El micromentario de Pepe Belmonte: 'Gloria eterna para los perros verdes'
Escucha la columna de opinión del catedrático de Literatura en la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia
El micromentario de Pepe Belmonte: 'Gloria eterna para los perros verdes'
02:10
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1665395783285/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Murcia
El pasado lunes, justo cuando declinada la tarde, los medios de comunicación anunciaban la muerte de Jesús Quintero, el Loco de la Colina, el perro verde más verde de entre todos los perros verdes que habitaban en España.
El rey de los silencios, el príncipe de la palabra. Él mismo llegó a decir que sus silencios surgían, no a propósito, sino por haber crecido entre personas, familiares y amigos, que llevaban adherida al alma el compás del cante jondo.
Quienes tuvimos ocasión de seguir sus programas a través de la radio o la televisión de aquellos años en los que aún no estaba asentada del todo la democracia, nos ha quedado para siempre el recuerdo de un personaje excepcional, diferente al común de las gentes. Como una especie de humilde profeta que hubiera descendido de su nube para mezclarse con el resto de los mortales.
Jesús Quintero sabía preguntar como nadie. Y sabía bajar a la arena, como los gladiadores de la antigua Roma, cuando era preciso. Y así lo demostró entrevistando a otros muchos perros verdes que arrastraban su nostalgia y su soledad por el mundo.
Como aquel Cojo Manteca, un punki centrifugado del sistema, al que le pilló pidiendo en el metro de Madrid una manifestación de estudiantes en contra de la subida de las tasas académicas, y comenzó a destrozar con su muleta todo cuanto encontraba a su paso, convirtiéndose así en un inesperado héroe, en contra de su voluntad.
Jesús Quintero, siempre con su pañuelo al cuello, como un forajido del Oeste, fue un excelente comunicador, un entrañable personaje que se hizo de querer por quienes nos quedábamos embobados escuchando su voz templada y melodiosa.
Fue un pequeño filósofo, con esa sabiduría tan particular y senequista de los andaluces, capaz de afirmar que “perdemos la juventud el día en que dejamos de soñar con el paraíso en la tierra”.
Pepe Belmonte