Nicolás Castellano | Fotografía: Juan Medina / Reuters
La primera patera documentada en arribar al archipiélago canario tiene como protagonistas a dos veinteañeros saharauis. Sucedió el 28 de agosto de 1994 y su punto de llegada fue el pueblito pesquero de Las Salinas del Carmen (Fuerteventura). Los jóvenes, a bordo de una barca de madera impulsada por un motorcillo de gasolina, se guiaron por la luz del Faro de La Entallada, cuyos destellos son visibles en noches claras desde el Sáhara Occidental y Tarfaya. Menos de 24 horas tardaron en recorrer los casi 90 kilómetros que separan en línea recta el litoral de Fuerteventura del continente africano. Su viaje 'inauguró' la ruta migratoria irregular hacia Canarias y abrió un nuevo camino hacia Europa.
La historia de Bajiea, uno de los dos saharauis, se extendió como la pólvora por el Sáhara. Sin embargo, no sería hasta febrero de 1995 cuando otros cuatro saharauis llegarían en la segunda patera, también a Fuerteventura. Dos décadas exactas se cumplen ahora de la llegada de Baijea. Desde entonces han alcanzado las Islas Canarias 2.884 embarcaciones con 98.443 personas a bordo, casi la mitad de todos los que han llegado a España por vía marítima: 210.715 inmigrantes. Estos son los que han completado el viaje. Otros muchos, nunca sabremos cuántos, no lo lograron. Son 1.770 los muertos y desaparecidos oficiales desde que se produjo el primer naufragio en 1999.
Hasta 2005 casi todo fueron pateras. En su mayoría llegaban a Fuerteventura, en menor medida a Lanzarote y de manera esporádica a Gran Canaria. Hubo otra fórmula, más puntual, que empezó en 1999: la de los barcos chatarra. Una decena llegó a las Islas con inmigrantes del África Occidental e incluso indios o pakistaníes.
Pero el gran fenómeno migratorio apareció a finales de 2005 en Agaete, en el noroeste de Gran Canaria. Una extraña barca, mucho más larga que una patera y con muchos más inmigrantes, alcanzaba las costas canarias. Era el primer cayuco. A medida que se reforzaba la vigilancia de las costas marroquíes, saharauis, mauritanas o senegalesas, las rutas iban cambiando y los riesgos se multiplicaban. Sólo en 2006, el año de los cayucos, se registraron 27 naufragios con 506 muertos. Estas alargadas barcas de pesca habituales en las costas de Mauritania y Senegal comenzaron a ser utilizadas por los migrantes para intentar alcanzar España después de que en octubre de 2005 se produjeran los graves sucesos de las vallas de Ceuta y Melilla en los que fallecieron decenas de inmigrantes y cientos fueron expulsados al desierto por las autoridades marroquíes. El desplazamiento de este grupo de migrantes hacia Mauritania estaba en el origen de la apertura de la ruta de los cayucos. Primero llegaban sólo varones, todos magrebíes. A partir del año 2000 personas del África subsahariana. Luego mujeres y niños.
Cuando en 1999 se superó por primera vez el millar de inmigrantes que alcanzaron las costas canarias se empezó a politizar este fenómeno humano. La politización del drama, quizás uno de los grandes errores de estas dos décadas. Polémicas por las lamentables condiciones del primer centro de internamiento de inmigrantes que se abrió en la antigua terminal del aeropuerto de Fuerteventura o por la falta de medios de rescate. Críticas al Gobierno del Estado o la Unión Europea reclamando más medios y el reparto de los inmigrantes por el resto del territorio. Alcaldes que regaban los jardines o los bancos de los parques públicos para que los inmigrantes no durmieran en ellos. Traslados en plena madrugada a hurtadillas a Madrid.
Pero en este especial lo fundamental es la visión humanitaria. Hacer memoria de 20 años con la inmigración como protagonista y con una conclusión clara: las políticas de control de fronteras y extranjería no han servido para evitar muertes ni nuevas llegadas, y por tanto, una llamada a la reflexión: ¿el modelo restrictivo al movimiento de personas tiene sentido mientras siguen naufragando vidas y sueños en el Mediterráneo o estrellándose en las vallas de Ceuta y Melilla?
