Otro 18 de julio es posible

Como cada año, ayer, 18 de julio, se celebró en el Valle de los Caídos una misa en memoria del 18 de julio del 36, día más conocido como Alzamiento nacional por quienes a estas alturas de la película aún tienen ganas de celebrarlo. Los demás lo llamamos simple y llanamente golpe de estado franquista. Una misa que puede ser la última, a tenor de la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática.

Desde que perdí la fe y me convertí en alguien a quien un columnista conservador podría definir como “atea y equivocada en todo lo demás”, no se me ocurriría encargar ninguna misa por nada ni nadie. Pero si tuviera que recordar, dios mediante, algún acontecimiento fechado en 18 de julio, dos se me vienen a la cabeza. Lo hacen por obra del proyecto artístico multidisplicinar Orojondo, creado por Juan Sánchez Porta, un cachondo que ha llenado un almanaque de esas otras efemérides que podrían reunirse bajo la etiqueta de memoria histriónica.

El primero, es el 18 de julio de 1997, hace 25 años, cuando Andrés Burguera, hijo de Andrés Pajares, fue detenido en Nueva York al ser confundido con Andrew Cunanan, el tipo que acababa de matar a Gianni Versace. Y el segundo el de 2001, cuando Arlequín, Loli Álvarez y Montse Páez, miembros del universo cinemático de Yurena, se estrellaron contra la Cibeles dañando la base de la estatua y arrasando 8 metros de los geranios que la adornaban. Prefiero celebrar a los que se empotraron contra la Cibeles que a los que la secuestraron.