
‘Política y sociedad’
Debo confesaros que estoy muy preocupado con la situación en Cataluña. Os puede parecer una obviedad: ¿quién no está preocupado? Todos tenemos la sensación de que nos estamos asomando a un abismo colectivo
Firma Fernando Trujillo, 'Política y sociedad'
He estado pensando durante mucho tiempo cuál debería ser el tema de esta primera firma que tengo el honor de grabar. Debo reconocerlo: este es un momento emocionante para mí pues la radio ocupa un lugar importante en mi vida desde que mi madre encendiera todas las mañanas la radio en la cocina de mi casa infantil.
Así pues, con este sentido de la responsabilidad debida al medio de comunicación que me acompaña diariamente, he pensado que debía aprovechar el tiempo que se me presta para hacer una confesión.
Debo confesaros que estoy muy preocupado con la situación en Cataluña. Os puede parecer una obviedad: ¿quién no está preocupado? Todos tenemos la sensación de que nos estamos asomando a un abismo colectivo y por más que intentamos vislumbrar el horizonte, no podemos ver si estamos ante un acantilado sin fondo o si hay puentes entre ambas orillas.
Sin embargo, mi preocupación no es estrictamente política sino social. No quiero decir que no me preocupe el encaje de Cataluña en España ni la estructura de España para que Cataluña no caiga en la tentación de marcharse. Me preocupa mucho, por supuesto.
Pero me preocupa más que sea tan difícil conjugar el verbo empatizar. Empatizar significa ponerse en la piel del otro, sentir lo que siente, pensar como piensa, comprender en última instancia por qué hace lo que hace sin emitir un juicio de valor sino abriéndonos plenamente a la experiencia de ser el otro por un momento.
Si lo hiciéramos así quizás muchos de nuestros juicios sobre las catalanas y los catalanes no serían los que son. Entenderíamos que no se puede hablar de adoctrinamiento en la escuela catalana, o al menos no más que cuando en la escuela andaluza celebramos la figura de Blas Infante como padre de la patria andaluza, como reconoce nuestro propio Estatuto, aunque muchos de nuestros niños desconozcan quiénes fueron Manuel Azaña o Juan Negrín, entre muchos otros.
Yo, personalmente, no estoy dispuesto a someter a juicio a la ciudadanía en Cataluña por las decisiones que tomen sus políticos. No estoy dispuesto a identificar política con sociedad porque la política juega al juego de los espejos y los extremos mientras que la población es hermosamente compleja y diversa.
¿Tengo opinión respecto al camino emprendido por la Generalitat de Cataluña? Claro que la tengo pero no la transfiero a mi visión de las catalanas y los catalanes, un pueblo generoso, moderno y plural que no puede quedar simplificado en una decisión política.
Acabe como acabe este proceso, nos hará a todos más cabales saber diferenciar la política de la sociedad, incluso para comprendernos a nosotros mismos.
Las ciudadanos no somos nuestros gobernantes, por mucho que a ellos les gustaría que lo fuéramos. Somos mucho más, somos algo mucho mejor. Somos el auténtico rostro plural que configura la identidad moderna de cualquier pueblo. Olvidar eso es, auténticamente, el primer paso hacia el abismo y yo no estoy dispuesto a darlo.
