Los últimos porteros de Pontevedra, un oficio en desaparición

Llevan más de 36 y 40 años respectivamente como porteros en edificios del centro de Pontevedra. Las vidas de nuestros protagonistas en el programa de la Ventana Pontevedra-Arousa de hoy, siempre han estado vinculadas a comunidades de vecinos que cuidan mimosamente desde hace años.

Pepe González es portero en dos portales en las galerías que conectan la calle Castelao con Juan Fray de Navarrete. Quedamos con él en estas galerías y nos recibe con una sonrisa de oreja a oreja y es que se le nota que está feliz, “me siento como en casa, todos somos como una familia”, relata. Su rutina diaria comienza bien temprano, su jornada da inicio pasadas las siete de la mañana y entre sus funciones está la limpieza general y mantenimiento de los edificios, por cierto, de los más altos de la ciudad con más de 80 vecinos en total.

Es un hombre que vale para todo. Trabaja de lunes a viernes, pero nos cuenta que los fines de semana si algún vecino necesita su ayuda, él responde eficazmente. El oficio de portero o conserje de edificios, es un trabajo que con el paso de los años ha ido desapareciendo.

Quedan muy pocos, en parte, “porque los nuevos edificios son más pequeños y su mantenimiento lo asumen directamente empresas de limpieza”, explica. Pepe González, no solo trabaja para la comunidad, su relación con los vecinos va más allá. “Trabajo en un edificio antiguo que tiene más de 50 años y los vecinos son mayores y muy generosos conmigo”, nos explica. Pepe es un manitas, si hay una avería en el piso de algún propietario ahí está el si no hay un técnico cerca e incluso baja la basura a los vecinos, ¡como para no estar agradecido!

Las anécdotas de este portero son muchas, pero una de ellas relata la carga de trabajo que tenía cuando los partidos políticos organizaban mítines en los antiguos cines Gónviz. “En un mitin del Partido Popular en el que participaba Fraga hubo una amenaza de bomba y la Policía me revolucionó todo el edificio, fue una locura”, recuerda Pepe.

En la misma línea de agradecimiento por sus años de trabajo está Serafín Solla, que trabaja en el número 48 de la calle Rosalía de Castro. La suya es una historia de compromiso y cariño hacia la comunidad. Sus vecinos están tan encantados que, al igual que a Pepe González, le piden que no se jubile nunca.

Serafín es natural de Moraña, casado en Campo Lameiro y residente actual en Pontevedra. También a Serafín le confían tareas más allá de las de la limpieza o mantenimiento, en su día a día recoge paquetes y custodia llaves de los propietarios cuando se lo piden.

Seguro que hay oficios mejores, también peores, pero estos dos porteros pontevedreses no cambian su profesión por otra, están felices en sus porterías, el cariño que reciben compensa el esfuerzo diario. El oficio de portero se extingue y con él, anécdotas y vivencias inolvidables.