
Moix, hola y adiós
Moix llegó a Mallorca sabiendo que estaba en la calle, por lo que apenas si debió prestar atención a las explicaciones sobre el funambulismo de Pedro Horrach entre la fiscalía y la abogacía
Manuel Moix, que desgraciadamente fue fiscal Anticorrupción hasta ayer mismo, se despidió del cargo con una visita a Balears.
Como mínimo, los responsables de la visita del alto cargo agonizante debieron ahorrarnos la vergüenza del acto póstumo.
Balears fue la primera comunidad que se tomó en serio la fiscalía Anticorrupción.
Fiscales y jueces han desarrollado investigaciones impensables en otros tiempos, con cárcel para Matas, Munar o Cursach.
La visita de Moix con su sociedad de Panamá a cuestas no contribuía precisamente a la imagen de la fiscalía Anticorrupción de Balears.
Claro que alguien corregirá que Moix fue nombrado para acabar con la lucha contra la corrupción, y que iba por el buen camino.
Moix llegó a Mallorca sabiendo que estaba en la calle, por lo que apenas si debió prestar atención a las explicaciones sobre el funambulismo de Pedro Horrach entre la fiscalía y la abogacía.
La peripecia del fiscal mallorquín debió parecerle insignificante por comparación con su culebrón panameño, que estalló al día siguiente.
Mallorca suele ser letal para los altos cargos en apuros. La isla le costó la presidencia del gobierno a Adolfo Suárez en 1981 y a Florentino Pérez tras un partido en Son Moix, valga la redundancia.
Moix se despidió en Palma de Bartomeu Barceló, el fiscal jefe incombustible y ejemplo de supervivencia.
Moix tuvo en Mallorca su hola y adiós. Sobre todo adiós. Hasta nunca.