Nicolás Castellano
Dr. Vicente Manuel Zapata Hernández
Geógrafo
Profesor Titular de Geografía Humana de la Universidad de La Laguna
Director Académico del Observatorio de la Inmigración de Tenerife OBITen
Casi un tercio de esas llegadas se concentró en el año 2006, doce meses en que el Archipiélago contabilizó el 80,9 por ciento de la suma del Estado español. Si bien los antecedentes habían preparado el terreno, registrando similar número pero en un lapso más amplio, 32.404 llegadas entre 2002 y 2005, las circunstancias de ese año quedarán en la memoria de todas las personas que se encontraban en ese momento en las Islas, incluidas las que entonces sacaron su billete para alcanzar Europa. De repente, Canarias se transformó en centro de interés en el contexto internacional por la dimensión del fenómeno de las pateras y los cayucos; noticia y curiosidad que atrajo la atención de medios de comunicación, pero también de científicos sociales que recalaron intentando analizar un fenómeno que no es exclusivo ni tan siquiera original, puesto que sucede cada día en muchas partes del Mundo por similar tipo de factores y con consecuencias muy parecidas. Y que, paradójicamente, en el caso de Canarias significó, al mismo tiempo, la ampliación y el estrechamiento de las relaciones humanas con el continente africano.
La mayor parte de las personas que han protagonizado este auténtico trasiego humano ya no se encuentran en las Islas, de hecho, cuesta encontrar a personas que participaron en alguna expedición, y sobre todo, que deseen contar su experiencia, habitualmente cargada de enorme dramatismo; casi siempre implica una aventura previa durante un periodo más o menos amplio anterior a la partida, el mismo y peligroso viaje, así como las múltiples peripecias una vez alcanzado el objetivo de llegar a alguna parte.
Esta corriente, además, ha dejado muy asentada la idea de que la población africana es mayoritaria en Canarias entre la nacida en otros países; nada más alejado de la realidad, puesto que, si algo caracteriza a los nuevos residentes es su diversidad, siendo europeos y americanos los colectivos más destacados, sumando ambos casi el 90 por ciento de la población de origen extranjero empadronada.
De lo que no cabe duda es de que esta experiencia compartida caló en la conciencia de los habitantes de las Islas. Y si bien encontramos un generalizado y hasta comprensible sentimiento de preocupación social ante la dimensión del fenómeno y sus implicaciones, mal canalizado en algunos casos hacia la emergencia de actitudes xenófobas e incluso racistas denunciadas en su momento, lo cierto es que, la vivencia que nos recordó o nos mostró la cara menos amable de nuestra propia emigración del pasado, ha hecho que como sociedad estemos más preparados para enfrentar la siguiente etapa de un proceso que ahora debe poner el acento en el diálogo intercultural y la convivencia en la diversidad como fuentes de cohesión social. Casi sin darnos cuenta hemos pasado en tres décadas a conformar una renovada realidad socioterritorial, en la que las diferencias también suman; y la permanente movilidad, consustancial a este espacio insular, de entrada y de salida, de ida y de vuelta, se ha convertido en uno de nuestros más potentes activos.
Jon Laiseca | Agustín Padrón | Nicolás Castellano | Fotografía: Juan Medina
Quizás nunca sepamos cuántos muertos hay en el enorme cementerio en que se ha convertido el océano Atlántico en estas dos últimas décadas. Entre cadáveres recuperados y desaparecidos oficiales, ya sea en costas canarias o africanas, hay 1778 muertos, según fuentes contrastadas. Habría que recorrer media África Occidental, ciudad por ciudad, aldea por aldea, familia por familia, para saber cuánta gente soñó alcanzar Europa y se dejó la vida en el intento. Estimaciones se han hecho muchas. En 2006 un informe de la Asociación Pro Derecho Humanos de Andalucía aseguró que de cada tres cayucos al menos uno no lograba el objetivo de llegar a Canarias, lo que confirmaba alrededor de 6.000 o 7.000 fallecidos o desaparecidos sólo ese año. "Es triste enterrarles con un número, que no haya ningún familiar en el entierro. Sólo ponemos inmigrante número, 1, 2 y la fecha del naufragio", decía Paco, el sepulturero de Antigua, en uno de los numerosos entierros que le tocó realizar en el cementerio con más lápidas de inmigrantes sin identificar de toda Canarias.
