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Los éxtasis de la Monja de las Llagas nacida en San Clemente

Se llamó Sor Patrocinio, fue un personaje que vivió a lo largo del siglo XIX y llegó a contar con la amistad de la reina Isabel II

Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas. / Wikipedia

Cuenca

En el espacio Misterios Conquenses que coordinan Sheila Gutiérrez y Miguel Linares, y que emitimos los martes en Hoy por Hoy Cuenca, contamos esta vez la historia de María José de los Dolores Anastasia Quiroga Capopardo conocida como Sor Patrocinio o la Monja de las Llagas, un relato que se recoge también en el libro Cuenca de leyenda de José Talavera.

Los éxtasis de la Monja de las Llagas nacida en San Clemente

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María José de los Dolores Anastasia Quiroga Capopardo nació en la localidad conquense de San Clemente en 1811, lugar al que se dirigía su madre embarazada para comenzar una nueva vida. Cuando llegaban a la Venta del Pinar el parto ya no se podía parar y las trabajadoras del lugar hicieron de matronas. Era una niña preciosa pero desdichada porque a la madre la situación la superó y rechazó a su propia hija, la abandonó el lugar dejando a la recién nacida con los dueños de aquella venta. Les aseguró que su marido llegaría en unos días y recogería a la niña.

Una vida que comenzó de manera trágica, a la que le siguió una guerra, desprecios por parte de la matriarca, a lo que hay que sumar la muerte de su padre algo que la destrozó, era el único que la adoraba, quería y protegía. Tras fallecer el progenitor, su madre era libre para deshacerse de la hija a la que nunca había querido y su estrategia no fue otra que querer casarla con un joven adinerado quien las sacaría de la pobreza.

Pero María José se opuso desde el primer instante, nunca se casaría con aquel joven ni con nadie, su deseo no era otro que el de tomar los hábitos. En 1826 ingresó en el convento de las Encomendadoras de Santiago de Madrid. El 19 de Enero la nombraron monja y cambió su nombre a María Rafaela de los Dolores y Patrocinio. Al principio parecía ser feliz, pero con el paso de los meses algo en ella parecía mermar aquel estado.

Retrato fotográfico de Sor Patrocinio, de Jean Laurent. / Wikipedia

Un día la abadesa le preguntó por su estado y ella la explicó que no se encontraba bien, que le dolía la cabeza, pero al mismo tiempo se tocaba el costado de forma como si le doliera, y al insistir le confesó que una llaga sangrante había aparecido en su cuerpo. La sangre empapaba el hábito. Fue examinada por el padre Cirilo quien decidió que aquello debía ocultarse por temor a que se catalogara como fraude o como milagro. La joven monja padecía éxtasis continuos y la sangre ya brotaba a borbotones. Pero en 1830 tuvo uno que duró más de lo habitual, aparecieron llagas en los pies, en las manos y en la cabeza, lugar donde colocaron la corona de espinas a Jesús.

Fueron episodios traumáticos para aquella joven monja, a lo que se le sumaron experiencias en las que aseguraba que el demonio la atacaba violentamente. Uno de estos ataques se produjo delante de algunas hermanas que narraron cómo el demonio se la había llevado volando tras propinarle una gran paliza.

Los ataques siguieron hasta que un día tuvo una aparición de la Virgen que le aseguró que el diablo ya no le haría más daño ya que Ella misma lo encadenaría para siempre. Como prueba de la aparición la entregó una imagen de la Virgen de Olvido, Triunfo y Misericordia que llevó consigo durante toda su vida.

Todo aquello ya no podía ser ocultado por lo que todo el mundo sabía de la existencia de aquella monja, momento en que la apodaron la Monja de la Llagas.

Calle Sor Patrocinio en San Clemente (Cuenca). / Google Street View

Estamos ante el comienzo de un juicio permanente por aquellos detractores que no creían que estos episodios fueran reales, algo normal ya que no es algo que ocurra todos los días y que tenga una explicación racional. Pero lo que no lo es tanto es que incluso sus propias compañeras y hermanas comenzaron a dudar también de que todo lo sucedido tuviera un origen divino.

Principalmente fueron dos de su mismo convento las que dudaban, tanto era su desconfianza y envidia, que cuando se encontraba en éxtasis le ponían una vela bajo la nariz o le pinchaban la nuca con una aguja para cerciorarse de que no estaba fingiendo.

Jueces, nobles, personalidades de todo el país se acercaban a las celebraciones religiosas donde ella participaba, todo el mundo quería conocer a la monja que sufría experiencias sobrenaturales. La gente no cabía en la iglesia. Se estaba produciendo un fenómeno de masas lo cual no se podía permitir. Por lo que se ordenó en noviembre de 1835 procesar a Sor Patrocinio por tentativas de subvenir al Estado y favorecer la causa del príncipe rebelde. En este proceso intervinieron médicos, escribanos, hermanas del convento y hasta su propia madre que, como era de esperar, la acuso de que en una ocasión había intentado envenenarla.

Tras el juicio, Sor Patrocinio terminó en la casa de las arrepentidas de Santa María Magdalena. Pero su tormento no acabó aquí, ¿os acordáis de aquel pretendiente al que rechazó? En ese momento era el preceptor de Isabel II e hizo que su padecimiento creciera, cambiándola de lugar en varias ocasiones. Pero esta treta despertó el interés de la reina por aquella monja, la cual hizo que fuera a visitarla. Momento donde comenzó su gran amistad.

Sus enemigos no descansaron nunca y daba igual donde se encontrara. En una ocasión recibió una visita y en el momento de correr la cortina que les separaba se encontró con el rostro de un hombre al que no conocía, el cual le disparó a bocajarro, incidente del que salió ilesa. Era tanta la necesidad de acabar con la vida e historia de Sor Patrocinio que incluso la intentaron involucrar en un atentado a Isabel II, donde un cura la acuchilló en el costado. Tal era su propósito de hacerla desaparecer que la mandaron a Roma con la excusa de que se estudiara su condición de santidad y que se abriera un proceso para investigar sus llagas.

Sabemos que ni su dura y triste vida ni su sufrimiento ni sus destierros, heridas y ataques de sus enemigos pudieron con ella, pero lo que sí pudo fue la enfermad. En ese viaje a Roma tuvieron que parar en Francia. Era el momento para acabar con ella, pero Isabel II estaba segura de que su amistad era real y sincera y que su amiga nunca la hubiera traicionado, por lo que movió cielo y tierra para que nadie pudiera tocarla ni causarle más sufrimiento. Con la llegada de Alfonso XII y con otro atentado del cual salió ilesa se le permitió regresar a España cuando algunos creían que había muerto.

Sor Patrocinio prosigue su labor fundadora, incluso durante el último año de su vida. Fundó diecinueve conventos. Falleció en el convento del Carmen de Guadalajara, en 1891. Su proceso de beatificación comenzó en 1907. Algunos creyeron y que toda la historia de los estigmas habían sido la argucia de una mujer con intereses políticos y poco más.

 
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