Sociedad

Traca final de La Mar de Músicas con la saga flamenca de los Morente

Los hijos del cantaor granadino Enrique Morente, Kiki, Estrella y Soleá protagonizan un brillante cierre de la 25ª edición del festival cartagenero, que tuvo a Portugal como país invitado

Saga de Los Morentes / Pablo Sánchez del Valle

Cartagena

Si de algo puede presumir el festival La Mar de Músicas en sus 25 años de existencia es de haber contribuido a la multiculturalidad mucho más que los discursos y las proclamas pronunciadas con tal fin en todo este tiempo. Porque el ciclo cartagenero ha sido desde sus primeros pasos un crisol de culturas, permitiendo una permeabilidad cultural digna de elogio y abriendo la mente y los oídos de espectadores que en muchos casos se han acercado a los conciertos por mera curiosidad, sin saber qué iban a escuchar, pero ávidos de mestizaje.

Solo así se explica la acertada apuesta para la noche de clausura de este año, con una velada completa dedicada al flamenco, en la que los miembros de una sola familia, la del fallecido, pero siempre presente Enrique Morente, dieron muestras de los diferentes caminos por los que transcurre hoy día una manifestación declarada patrimonio cultural artístico de la humanidad por la UNESCO.

Arrancó la noche, con un auditorio del Parque Torres hasta la bandera, con Kiki Morente, que hizo cantes acompañado por la guitarra de Luis Carmona, y por la percusión de cajón de Pedro "Popo" Gabarre, y todo fue ortodoxia y pureza, sin permitirse más que un guiño, casi al final, a la canción de fusión con influencias de Ketama. Es la de Kiki una voz cálida, ya adulta pese a su juventud, y sus canciones recogidas en su primer disco "Albayzín" son una muestra de los palos clásicos del flamenco.

Kiki Morente / Pablo Sánchez del Valle

Estrella Morente

Tras casi una hora de actuación de su hermano menor, salió a escena la mayor de la saga, Estrella, la que ha obtenido hasta el momento las mayores cotas de reconocimiento popular en una carrera que cumple ya 18 años desde el lanzamiento de su primer disco. Desde entonces ha ido evolucionando hasta presentar este año un espectáculo de copla, acompañada por una orquesta de 25 músicos que sonó a las mil maravillas. Un lujo que por envergadura y caché no todos se pueden permitir y que obtuvo en Cartagena un éxito clamoroso. Y que sirvió para demostrar que lo auténtico siempre funciona y que el mismo público que días antes se había emocionado con el fado, o había bailado frenéticamente con ritmos africanos, estaba embelesado ante la grandeza de un patrimonio cultural de España que no siempre hemos sabido apreciar con el orgullo que merece.

Estrella Morente / Pablo Sánchez del Valle

Letras llenas de drama y emociones, pura crónica de un país en blanco y negro, que en la voz de Estrella Morente y arropadas con tanto lujo muestran toda su magnitud. En el repertorio, "Madrina", "Triniá", "Yo soy esa", "El día que nací yo" y otras muchas coplas que rinden digno tributo a Lola Flores, Estrellita Castro, Concha Piquer, Imperio Argentina, Marifé de Triana, Juana Reina y otras reinas del género, dieron cuerpo a un espectáculo de casi dos horas donde también brilló un vestuario de batas de cola de ensueño. El legado de las composiciones de los maestros Quintero, León y Quiroga, nos sigue pellizcando.

Y así llegamos a las dos de la madrugada, momento de lanzar un castillo de fuegos de artificio que, durante diez minutos, anunciaba el cierre a un festival al que aún le faltaba la guinda de la actuación en el escenario del Castillo Árabe de la menor de los Morente, Soleá.

Soleá Morente

Solea Morente / Pablo Sánchez del Valle

Es una artista que ya conoce el festival cartagenero, donde actuó el año pasado, y que vino a mostrar cómo, partiendo del flamenco más ortodoxo, el que ha mamado en casa, se pueden recorrer otros senderos adentrándose en el rock con raíces, con sonidos que nos evocan el movimiento del rock andaluz de los 70 y 80.

Es Soleá Morente una mujer con una sólida formación académica (con dos titulaciones universitarias), abierta al mundo y a la modernidad. Y ese carácter se aprecia en sus canciones, puro rock cañero cuando tiene que serlo, rumbero al estilo de Las Grecas cuando toca, y cantando flamenco por derecho, porque ningún terreno le está vedado. En el escenario estuvo acompañada por una decena de músicos: batería, teclado, guitarra y bajo (la formación clásica del rock) con percusión, cajón flamenco, y 3 coristas flamencas, como La Negri.

Soleá, la niña que jaleaba y hacía palmas y coros en esa obra cumbre de su padre que fue el disco "Omega" (ahí se la ve junto a su madre y hermanos en el documental de la grabación), asumió desde chiquitita que es mejor no poner puertas al campo. Si su padre, el gran Enrique, se hizo acompañar por Lagartija Nick en ese disco para versionar canciones de Leonard Cohen o poemas de "Poeta en Nueva York" de Federico García Lorca, la hija es su digna sucesora por los caminos del riesgo y la experimentación musical.

Su concierto fue un brillante colofón al festival de la ausencia, la de Paco Martín, el creador del mismo hace 25 años, fallecido súbitamente el pasado verano, a quien algunos políticos locales han negado la posibilidad de que el auditorio que alberga las funciones más sobresalientes del festival, el del Parque Torres, pueda llevar su nombre. Cosas de la pequeña política que no restan brillo a su legado.

 
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