Seguimos. Agosto de 2001. Nueve cuerpos sobre los riscos del Islote de Lobos. Otras rocas, las de Jacomar y las cercanías Faro de la Entallada fueron el lugar donde recogieron más de medio centenar de cadáveres entre 2003 y 2004 en Fuerteventura.
El Esperanza del Mar recuperó cadáveres desde finales de 2005 cuando se abrió ruta de los cayucos. 2006 y 2007 fueron una sucesión dramática de muertos. Sólo el 31 de agosto de 2006 el mar arrojaba a la arena de Nuackhot, la capital mauritana, los cuerpos de 68 personas.
El 19 de julio de 2007 se produjo el peor naufragio en las costas canarias. 48 africanos desaparecían a 98 millas de Tenerife al volcar el cayuco en el que estaban siendo rescatados por Salvamento Marítimo. Y la tragedia con más cadáveres recuperados en las Islas, 25, se produjo en Los Cocoteros, Lanzarote, el 15 de febrero de 2009. Entre los cuerpos recuperados, 18 eran de menores de edad.
Y si ampliamos el foco, la peor de las tragedias es la de Kolda, un pueblo del sur de Senegal: 160 muertos, 160 personas que salieron el 23 de abril de 2007 desde Casamance y de los que nunca más se tuvo noticia. Cuatro meses antes otros 106 senegaleses habían muerto de frío y hambre según relataron los supervivientes encontrados al norte de Dakar.
La sombra de tantas muertes se prolongó hasta el Caribe cuando el 6 de mayo de 2006 aparecieron los cuerpos momificados de 11 senegaleses en un yate a la deriva a 70 millas de la isla de Barbados. Otros 37 senegaleses que viajaban en el yate fueron muriendo y lanzados por la borda por los últimos que fallecieron. Un pesquero español que los remolcaba desde Cabo Verde, cortó el cabo y dejó a la deriva el yate en el que los inmigrantes querían llegar a Canarias. Las corrientes del Golfo y la del Sur, las mismas que utilizó Cristóbal Colón para alcanzar el continente americano, hicieron que el bote con los cadáveres apareciera 1.900 km al este, en El Caribe.
La ruta migratoria por mar a Canarias vivió su primera tragedia el 26 de julio de 1999. Y 103 naufragios, accidentes o hallazgos de muertos se han documentado después. Fue en la playa de la Señora, en el sureste de Fuerteventura. Nueve jóvenes, entre ellos un menor, murieron ahogados a sólo de 20 metros de la orilla.
Juan Medina trabaja desde finales de los 90 documentando los movimientos migratorios desde Africa Occidental hacia las Islas Canarias fundamentalmente.
Juan Medina
Fotógrafo de la Agencia Reuters.
Trabaja desde finales de los 90 documentando los movimientos migratorios desde Africa Occidental.
Cuánto tiempo tendrá que pasar para poner en un lugar destacado de nuestra vergüenza colectiva todo lo que se está haciendo para que las personas que buscan una oportunidad no lo consigan. Primero fueron las casi inevitables fronteras, luego vinieron los alambres de espino, después las concertinas, luego elevar la valla a seis metros, el material antidisturbios, las pelotas de goma y las porras. Lanzarse al mar en pequeñas barcas de pescadores, lanchas neumáticas o hasta botes hinchables de juguete sirven para intentarlo. Así empezó la tragedia, los papeles mojados, los sueños hundidos, las familias destrozadas. El abismo del maar al que se tienen que lanzar porque no hay visados a menos que te fiche un equipo de primera división. No hay recepciones ni brazos abiertos para los que vienen a hacer lo que cualquier otra persona, buscarse la vida, tener una oportunidad para sí mismos y su familias. Sólo encuentran a su paso extorsiones, palos, violaciones, desierto y la muerte en muchos casos.
