Sábado, 09 de Diciembre de 2023

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FOTOS ANTIGUAS DE ÁLAVA

Los otros monumentos a la Batalla de Vitoria que no llegaron a construirse en la Virgen Blanca

El próximo 4 de agosto se cumplen 100 años de la inauguración de la obra de Gabriel Borrás, un proyecto que suscitó gran polémica en la ciudad

MONUMENTO A LA BATALLA DE VITORIA

MONUMENTO A LA BATALLA DE VITORIA / IÑAKI ARMENTIA

Para situarnos, recordaremos que en la guerra de la Independencia (1808-1814), la Batalla de Vitoria resultó ser la puntilla para las tropas francesas, que fueron derrotadas por una coalición formada por tropas españolas, inglesas y portuguesas. Esta victoria propició la expulsión definitiva de la península ibérica del ejército galo. En esta batalla tuvo un protagonismo significativo el general alavés Miguel Ricardo de Álava y Esquivel (1772-1843), que al entrar con sus tropas en Vitoria evitó que la ciudad fuera saqueada.

Las Cortes de Cádiz -el 3 de julio de 1813- acodaron que cuando las circunstancias lo permitieran se levantase un monumento en Gasteiz recordando la memorable gesta. Tuvieron que pasar diez años para que aquella iniciativa se pusiera en marcha.

El concurso

El 1 de Julio de 1913 se convocó un concurso entre arquitectos y escultores para la presentación de proyectos de un monumento conmemorativo de la Batalla de Vitoria. Se había consignado la cantidad de 100.000 pesetas en los presupuestos del Estado para su construcción, redacción del proyecto y dirección de la obra.

En las bases se señalaba que era obligatorio que apareciera la figura del general Álava, al tratarse de un vitoriano y haber sido relevante su intervención en la batalla en cuestión. Se fijó que el emplazamiento de la escultura sería la Plaza de la Virgen Blanca.

Los concursantes debían aportar una memoria en la que se tenían que describir los detalles del diseño, materiales a emplear, etc. Esta memoria debía acompañarse –además- de los correspondientes planos y una maqueta en yeso u otro material. El coste de la obra quedaba establecido en 90.000 pesetas y no podía sobrepasarse de ninguna forma; de hecho, el autor o autores tenían que aportar un documento en el que se comprometían a entregar el monumento completamente terminado sin sobrepasar la cantidad asignada. El ganador del concurso recibiría 5.000 pesetas de premio y se establecía un accésit de 2.500 pesetas.

Se precisaba que los concursantes debían presentar un sobre cerrado con un lema en el exterior y sus datos personales en el interior y que tras el fallo del concurso únicamente se abrirían los sobres premiados y el resto no.

Los proyectos debían entregarse en el Gobierno Civil de Álava, estamento administrativo similar a la actual Subdelegación del Gobierno.

Se presentaron siete proyectos, algunos de los cuales mostramos a continuación en unas imágenes que conserva el Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz (AMVG)

PROYECTOS DEL MONUMENTO A LA BATALLA DE VITORIA / ARCHIVO MUNICIPAL DE VITORIA-GASTEIZ

El fallo del concurso

El 5 de Noviembre de 1913, unos días antes del veredicto del concurso, el periódico ‘La Libertad’ informaba que “el Jurado guarda una reserva impenetrable respecto a su fallo, pero de rumor público se insinúa que propondrá para el primer premio al proyecto que lleva por lema “Si vis pacem parabelum” y para el segundo al que ostenta el de “Imitadles”. En cuanto a los autores se indicaba que no se sabía nada, si bien “se sospecha sea el primero un artista de Madrid y el segundo uno de los de la Catedral”. En este caso se referían a alguno de los artistas que participaban en la Construcción de la Nueva Catedral.

El día siete se reunió en el Gobierno Civil la Junta del Centenario, presidida por el Gobernador Civil, para resolver el fallo del jurado. Se dio lectura al dictamen, en que por cuatro votos contra tres quedó como ganador Enrique Borrás, de Madrid; los destinatarios del accésit fueron los Sres. Piquer y Minguell.

El periodista de ‘La Libertad’ había dado en el clavo. No hay mejor forma para que todo el mundo se entere de un secreto, que los que que toman las decisiones se juramenten para no dar a nadie ningún dato.

Si bien en las bases del concurso se especificaba que el emplazamiento del monumento sería la Plaza de la Virgen Blanca, en esa misma reunión se planteó la posibilidad de situarlo en la Plaza de Bilbao, actualmente denominada Plaza de los Celedones de Oro . En este último lugar existía un amplio espacio, desde el edificio de Banco de España hasta la calle Postas, ya que entonces aún no se había construido el edificio de Correos.

