No se imaginó nunca, aquel niño 'Perinero' que guardaba cabras, que llegaría tan lejos
La Firma de 'El Garrancho'
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Cartagena
Acaban de escuchar a Camilo Andreu Fidalgo. Nació hace 93 años en el "Collado de las Zorras", cercano a la población de Perín del oeste cartagenero, siendo su madre (Francisca Fidalgo Toledo) asistida por una partera. Fue el segundo de seis hermanos, 2 hembras y 4 varones. Su padre (Marcos Andreu González) trabajaba como peón y jornalero. Vivian en una humilde casa arrendada al tío Joaquín, apodado "El Amigo", compartiendo habitación todos los hermanos. En aquellos tiempos se alumbraban con un candil de aceite y bebían del agua que se traían con cántaras del pozo que había entre las Barrenas y Perín. La almacenaban en una tinaja de barro con un cazo para todos y la que sobraba se devolvía al recipiente. No se derrochaba ni una gota.
Solamente vivían del jornal de su padre, que era muy "poquico". Desde muy pequeños tenían que arrimar el hombro para subsistir: recoger comida para las gallinas, traer leña para cocinar,... Sus padres "colocaron" de chiquillos a Camilo y a su hermano mayor de pastores en la Rambla del Cañar y en el Parrillar.
La familia materna era de ascendencia gallega. Su abuelo tenía una "casica" en Galifa y era carabinero, vigilando las costas del contrabando. La familia paterna era de ascendencia catalana. Su abuela la tía Fulgencia, "la Velasca", también vivía en Perín. Ella los ayudo cuando su padre se tuvo que marchar al frente con "La quinta del saco", reclutado precipitadamente, en vistas de que el ejército republicano estaba necesitado de soldados, casi todos mayores de 30 años, algunos ya casados y con hijos.
Unos años después de finalizar la guerra, su padre y su hermano mayor comenzaron a trabajar "a pico y pala" en la construcción de los cimientos de la futura refinería, coincidiendo con la llegada de la industria al Valle de Escombreras, trasladándose toda la familia de Perín al antiguo poblado que allí existió a la orilla del mar. En la bahía, se encontraba el pequeño caserío de pescadores, que muchos confunden con el posterior poblado de la térmica, también desaparecido. El Valle de Escombreras por entonces era un vergel, con huertas, frutales y manantiales y en la marisma que había en la costa (el fangar le llamaban) se sacaban almejas, quisquilla, cangrejos y muchas variedades de pescado. Hoy por hoy de todo aquello no queda nada.
Camilo comenzó a trabajar de pinche llevando agua a los obreros en los tajos, ganando una peseta al día. Los peones ganaban entonces 8 pesetas y un kilo de pan costaba 7. Trabajando padre e hijos iban "justicos" para salir adelante. Camilo tras terminar su jornada se iba con su hermano a recoger leña por los montes cercanos, para llevársela al panadero a cambio del pan. Por las noches se iba a pescar en botes a remo con la técnica de la mamparra, para completar su sustento. Después de la construcción de la refinería trabajó cortando piedras a "cartuchazos", con una perforadora y barrenos para hacer el muelle de escombreras.
En 1948 hizo el servicio militar obligatorio durante dos años en un remolcador de marina (el R.P -37). En ese periodo conoció a la que sería su gran amor: Rosa Martínez Muelas. Tuvieron 6 años de noviazgo de los de antes, "sin apenas tocarse y con veinte ojos encima". Se casaron en 1954 y se establecieron en "La Isla" (Santa Lucía). Al salir de la mili siguió trabajando cortando piedras para hacer bloques flotantes y llevarlos a escombreras para hacer el muelle. Luego se fue a construir la térmica, porque se ganaba algo más. Por entonces comenzaron a atracar barcos con petróleo y decidió embarcarse para tratar de prosperar. Tenían un hijo con 14 meses, cuando se marchó a su primera navegación en el petrolero Monterrey que duró un año y medio.
Largas estancias lejos de la familia (solo pudo estar en 2 de los nacimientos de sus 4 hijos) tempestades y monzones, océanos Indico, Atlántico y Pacífico, mares Negro, Adriático, Mediterráneo, Cabo de Buena Esperanza, embarques y desembarques en muchos puertos del mundo. Australia, el continente más lejano al que navegó. No se imaginó nunca, aquel niño "Perinero" que guardaba cabras, que llegaría tan lejos. Una vida dura desde la infancia y la juventud fue recompensada finalmente con una jubilación aceptable y un feliz matrimonio del que todavía disfruta junto a su "Rosica", quien también sacrifico gran parte de su vida en la soledad que provocaban aquellas largas estancias de su marido en alta mar.
En 1991 se trasladaron a residir a los Molinos Marfagones, buscando la tranquilidad y la aproximación a la zona oeste, como otros muchos que se vieron forzados a marcharse de sus pueblos por necesidad. Ha paseado por Perín, recorriendo con nostalgia aquellos parajes y paisajes que en su infancia quedaron grabados en su memoria. Camilo sigue escardando oliveras y cultivando un pequeño huerto urbano. Lleva en la sangre el campo donde nació y la mar que le dio sustento. Sin embargo, después de lo vivido y a pesar del bienestar actual, su mensaje es contundente: "El desarrollo de nuestra sociedad ha tenido un alto precio, estamos acabando con el planeta".
Se despide esta firma con una quintilla por malagueña y una espinela por guajira, compuestas y cantadas en esta ocasión por Natalia Martín, joven promesa del trovo conocida como "la Niña de La Magdalena".
No olvidemos su labor
por su familia cuidar
que en los montes fue pastor
en la mar fue pescador
tiene mucho que contar.
Buscando una salida
de Perín joven salió
a Escombreras partió
para mejorar su vida
navegó en su mar querida
trabajó con humildad
y a su avanzada edad
en Molinos junto a Rosa
vive de forma dichosa
Camilo y su verdad.
Que tengan un buen fin de semana radioescuchas de la SER de Cartagena.
El Garrancho