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Txapapote: el asfalto también fue vasco

El Golfo de Bizkaia, por su naturaleza y por la acción de las corrientes, se convirtió en un "embudo" de fuel procedente del Prestige

Reportaje EP46 | Txapapote: el asfalto también fue vasco

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05:53

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Bilbao

Nada auguraba la llegada al litoral vasco de los restos de aquel buque con 77.000 toneladas anclado a 28 millas de Finisterre. Las primeras manchas comenzaron a avistarse en alta mar, lejos aún de la costa de Euskadi, en la primera semana de diciembre, veintiún días después de que el Prestige sufriera una vía de agua y comenzara a desprender fuel. Sin embargo, conforme iban pasando los días, el efecto del viento y de las corrientes fueron acercando el crudo al Golfo de Bizkaia, calificada por los expertos como "corner". Aquello convirtió la zona en una especie de embudo donde se concentró la contaminación procedente del petrolero.

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En palabras de Manuel González, técnico del centro científico Azti, el viento del oeste y del noroeste arrastró el crudo desde la costa gallega. Al ser menos denso que el agua del mar, el fuel flotaba y llegaba envejecido convertido en una especie de plástico. La actuación del dispositivo de lucha fue determinante en la contención de la contaminación y aminoró la cantidad de chapapote en la costa.

Restos de chapapote en las rocas del Cantábrico / Azti

Una Comisión Interinstitucional formada por Gobierno Vasco, diputaciones y ayuntamientos creó un operativo especial en el que participaron tren mil personas, y que contuvo el avance del fuel. Del total de las 77.000 toneladas que transportaba el buque, la flota vasca recogió 21.100 de fuel emulsionado. El 60% se recupero y se recicló. Aún y todo, 3.800 aves marinas sufrieron el impacto. La coordinación entre instituciones, pescadores y voluntarios fue crucial, recuerda Gonzalo Sáenz de Samaniego, entonces consejero de Pesca del Gobierno Vasco.

215 barcos pesqueros con un millar de pescadores a bordo tomaron parte en las labores de limpieza. Arrancaron al mar 7 toneladas de crudo por cada tonelada recogida en tierra. En total, limpiaron de chapapote 7.300 metros cuadrados. Solo las embarcaciones recreativo-deportivas recogieron 40 toneladas de fuel emulsionado y extremadamente disgregado. Las "galletas" llegaron a algunas playas vascas, como la de la Concha, Sopela, Muskiz o Bakio, la más afectada. Para Iñaki Casas, responsable de comunicación de la Comisión Interinstitucional de Euskadi para el Prestige, la unión de las instituciones y la información fueron clave. "Atajaron la mayor cantidad de fuel en el mar y evitaron el impacto en costa, algo que marcó un antes y un después contra la lucha de vertidos en todo el mundo", explica.

La labor de los pescadores

Joxe Beñardo llevaba jubilado un año cuando ocurrió el accidente del Prestige. Tras toda la vida dedicado a la mar, no lo dudó a la hora de subirse a un yate y colaborar en la tareas de limpieza. "Fueron momentos duros", advierte. Iban sacando "trozo de plastilina" y depositándolos en un contenedor. En casa de Pili y de Benito dejó de entrar dinero de un día para otro. Pili era entonces responsable de las rederas de Hondarribia. Al prohibir la salida de los barcos a la mar, tuvieron que parar su actividad. Recuerda que, al principio, las redes llegaban totalmente manchadas de fuel y quedaban inservibles. Su marido, Benito, era mecánico del barco Itsas Eder. Al quedar amarrado a puerto, se quedó sin faena y se sumó también al operativo de recogida de chapapote.

Joxe Beñardo, Benito y Pili en Hondarribia / Cadena SER

El Gobierno Vasco articuló una serie de ayudas con las que pudieron sobrevivir los hombres y mujeres dedicados a la mar que durante casi dos años se quedaron sin trabajo. Las instituciones vascas invirtieron 55,2 millones de euros hasta el 31 de diciembre de 2003 en la lucha contra el fuel.

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Juan Mari Beldarrain, miembro del colectivo ecologista Eguzki, fue uno de los voluntarios que, nada más conocer la noticia, decidieron ayudar en las tareas de limpieza. "Cogí las herramientas que tenía en casa y, junto a otros diez amigos, nos fuimos a Mompás, en la falda de Ulía, en San Sebastián. Recogimos entre 8 y 10 kilos de chapapote", cuenta. Aaron Rodríguez, del municipio vizcaíno de Astrabudua, tenía entonces 18 años. El Prestige le sacudió de tal manera que decidió hacerse voluntario de Cruz Roja Bizkaia. "Me impactó mucho ver que había aves muertas junto al galipó, porque estábamos muy lejos de donde se inició el desastre. También me impactó positivamente la movilización de las personas voluntarias a nivel nacional e internacional", detalla.

Chapapote: la mancha del Prestige
 
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