Si pueden superar todo esto tienen la oportunidad de echarse a la mar. Primero fueron los 14 kilómetros del estrecho; luego la presión política y policial hizo que se transformaran en los 95 que separan el Sáhara Occidental de la punta más oriental del archipiélago canario, aumentando así las muertes y las desapariciones. La presión policial fue tan fuerte que fueron mudando hacia el sur los puntos de salida; Nuadibú, Nuakchot, Saint Louis, Dakar, Gambia e incluso Guinea Bissau. En los cementerios canarios se empezaron a ver nichos sin lápidas y escritas en el cemento fresco las palabras "inmigrante sin identificar número...." y así muchos, demasiados, y muchos más de los que no tenemos constancia. Barcos enteros se fueron a pique, y otros con los motores averiados o sin combustible se perdieron hasta morir dejando el peor dolor que se le puede dejar a un ser querido; desaparecer, sabiendo que lo más probable es que hayan muerto aunque ni siquiera puedan estar seguros y muchas madres aún esperen ver a sus hijos frente a su puerta otra vez.
Si tuvieron la fortuna de sobrevivir a las agresiones, a las redadas en el monte, al desierto o de morir ahogados, verán que no acabó ahí todo; luego viene el encierro, la orden de expulsión o la expulsión sin orden a pie de valla, el confinamiento sin ser un delincuente sólo por ser una persona migrante. Probablemente muchos salimos indignados después de ver la película "12 años de esclavitud" pero las condiciones inhumanas a las que están sometidas las personas migrantes están ocurriendo hoy, en la puerta de nuestra casa. Dolor y vergüenza.
En busca de una vida mejor
del viaje
Mamadou Dia tenía 22 años cuando, el 11 de mayo de 2006, emprendió la aventura de su vida, subirse a un cayuco desde su país, Senegal hasta llegar a la isla de La Gomera. Hoy las ventas del libro "3052. Persiguiendo un sueño" se han transformado en una ONG, Hahatay Son Risas De Gandiol, que realiza acciones de cooperación con su país: Senegal.
Mamadou Dia
Fundador de la ONG Ha ha tay Son risas de Gandiols
El dorado es la cumbre de los sueños de la mayoría de los jóvenes africanos. Llamado también países desarrollados, cuna de la tecnología, referente de moda, las mejores escuelas, las mejores salidas laborales, menor porcentaje de parados, los avances sanitarios, salarios altos, etc.
Imposible para un joven africano no desear explorar o gozar de este mito alimentado por los medios de comunicación. En casi todas nuestras casas hay una televisión donde los mejores canales son europeos, las ligas de futbol, las películas se consumen de mañana, tarde y noche. Por las calles todos los niños andan y juegan con las camisetas de Barcelona o del Chelsea o de otros clubes, y conocen a todos los jugadores y equipos.
La educación alimenta este deseo, no estudiamos en nuestras lenguas maternas sino en lenguas europeas, y la mayor parte de nuestro programa escolar gira en torno a la historia, la civilización y los avances de los países de occidente.
Hoy en día, Facebook y Twitter se han convertido en los pilares de la comunicación, la información se comparte e intensifica las ganas de alcanzar y vivir lo que tiene el otro.
A todos estos factores le podemos añadir la falta de política propia de los líderes africanos. La colonización y la neocolonización han dejado una situación desagradable y esto sigue creando una dependencia garantizada por la deuda externa y la explotación masiva de los recursos naturales y humanos. El libre mercado ha dejado el continente sin producción ni competitividad.
