Un oficio ancestral
Cartagena
Un oficio ancestral
Acaban de escuchar a Isidoro Solano, patriarca de la estirpe de “Los Chirres”, (apodo con el que se conoce a su familia desde hace varias generaciones), nacido en El Palmero y residente en La Magdalena, zona oeste del municipio de Cartagena. El pastor está achuchando con distintos tonos de voz y sonidos a su fiel perro “Moro” a la búsqueda de las ovejas segureñas, corderos y cabras, que se han separado del rebaño o que están entrando en un terreno donde no pueden pastar. Porque no hay rebaño que se precie de serlo sin un perro pastor, ligado al ser humano desde tiempos remotos. En nuestra Península hemos criado ganado desde el Neolítico y esta labor ha sido fuente de sustento a lo largo de la historia.
“Moro” es de raza Collie, que significa “útil" en gaélico, cuyo origen proviene de los celtas que llegaron a las Islas Británicas entre los siglos V y I a. C. y llevaron consigo a sus canes, y quienes los denominaban así por su habilidad en las tareas de pastoreo. El solo es capaz de reunir y trasladar un rebaño de 600 cabezas, con determinación y sin dañarlas.
El pastor, perro o humano, para realizar adecuadamente su trabajo necesita maestros de los que aprender, como le sucedió a Moro, quien tuvo de instructor desde cachorro a su antecesor “El Pintao” y como ha sucedido en la familia de Los Chirres de padres a hijos.
“El Chirre” con 74 años ya está jubilado y el relevo generacional, cada vez más inusual en esta profesión, está asegurado con su hijo Juan Pedro, que actualmente está a cargo del ganado. Isidoro cuenta que “le gusta acompañarlo y seguir saliendo al campo por los territorios de las diputaciones de La Magdalena, Los Puertos y Perin, con su rebaño y su perro como hacia desde que era un zagal”, palabra que en nuestra tierra empleamos como sinónimo de niño o chaval, pero que en el lenguaje pastoril define la categoría más baja de la profesión, el aprendiz de pastor que realiza las tareas más molestas. Incluso hubo un tiempo en que “los zagales” estuvieron exentos del servicio militar −solamente uno por rebaño− por entenderse que servían al país en la cabaña real.
“El ganao no lo quiere nadie porque es muy esclavo”, implica mucho sacrificio y entrega, no conoce días festivos, ni vacaciones, ni entiende de las crisis que vivimos actualmente y requiere dedicación diaria. Es uno de los oficios ancestrales que aun hoy sobreviven a duras penas. Hace unas décadas, antes del éxodo rural, era de lo más habitual en nuestros campos, la presencia de rebaños domésticos, guiados por sus pastores y sus perros, de los que hoy por hoy solo van quedando algunos reductos. El pastoreo es una clave fundamental en la economía de las zonas rurales, contribuye a la conservación de nuestro ecosistema y es imprescindible para poder continuar manteniendo vivas nuestras tradiciones, como también lo es el trovo. Sirva como ejemplo, el compuesto especialmente para el cierre de esta firma por Natalia Martín, (la niña de La Magdalena):
Son pareja ancestral
el perro y el pastor
el ganado y su labor
un legado cultural
que de forma natural
recorren nuestros caminos
custodiados por molinos
entre espartos y romeros
trashumantes y viajeros
en antaño sus destinos
EL GARRANCHO 27 DE NOVIEMBRE
04:41
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Que tengan buen fin de semana Radioescuchas de La Ser de Cartagena.
El Garrancho