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La kilométrica historia de Stan Okoye, el temible alero de 'Granca'

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Hoy nos detenemos en Stan Okoye y cómo empezó todo con el fortísimo alero nigeriano del Gran Canaria. Sus padres, Josephine y Edwin, emigraron de Nigeria a Estados Unidos para estudiar y luego se establecieron allí. Stanley Onyekachukwu Okoye, Stan para simplificar, vino al mundo un de 10 abril de 1991 en Carolina del Norte, es decir, acaba de cumplir 30 años.

Las condiciones físicas del chaval eran portentosas, pero no le gustaba jugar como federado, prefería hacerlo con los amigos por la calle. Era el más grande y siempre se imponía. Allí era más libre, no tenía que someterse a sistemas de juego y una férrea disciplina. Finalmente firmó con el Knightdale High School.

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Todo parecía sonreírle, pero se destrozó la rótula. Meses luchando por volver y, cuando se disponía a tomarse la revancha, en el primer partido de la temporada, se fracturó el menisco. Quiso dejar el baloncesto. Jugó las últimas seis semanas de su periplo en el High School con un hueso roto de la mano.

De ahí pasó a la siguiente etapa, en Virginia Military Institute. El impacto fue traumático, quería huir. A las seis y media de la mañana tocaba saludar la bandera. Desayuno y estudio hasta las cuatro de la tarde, baloncesto hasta las siete, actividad física hasta la cena y a dormir.

Pero en el tercer año explotó y empezó a dar mates espectaculares. Le llegó el mote, Stan The Man. Stanley Okoye se fue del instituto entre lágrimas, casi bajo el síndrome de Estocolmo tras tanto sufrimiento y con el agradecimiento más profundo al Virginia Military.

Cada verano volvía a su país, a Nigeria, de vacaciones. Nada más graduarse se montó en un avión rumbo al Afrobasket 2013 con los Lawal, Diogu o Al-Farouq Aminu. En 2015 lograron el título continental. Eran héroes nacionales, protagonistas en recepciones oficiales por parte del presidente Buhari y llevaron un poquito de esperanza para el país con más personas en situación de pobreza extrema en el mundo, unos cien millones de habitantes. El punto culminante llegó con la participación en los Juegos de Río de Janeiro en 2016.

En agosto de 2013 firmó por el Ikaros de Grecia. No entendía ni 'papa' y no llegó ni a debutar. El Maccabi Hod Hasharon sería su siguiente etapa, tan solo duró un par de encuentros. De ahí al Barak Netanya, también israelí. En tres meses estuvo en tres conjuntos. Luego, etapa exótica en el Perth Redbacks australiano.

Eso le abrió las puertas de Italia, a una ciudad legendaria en el pallacanestro como Varese, al mismo equipo que Eyenga y Rautins, hoy sus amigos. Más cambios. Más tarde pasó al Bawer Olimpia Matera, en la segunda categoría transalpina, y el Trapani. De ahí a Zaragoza, donde prometió ilusión y el Gran Canaria, donde ha vuelto a reunirse con uno de sus maestros, Porfi Fisac.

 
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