Esta situación que hace veinte años ahogaba mi querida África se ha incrementado favorecida por las reglas del juego liberal. Por ejemplo, en el caso de España, afectada desde 2007 por una crisis que ha terminado con el negocio de muchos empresarios que vieron el continente como una oportunidad para resucitar y de este modo el acaparamiento de tierra se ha convertido en la garantía de un mayor negocio.
Muchas empresas han dejado a pueblos enteros sin tierra, símbolo de vida. Estos fenómenos se han multiplicado en los últimos años en muchos países africanos entre los cuales mi Senegal, Mali, Guinea, etc. creando más pobres y más éxodos. Es lamentable el hecho de que no se comente o se hable en ningún medio de comunicación europeo porque es tan urgente encontrarle una solución como lo es al ébola.
Atraídos por muchas razones entre las cuales se encuentra un futuro mejor, miles de jóvenes han perdido la esperanza en sus propios países y se aventuran en caminos peligrosos donde suelen terminar con sus vidas. Las migraciones internas se han intensificado, al igual que las ganas de pisar el supuesto dorado europeo. Yo hace ocho años que me la jugué en un cayuco junto con unas 83 personas.
La negación de los visados y el cierre de las fronteras a los jóvenes africanos en un mundo activo donde se habla todos los días de cooperación, de mundialización frente a la movilidad exclusiva de la juventud europea, que sí goza del derecho a viajar, es una violación de los derechos y es frustrante.
Veinte años después pedimos justicia, moviéndonos, buscando sin descanso, migrando, sí. Más de 21000 jóvenes africanos han perdido la vida en el mar. Porque nos lo seguís creando, nos lo seguís pidiendo, nos lo seguís alimentando.
Luc André Diouf Dioh
Coordinador de la FAAC en Canarias
Cada proyecto migratorio conlleva expectativas esperanzadoras personales y para muchos africanos/as familiares. Con la crisis petrolera de los setenta seguida de la políticas de ajustes estructurales de los ochenta que aplicaron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y que culminaron con la devaluación de la moneda (franco cfa) de los países de áfrica occidental a principio de los noventa, muchos jóvenes africanos/as preparados, muchos de ellos con estudios universitarios, por razones económicas optamos por emigrar a América, Asia y sobre todo a Europa particularmente a Canarias frontera sur de España.
El archipiélago cuenta con más de un 11% de personas inmigrantes Comunitarios y extracomunitarios, y salvo los puntuales y aislados casos de racismo y de xenofobia alimentados por algunos políticos en épocas electorales con el intento de hacer de la inmigrante un chivo expiatoria para justificar sus carencias y fracasos en sus políticas económicas y sociales del país y de la comunidad autónoma de canarias, hemos de reconocer que la sociedad canaria ha sido y sigue siendo una sociedad de acogida. En todo ello, quizás hayan influido tanto su pasado de emigrantes hacia Latinoamérica, como su cercanía con el continente africano.
En Canarias, la participación ciudadana de los/las nuevos/as vecinos/as ha permitido la incorporación de los mismos en sectores claves como el empleo, la educación, la creación de pequeñas y medianas empresas etc... que han influido positivamente en el desarrollo económico de las islas. En las islas existe una importante, participativa y activa red de movimientos asociativa de inmigrantes, por otra parte se ha dado un incremento de inmigrantes de segunda generación que estudia en colegios e institutos. En los últimos años, venimos notando una tímida participación y afiliación de inmigrantes en partidos políticos etc. Todo lo anterior nos sirve hoy y hace de Canarias una sociedad más plural y diversa donde prevalecen la paz social, el conocimiento de otras culturas, la falta de miedo hacia "el otro", y hace del archipiélago una de las comunidades más cosmopolitas de España. Con la actual globalización, hemos de concienciarnos de que los movimientos migratorios son estructurales y no coyunturales y con ellos mejoran ambas sociedades tanto las de origen como de acogida.
*Federación de Asociaciones Africanas en Canarias.
**franco cfa (franco de las colonias francesas en África).