar, dijo.

La madre rehusó responder a más preguntas que las de su abogada. Mantuvo en todo momento la compostura y dijo que había salido un par de horas "a buscar comida y a comer algo" ella misma. Afirmó que al llegar a casa vio el dispositivo policial y no se atrevió a presentarse ante los agentes, sólo pensó “lo que me faltaba” tras el incendio de la cocina. Atribuyó el estado de la niña mayor a que es celiaca y dijo haber permanecido asustada por las “barbaridades que iba publicando la prensa”, describiéndola como alcohólica y drogadicta.

 
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