Tras un amplio debate, la decisión se puso a votación. Consiguió 7 votos la opción de situarlo en la Virgen Banca y 5 votos la de emplazarlo en la Plaza de Bilbao.

De haber triunfado esta última opción o haber trasladado el monumento a otro lugar después de ser levantado, como algunos han sugerido a lo largo de sus cien años de existencia, la Plaza de la Virgen Blanca presentaría otro aspecto. Estéticamente hablando, el espacio sería totalmente abierto, si ningún “estorbo” en medio, como algunos opinan.

Nos hemos permitido comparar ambas situaciones, mostrando en un vídeo la plaza en cuestión con el monumento y sin él, a fin de que nuestros lectores vean la diferencia y opinen al respecto.

El monumento a la Batalla de Vitoria cumple un siglo

Las protestas 

La decisión del jurado no le gustó nada a Quintín de la Torre Berástegui, uno de los concursantes. Había presentado un proyecto bajo el lema “Vasco” que no había sido premiado y el día ocho – tres días después del fallo - se publicaba en la prensa un escrito firmado por él, en el que manifestaba su disconformidad en estos términos: “Lleno de buena fe, espoleado por mis entusiasmos hacia el arte, al que consagro todos mis afanes y mis desvelos todos, acudí al concurso de bocetos de aquel monumento, confiando en la idoneidad y en la absoluta imparcialidad de un jurado, serio, capaz y justiciero.

Confío que me equivoqué. Parecía lógico y racional que, para juzgar, con algún vislumbre de acierto, una obra escultórica, figurasen como miembros del jurado, en parte, escultores que garantizasen la justicia del fallo y he visto con tristeza, que ningún escultor ha formado parte de aquel tribunal.

Otros señores jurados, lógica y naturalmente inclinados por notorias afinidades a los artistas de la Catedral, expositores en dicho concurso artístico pusieron veto, según rumores, a mi proyecto, falseando, acaso, los dictados de la justicia.” Más adelante señala que sí había solo dos artistas miembros del jurado que votaron por su boceto, destacando que no se había tenido preferencia por los artistas de nuestra tierra: “Entiendo yo que en igualdad de méritos y circunstancias, Vitoria, capital vasca, debiera haber apoyado al artista vascongado, prefiriéndole a los extraños"

Quintín de La Torre(1877-1966), fue un escultor nacido en Bilbao, cuyas obras pertenecen hoy principalmente a la Cofradía de la Santa Cruz bilbaína y al Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Tomás Alfaro Fournier, que con el tiempo sería alcalde de Vitoria en la Segunda República y era descendiente de Heraclio Fournier el fundador de la fábrica de naipes, también arremetió contra el fallo del jurado. El día trece aparecía una carta suya en la prensa, de la que hemos extraído lo siguiente:

Haciéndome eco de la mayoría del pueblo y puesto que este no habla por impedírselo el ambiente de convencionalismos que se respira, lo haré yo, muy a pesar mío; y digo muy a pesar mío, porque en este pueblo de intereses creados, el decir lo que uno siente, por muy cierto y beneficioso que sea, si va contra un fallo de arriba, es como sembrar espinas en su camino. Un monumento conmemorativo de una gran batalla, corona de la epopeya nacional a la que debemos nuestra independencia, debe ser fuerte, sereno y sublime; y no lo será representando en él escenas feroces muy amontonadas, muchas bayonetas y muchos sables. Por el contrario, este amontonamiento quebrará la línea arquitectónica, que es la base de la belleza monumental.

Buscaron para primer premio un boceto que tiene mucho trabajo, pero que carece absolutamente de originalidad y de líneas monumentales; que es un amontonamiento, mejor o peor trabajado, de guerreros y gente de pueblo que parecen jugar al escondite; en el que el bronce y la piedra se mezclan sin orden ni concierto. No hay derecho, llevar su fantasía hasta colocarnos un explorador en actitud admirativa. ¡Pobre estética! ¿Que tendrá que ver un explorador con la batalla de Vitoria?

Nosotros los vitorianos veremos alzarse en una de nuestras plazas, algo que, como no se reforme muy profundamente, más que para ornato servirá para escuela del mal gusto. Pero que generaciones venideras no podrán decir que no hubo quien protestase por ello.”

Los apoyos a Borrás

Luis Sánchez del Cid, escultor, contesta a Quintín de la Torre y Tomás Alfaro el día 21 y defiende el acierto del jurado y la idoneidad y calidad artística del boceto elegido: “En tiempos retrospectivos se simbolizaba en personas e ideas que representaban el poderío, la fuerza y la dominación y los enmarcaban en una figura representativa.

