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¿De vuelta a casa?

La firma de Pedro Marchante

Pedro Marchante, articulista de Radio Jerez Cadena SER / Radio Jerez Cadena SER

Jerez de la Frontera

Desde que el 7 de junio de 1988 ante la Balompédica Linense el Xerez disputase su último partido en el Estadio Domecq, el estadio Municipal de Chapín se convirtió en su casa hasta que, con la excusa de remodelar el mismo para los Juegos Ecuestres de 2002, se produjo el primer destierro (entonces ni nos imaginábamos que vendrían otros detrás), primero a Sanlúcar y más tarde al Campo de la Juventud, ahora Pedro S. Garrido.

En aquella casa se vivieron momentos gloriosos como los ascensos ante Gramanet, Toledo y Huesca, pero también otros para olvidar como el ascenso del Cádiz CF o los descensos 2ª B. No fue un amor a primera vista el del aficionado xerecista y el entonces nuevo estadio. Todos hablaban de la lejanía del terreno de juego, de lo frío que era ver el fútbol allí, de la poca presión que se podía ejercer sobre los árbitros y de lo grande que era el estadio para los poco más de 4000 socios que solía tener el club.

Pero a base de historia, de partidos memorables y otros no tanto, se fue creando un vínculo y un sentimiento de pertenencia, de hogar donde, cada quince días, los xerecistas se reunían en torno a un equipo al que cada vez seguían más personas y que empezaba a hacerse un nombre en el fútbol español.

Allá por 2013, maldito año, todo se truncó. De la noche a la mañana, el monstruo de hormigón de la confluencia de la Avda. Rafa Verdú y la Avda. Chema Rodríguez coronada por la Rotonda Xerez CD, dejó de un plumazo de ser hogar del Xerez. Salieron a la luz unas ordenanzas municipales cuyo principal objetivo no era otro que desterrar, otra vez, al Xerez CD, en una clara maniobra política para acabar con el Xerez CD y beneficiar así al recién creado club, la nueva niña bonita de algunos.

Pocos contaban entonces con que el Xerez siguiera compitiendo, con que siguiera labrando su futuro a base de sufrimiento y lucha, como lleva haciendo desde el 24 de septiembre de 1947. Pero en ellas estamos, tras un peregrinar por campos de la Campiña, Guadalcacín, La Granja y el Pedro S. Garrido, el pasado sábado volvía el Xerez a la que fue su casa, volvía a jugar de local en el Estadio de Chapín. Pero algo se ha roto, aquello ya no es lo que era, ya no es nuestra casa, no la del que les habla al menos. Han pasado demasiados años, ha habido demasiadas ofensas y demasiados agravios como para echar de menos aquel lugar.

Entiendo y comprendo que para la entidad es muy importante jugar en Chapín, por lo que en su día representó, entiendo también que se pueden conseguir mejores taquillas y que en un campo tan grande y con ese césped tan bien cuidado, es más fácil desarrollar un buen juego y doblegar a los rivales. Pero para mí, esa ya nunca será mi casa, los recuerdos allí forjados, permanecerán en mi memoria mientras viva, pero mi corazón ya no tiene ningún vínculo con aquello. Las dos veces que allí acudí a ver al Xerez como equipo visitante, allí arrinconados y enjaulados como animales, allí me di cuenta de que aquella nunca volvería a ser mi casa.

 
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