La buena educación
Cartagena
La buena educación.
La Firma de Mar Casas 06/05/2021
03:31
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En esta firma quiero manifestar la necesidad de una buena educación.
Hace tiempo, entendí que las personas educadas viven mal en nuestra sociedad.
La gente educada, y yo formo parte de este grupo, nos sentimos indefensos ante los excesos verbales, los malos modales y la agresividad gratuita.
La educación en una sociedad, bien transmitida, regular, o a veces invisible, influye directamente en el progreso social, enriquece la cultura, potencia los valores y mejora el bienestar de una comunidad.
La educación reproduce un modelo social.
Las aulas desterraron hace más de treinta años una asignatura importante llamada urbanidad. Los gestores de la educación a nivel nacional, además de establecer un plan de estudios con las materias académicas como lengua, matemáticas o educación física, deberían recuperar una disciplina en la que la educación adquiera el mismo nivel de importancia.
La cultura y la educación han dejado un poso muy importante en la civilización, en las relaciones interpersonales y sociales. Hablamos de buenas maneras, de buena educación, de protocolo, de corrección social, escrita y hablada. No me refiero a los modos encorsetados, sino a ese barniz que mejora a las personas, favorece la convivencia, y hace grato un lugar o circunstancia: saludar, ser amables, serviciales, prudentes, silenciosos, puntuales y correctos en el trato.
Me gustaría recordar la actitud civilizada de los franceses revolucionarios en 1789, que en lugar de quitar el tratamiento de Monsieur y de Madame a los nobles, lo extendieron a todos los habitantes de Francia. Y hoy aun, cuando nos dirigimos a un barón, le tratamos de Monsieur y a una mujer de Madame.
Educado es un término polisémico que significa instruido y cortés. Una polisemia que refleja cómo las palabras en su caminar por los siglos, expresan siempre su esencia.
Les invito a poner un mirada atenta en las distintas civilizaciones. Viajemos por ejemplo a mediados del siglo XIX cuando Marx consideraba que cada cual es capaz de distinguir entre el ojo tosco y el ojo cultivado.
En nuestro momento actual la palabra "tío" es apelativo universal: ¿para qué utilizar los nombres propios si para ese ojo tosco todo es lo mismo?
En mi opinión, cada centro educativo debería ser libre para enriquecer el plan de estudios, y establecer currículos propios, que pongan en marcha experiencias pedagógicas que fomenten la educación y la cultura.
Mar Casas
www.marcasas-protocolo.es