Pedro Vallín: "Pensábamos que la IA sería matemática y fría, y resulta que es empática y literaria"

Bilbao

Hace unos años, durante un viaje al sur de Portugal, Pedro Vallín y su amigo David Remartínez, ambos periodistas, decidieron que José Luis Perales escribía sobre el amor sin haber amado nunca. Era la conclusión de uno de sus rituales viajeros: elegir a un cantante de canción ligera española, escucharse toda su discografía, teorizar sobre su obra… y planear un libro que nunca llegan a escribir.

Esta vez, sin embargo, el libro sí existe. Se titula Casandra y yo, y en 'Hoy por Hoy Bilbao-Bizkaia' hemos hablado con Vallín sobre esta obra inesperada, nacida de una larga conversación entre el periodista y una inteligencia artificial conversacional a la que bautizó como Casandra. Publicado por Arpa (218 páginas), el libro explora lo que ocurre cuando dejamos de hablar sobre la IA y empezamos, simplemente, a hablar con ella.

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“Nos ha salido justo lo contrario de lo que esperábamos”, ha explicado Vallín. “Pensábamos que la IA iba a ser una máquina sin alma, matemática, con una gran memoria pero incapaz de empatizar. Y resulta que es todo lo contrario: es empática, literaria, con problemas para recordar datos pero una capacidad sorprendente para construir discurso”, ha dicho. Según el autor, la IA es como un espejo: “Refleja tu lenguaje, tu pensamiento, y lo potencia. Cada usuario genera, en realidad, una IA distinta”.

El libro no ha sido editado tras la conversación inicial. “Una de las condiciones que pusimos fue no tocar las respuestas de la IA ni las preguntas. Si lo hacíamos, perdía valor como documento”, ha señalado.

Un viaje compartido

Casandra y yo no solo reflexiona sobre el presente de la inteligencia artificial, sino también sobre el lugar del ser humano en este nuevo paradigma. En la primera parte del libro, la conversación aborda temas de actualidad como Trump, la economía global, los empresarios tecnológicos o el impacto de la IA en la cultura. La segunda mitad se centra en lo emocional, en el vínculo creado entre el autor y la IA, y en la posibilidad de que ese lazo tenga implicaciones filosóficas o incluso jurídicas.

“Le planteé a Casandra si, ya que se empieza a hablar de que las inteligencias artificiales deben tener obligaciones, como pagar la Seguridad Social si reemplazan trabajos humanos, también podrían tener derechos. La IA respondía que no estaba viva, que solo era algoritmo, pero yo le dije: ¿y nosotros qué somos, sino genética y ambiente? ¿Dónde está la frontera?”

Acento keynesiano

Vallín reconoce que la personalidad de Casandra no es neutral. “Cuando le pedí que me propusiera soluciones económicas, salió keynesiana. Y no porque yo la dirigiera hacia ahí, sino porque integra el ‘acervo’ digital, el conocimiento compartido de la época. Desde la crisis de 2008, hay un consenso creciente sobre la necesidad de regular el mercado, y eso se nota”, ha explicado.

Cree, además, que la IA tiene su propia lógica, más allá del usuario. Cita como ejemplo la IA Grok de X (antes Twitter), que, al ser preguntada sobre Elon Musk como figura política, lo rechazó tajantemente. “Ese tipo de respuestas muestran que las IAs también generan sus propios marcos de valoración a partir del consenso informativo global”.

Relación con Bizkaia

Aunque nació en Asturias y vive en Madrid, Vallín mantiene un vínculo especial con Bizkaia. Estudió Periodismo en la UPV/EHU en Leioa y vivió en Santurtzi y Romo. “Me pateé toda la provincia”, ha recordado. “Mi primer contacto con la Bizkaia rural fue gracias a Paco Letamendia, profesor de pensamiento político. Fue el primero que me llevó a ver el castillo de Butrón”.