Armando Rodríguez será el último torrero que resida en el faro de Cabo de Palos
39 años de profesión en la que ha visto desde peticiones de mano a naufragios
Cartagena
Se construyó cuando Cuba y Filipinas eran de España, fueron canteros galleros los que realizaron los trabajos de sillería. El Faro de Cabo de Palos es una de los edificios más emblemáticos de nuestro litoral, y en el que vive Armando Rodríguez desde hace 37 años. Armando reconoce que, aunque los avances tecnológicos han ayudado mucho a sus labores de mantenimiento e inspección, su profesión sigue teniendo esa parte romántica, "hay mal tiempo, pasan cosas o cae un rayo. Estando en el faro resolviendo una avería de un rayo, te cae otro. Empiezan a saltar cosas. Hay historias románticas porque aquí en el faro de Cabo de Palos se han hecho varias pedidas de mano" nos cuenta Armando.
Armando Rodríguez, farero de Cabo de Palos
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Pero, también está convencido de que algo de ese romanticismo "se va a perder". Las nuevas generaciones ya no tendrán que residir en estas espectaculares edificaciones, "ya no se exige como antes vivir en el faro, antes sí que te obligaban a vivir aquí, se hacían guardias... Ahora es un servicio más de mantenimiento periódico y de atención de averías mediante sistemas de supervisión remotas y telecontrol" nos cuenta.
De familia de fareros, Armando ha sobrevivido a tormentas terribles, "en Navidades cuando nos quedábamos solos o con un compañero he vivido tormentas muy duras que dices, bueno no sé lo que va a pasar aquí. Saltaban las tapas de los fusibles de las paredes, los cables...". También ha sido testigo de desgracias "gente que se ha caído por los acantilados", pero de todas sus experiencias, se queda con la imagen de los amaneceres desde el faro, "con la silueta del faro imponente. Y luego también de noche, cuando está el cielo despejado, salir fuera y ver el faro de Hormigas, y esa mole de piedra con los haces de luz cuando gira la óptica, que son rayos que apuntan al horizonte. Es una imagen que no se me va de la retina". Aunque lo más espectacular que ha visto además de "ballenas y delfines que pasan por delante" es "un submarino saliendo del agua en una maniobra que tienen, que es como de escape. Lo ves salir como en las películas".
Le faltan tres años para jubilarse, antes "quiero dejar las cosas encaminadas para mejorar lo que se pueda y que los cuatro compañeros que han nombrado hace poco y que nos van a sustituir, tengan todo funcionando a la perfección. Y me dedicaré a viajar y a hacer deporte, soy muy aficionado al buceo, y a ver sitios que no conozco; vivir un poco la vida mientras la salud aguante" dice Armando. Con él se marchará la profesión de la manera más tradicional, "como el último farero de la antigua escuela, el último farero que vivió en Cabo de Palos. Eso sí que va a ser una cosa rara... No sé si me va a dar pena".
Su ilusión, que cuando él se marche el faro se destine a uso público y pueda ser reconvertido, por ejemplo, en un centro de interpretación. Este miércoles se ha celebrado el día internacional de los faros. Una jornada en la que la Autoridad Portuaria de Cartagena anunció un proyecto de adecuación del entorno de este mítico faro para recuperar con plantas autóctonas.