El parking de Fernández Ladreda

AÑO 1996

Hoy Chas nos deja una foto de esas que sabes que van a ser históricas sí o sí. Las obras del parking de la Avenida de Fernández Ladreda, ahora del Acueducto dejaron la estampa de ver la tierra abierta en canal. Construir un aparcamiento en el centro de la ciudad no deja de ser algo especial, y que sabes que una vez que se acabe la obra, pocas veces podrás volver a ver la tierra que está debajo del pavés.

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Era el primer aparcamiento bajo tierra de la ciudad. Hasta entonces los segovianos conocíamos estas instalaciones de cuando íbamos a Madrid u otras ciudades más grandes. Y como toda obra de esas dimensiones no faltó la queja de los comerciantes y hosteleros de la zona, que veían como durante un largo tiempo, su calle de primera categoría comercial, pasaba a convertirse es un tramo de Segovia a evitar por los viandantes.

Hasta entonces Fernández Ladreda era una calle comercial más, con sus coches, sus aparcamientos, con su paro cinco minutitos para coger tal cosa o tomar una caña rápida, tan habitual de una pequeña ciudad de provincias. Era la calle donde desembarcaban cuando llegaban a Segovia los que cogían el coche de línea de los pueblos, con su importancia para las tiendas y bares.

En el verano de 1992 algo cambió para siempre. La calle fundamental de los segovianos para pasar con el coche de una parte a otra de ciudad se cerró hasta la fecha al tráfico. Ramón Escobar, alcalde del PP que gobernaba entonces la ciudad, bajó de la grúa donde le enseñaron en primera persona el deterioro que presentaba el Acueducto, y decidió prohibir de inmediato el paso de coches bajo el monumento milenario. No era plan pasar a la historia por ser el alcalde al que se le cayó el Acueducto, y su valentía le ha hecho pasar a los anales como el que peatonalizó una parte importante de la ciudad y salvó el icono monumental de Segovia.

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Tras el caos inicial en la ciudad, poco a poco se puso orden, y una de las decisiones fue construir el aparcamiento que tuvo éxito desde el primer momento, con lo que eso supone en una ciudad, donde estas instalaciones solo funcionan los fines de semana y puentes cuando los turistas no les queda más remedio que pasar por caja para aparcar el coche, porque los segovianos en general no somos muy amigos de los parking de pago.

En la foto se observan los alrededores de la iglesia de San Millán en modo descampado, hoy esa zona se presenta mucho más cuidada. Y no quiero dejar pasar por algo un rincón que se ve en la foto, seguro que los de mi generación lo recuerdan, la tienda más pequeña de la ciudad donde muchos hemos comprado patatas fritas y chuches. Esa que se llegaba a través de un pasillo en el soportal junto al desaparecido Bar Dakota. Jamás volví a ver un negocio en apenas cinco metros cuadrados de espacio… y que fuera rentable.

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La peatonalización eliminó el adoquín y dio paso a un paseo amplio de losetas de granito, y que rápidamente las terrazas colonizaron. Ahora no faltan sus abuelos en los bancos y pretiles, junto a niños jugando por la tarde, lo que algunos hacen llamarla el paseo marítimo de la ciudad. El paisaje matinal se llena de oficinistas en una calle que es la “city” segoviana con sus oficinas de bancos y gestorías.

Una avenida que a mi juicio es un ejemplo como peatonalizar no es sinónimo de vaciar la calle, si no de llenarla de ciudadanos sin miedo a ser atropellado ni estar molestos con el humo de los tubos de escape.

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