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El corsario Antonio Barceló

“Conviene aclarar que un corsario era algo muy diferente de un pirata: el corsario se trataba de un particular que, por las razones que fuesen, había obtenido una ‘patente’ o permiso del rey para atacar y apresar embarcaciones de países enemigos, tras haber depositado previamente una fianza y comprometiéndose a cumplir una serie de normas tanto en lo que se refiere a quien podría atacar, al comportamiento con los vencidos, al reparto del botín apresado, etc…”  Escribe y nos aclara el historiador Agustín Rodríguez González en su libro “Corsarios españoles” (2020)

Retrato de Antonio Barceló conservado en el Museo Naval de Madrid. Copia de 1848 de un original dieciochesco que se exponía en el Ayuntamiento de Palma de Mallorca. / Museo Naval de Mad

El corsarismo tuvo dos razones importantes para su existencia porque a través de ellos la Corona conseguía un medio de defensa del territorio y del comercio, y además era una fuente importante de ingresos procedentes de los impuestos que gravaban las capturas. Siempre se destinaba una quinta parte del botín (Quint reial) para la Corona.

Hubo corsarios españoles en el Atlántico (el canario Amaro Pargo es un genuino representante) y en el Mediterráneo. La actividad de corsarios mallorquines está documentada en el Archivo del Reino de Mallorca e hicieron posible un dinámico tráfico de mercaderías relacionado con diferentes puertos. Jugaron un papel primordial no solo el comercio sino también en el abastecimiento de trigo durante la Guerra de Sucesión, por las numerosas capturas de barcos que hicieron. En los siglos XVI y XVII hubo mucha actividad corsaria mallorquina y el gran detonante de este aumento fue la victoria en la batalla de Lepanto (1571) contra el imperio otomano. A partir de ese suceso histórico, Felipe II intenta controlar el tráfico en el Atlántico y las Indias Americanas, dejando el Mediterráneo sin apenas escuadras oficiales.

Debido a la “Guerra Santa” contra los turcos y los enfrentamientos con los ingleses y franceses, la corona española se siente rodeada y amenazada y es por ello que aumenta de forma considerable la actividad corsaria. Son más de medio centenar los mallorquines e ibicencos que formaron parte de esta “guerra legal”.

El capitán Jaume Canals y el capitán Toni fueron dos de ellos, pero incluso la nobleza mallorquina formó parte de este tipo de actividades financiando “empresas” como armadores de buques. Podemos decir que el Capitán Toni, Antonio Barceló, fue el corsario más famoso de Mallorca. Era hijo de un patrón de jabeque y en sus primeros años trabajó como correo entre Palma y Barcelona y más tarde solicitó la patente de corso para defenderse de los ataques enemigos. Pese a que siempre trabajó bajo la patente, participó en muchas batallas apoyando y dirigiendo escuadras de la armada española y por sus méritos fue promocionando rápidamente en la escala social y militar. En 1738, gracias a una victoria contra naves argelinas, obtuvo el grado de alférez, desde el cual fue ascendiendo hasta convertirse en teniente general de la armada española. Su fama fue tal que incluso se creó una copla para reflejar sus grandes hazañas: “Si España tuviese cuatro como Barceló, Gibraltar sería de España, que de los ingleses no”.

 
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