Hoy no; hoy los pueblos manifiestan en conjunción hombres e ideas.

Por lo cual creo que el monumento premiado es el más gráfico y más en armonía con nuestro sentir de hoy, por representar grupos de figuras con soldados y su pueblo, que también ellos fueron héroes, pues no solo el bizarro general ganó la batalla, porque si él puso su inteligencia, el pueblo puso su sangre, y tan sagrado y digno es que quien con el luchó, con el represente la victoria.”

Más adelante se refiere a la calificación de “extraños” dada por Quintín de la Torre a los artistas foráneos; ¡Extraños! ¡Que palabra más expresiva! ¿No podía haberla reemplazado por otra menos fuerte y más cariñosa? Yo hubiera adjudicado el premio y el accésit a los mismos proyectos que dicho jurado ha premiado.”

La polémica continuaría con la intervención de otras personas. Para nosotros es suficiente reflejar el ambiente de controversia con las opiniones expuestas con anterioridad.

También varios comerciantes y vendedores mostraron su disgusto por la construcción del monumento y los jardines en la plaza de la Virgen Blanca porque suponía la desaparición del mercado habitual en esa plaza.

La obra finalmente se llevó a efecto. En la parte superior derecha de una imagen del AMVG tomada con motivo de la procesión del Corpus Cristi, se muestra la plaza cuando se iniciaban las obras de construcción.

La inauguración 

El 4 de agosto de 1917, con un tiempo espléndido, fue el día señalado para la inauguración. Se había procedido al arreglo de los jardines de la plaza y se habían instalado farolas eléctricas para la ocasión.

Comenzó el acto a las 5 de la tarde y fue presenciado por miles de personas que llenaban la plaza de la Virgen Blanca e incluso ocupaban parte de la plaza General Loma. En ese acto además de la inauguración propiamente dicha, se hacía entrega del monumento por parte del Gobernador Civil en nombre del Estado a la ciudad de Vitoria, representada por su alcalde Sr. Guillermo Elio Molinuevo, que acudió al acto acompañado de la corporación y escoltado por los maceros.

Junto al monumento se colocaron sillas para acomodar a un “porrón de autoridades” - unas cuarenta personas -, las cuales lucían en sus pechos la medalla de “La Batalla de Vitoria”. Por su parte, en una tribuna se situó una orquesta con 45 músicos locales, y estaba presente otra banda de música militar.

La vitoriana pirotecnia Lecea, se encargó de lanzar al cielo unas bombas luminosas, que tras su explosión desprendían unos paracaídas con las banderas del Estado y de Vitoria.

En una mesa colocada dando vista al monumento se colocaron de pie algunas de las autoridades, a fin de efectuar los correspondientes discursos.

El secretario del Gobierno Civil intervino en primer lugar. En su disertación recordó cómo habían sido las Cortes Generales las que decretaron en Cádiz el 3 de Julio de 1813 que, cuando las circunstancias lo permitieran, se levantase un monumento recordando la memorable batalla del 21 de junio de aquel año en Vitoria, donde los ejércitos aliados derrotaron a las tropas francesas. Respecto al coste del monumento señaló que “La ley de 23 de junio de 1911 concedió un crédito de 400.000 pesetas para la erección del monumento y la del 14 de diciembre de 1912 incluyó 100.000 pesetas para el cumplimiento de la anterior”. No queda claro cuál es la cantidad finalmente empleada; si fue la suma de las dos cifras, o solo la primera o la segunda.

Seguidamente, el Gobernador Civil entregó simbólicamente el monumento, en nombre del Gobierno, al pueblo de Vitoria representado por su alcalde Sr. Elio.

Europa estaba en plena I Guerra Mundial (1914-1918) y el primer edil vitoriano en su discurso manifestó que no se había podido revestir el acto de la solemnidad proyectada, invitando a representaciones extranjeras, dadas las trágicas circunstancias de la guerra.

Finalizó el acto con la interpretación por parte de la orquesta vitoriana, de la obertura de Beethoven opus 91 “La Batalla de Vitoria”.

El centenario

Este año 2017, cuando nuestro personaje Celedón descienda desde San Miguel a la Plaza de la Virgen Blanca el 4 de agosto, para dar comienzo a nuestras fiestas patronales, se cumplirán cien años exactos desde la inauguración del monumento en cuestión.

Fotos: Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz

Para saber más: El Monumento a la batalla de Vitoria / Sara González de Aspuru, Ana Arregui y Cristina Armentia / Imprenta Diputación Foral de Álava

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