Ocio y cultura

Orgullo del humor gaditano

Las Niñas de Cádiz llevan hasta la fuente de su inspiración su premiada obra "El Viento es Salvaje"

Un momento de la representación de la obra El Viento Es Salvaje / Las Niñas de Cádiz

Cádiz

Suena el viento en un escenario desnudo. Y las rachas de levante nos traen a Vero (Alejandra López) y Mariola (Teresa Quintero), dos amigas residentes en Cádiz, tan amigas, que se siente hermanas. Pero la suerte es muy diferente para ambas. A Vero todo le va bien. Exitosa en las clases, en el amor, casada, con un hijo... A Mariola, en cambio, parece haberla mirado un tuerto desde niña. Sin éxito en el colegio, en el amor, en el trabajo... Menos mal que su amiga Vero renunció a un prometedor futuro para fundar con su amiga/hermana una gestoría. Y cuando Mariola se queda sin hogar tras un fatal siniestro, ella le brinda la suya. Y es entonces cuando se desata la tragedia.

Hay en el argumento de El viento es salvaje, la obra que la compañía Las Niñas de Cádiz ha traído hasta el Teatro Falla de Cádiz durante este fin de semana, todos los elementos que implica una tragedia clásica. Ana López Segovia (directora, actriz y autora del texto) ha bebido de Eurípides para modernizar, gaditanizar y pasar por el filtro del humor las historias de Fedra y Medea. Y ese filtro es el que se usa en Cádiz para contar una desgracia. El mayor de los dramas se transforma en comedia con la hipérbole de las metáforas elegidas, con los aspavientos de los gestos y con la resignación crónica ante el sufrimiento.

López Segovia bebe de lo que ve en la calle, como lo hacen los grandes carnavaleros. Y bebe de los clásicos: de Eurípides al Peña, el Masa o el Gómez. Por eso, la obra parece por momentos un cuarteto. O un romancero. O cualquier versión fuera de género que se pueda encontrar un domingo de piñata o un lunes de coros en cualquier esquina de Cádiz. Sin que esta comparación suponga menosprecio alguno a esta magna obra de teatro, merecedora de un premio Max al espectáculo revelación del año. Al contrario. Las Niñas de Cádiz son el mejor ejemplo del orgullo ejercido y reflejado del humor gaditano, del que emana de esa vanguardia constante, esa revolución precursora y esa potencia infinita que es el carnaval gaditano.

La obra brilla en todos los aspectos. Encaja el título extraído de una hermosísima canción de Nina Simone. Las actrices vibran y hacer vibran en sus textos rimados en una continua metamorfosis de la risa al drama, de la frivolidad a la profundidad. Hay personajes entrañables dibujados a retazos y bordados con delicadeza. Reluce una Alejandra López en su oración al Medinaceli. Enternece una Teresa Quintero sobreviviendo literalmente al hundimiento de su vida. Cómo clava Ana López Segovia sus papeles de hombres, combinándolos con sus momentos conjuntos de patio de vecinos a modo de coro griego. Y qué bien está Rocío Segovia como adolescente rebosante de hormonas y, sobre todo, como prima relatora de sucesos dejando algunas de las más desternillantes escenas de la obra. Y hay un texto potente, que salta en el tiempo, que amarra todos los matices, que va atrapando entre risas mientras encoge el corazón, y que no deshace las cuerdas de esa atadura hasta el final.

Las Niñas de Cádiz han sellado en el Falla un año raro. Un año marcado por esta pandemia, lo que ha llevado a todas las compañías a una enorme incertidumbre, en teatros con menos espectadores y horarios extraños, con continuas cancelaciones, con la pérdida de ingresos, con la duda de si este era el final. Por momentos parecía que a ellas, como a otras tantas compañías, las hubiese mirado el mismo tuerto que a Mariola. Pero, de pronto, estas Niñas de Cádiz en este loco 2020 ganaron un premio Max, tuvieron un otoño lleno de bolos por toda España, y consiguieron finalmente actuar en el teatro de su ciudad, llenar tres días consecutivos y cerrar el año con una tremenda ovación en su propia tierra. Como si hubiesen rezado al Medinaceli y el Medinaceli las hubiese escuchado.

La obra está cargada de guiños gaditanos. Las alusiones al levante, a la jindama que da el sonido del afilador, al viento que impone que se instale el circo, la pajarería de Crespo... Esas cosas tan especiales que, tal como dice Ana López Segovia, convierten a Cádiz en una especie de Macondo: una ciudad real y mágica, con su propio universo. Y es la ciudad de estas Niñas. Por eso la llevan en el nombre de su compañía. Y la llevan en sus obras sin renegar de su acento, ni de sus expresiones propias, ni de sus autorreferencias. Actúen en el Falla o en Soria. Porque esta obra, que es tan gaditana que parece que solo se puede entender aquí, ha girado por todo el país y se ha llevado un Max. Y lo han hecho sin renunciar a ellas mismas, a su entorno y a su tierra. Con el mismo orgullo por Cádiz que Cádiz tiene ahora mismo por ellas.

Pedro Espinosa

Pedro Espinosa

En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...

 
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