"Sólo pedimos baños adaptados para poder salir de casa": así es vivir con una bolsa adosada para recoger las heces

Madrid

¿Se imaginan salir por la mañana de casa y saber que no van a poder ir al baño en todo el día? ¿Saldrían igual o solo se atreverían a ir por el barrio? Se lo complico un poco más. Imagínense que ni siquiera tienen control sobre sus esfínteres y que no saben cuándo van a necesitar ir al baño. Así un día tras otro y, en muchos casos, para siempre. ¿Irían a trabajar? ¿Se atreverían a coger un avión? ¿Saldrían con los amigos? ¿Irían a una actuación escolar de sus hijos o los llevarían al cine o al zoo?.

En España hay 200 mil personas a las que les ocurre esto. A causa de una enfermedad les tuvieron que realizar una ostomía que consiste en sacar, a través del abdomen, un trocito del intestino delgado (ileostomía) o del intestino grueso (colostomía), que se sutura a la piel para crear una salida artificial de la orina o las heces. La apertura se llama estoma, y a través de él los excrementos caen en una bolsa que el paciente tiene adherida al abdomen.

Esa bolsa se tiene que vaciar o cambiar cuando se llena, pero los pacientes no tienen donde hacerlo, a no ser que se arrodillen al lado de la taza del váter, de un baño público, para tirar el contenido de la bolsa. Una bolsa que luego deben limpiar. Las ostomías afectan a personas de todas las edades, desde bebés hasta ancianos, el mayor número de pacientes tienen entre 45 y 55 años. Ellos no deciden cuando defecan u orinan. A veces ni lo notan y, por tanto, no saben cuándo se les va a llenar la bolsa y si van a tener oportunidad de vaciarla. Tampoco pueden aguantar mucho con la bolsa llena, sus heces son líquidas o semilíquidas y la bolsa sólo está adherida al abdomen por una pegatina y puede haber peligro de fuga.

El pasado año el Senado aprobó por unanimidad una moción que instaba al gobierno a crear cuartos de baño adaptados a personas ostomizadas en todos los edificios públicos. Los pacientes piden que se incluyan en el código técnico de edificación. Ahora apenas hay un centenar repartidos por todo el país y, se han instalado, gracias al trabajo de las asociaciones.