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Santiago Mitre: "A la rutina hay que asesinarla"

El director de 'Argentina 1985', una de las películas del año sobre los juicios de la dictadura, estrena 'Pequeña flor', un juego cómico y sangriento que cuenta con Sergi López en el reparto

Santiago Mitre (Photo by Laurent Koffel/Gamma-Rapho via Getty Images) / Laurent Koffel

Madrid

Santiago Mitre ha tenido un año convulso. El director argentino que se ha ido consolidando como uno de los referentes del cine de autor en su país, logrando acabar en los grandes festivales, como San Sebastián o Cannes, ha experimentado este año el éxito de la popularidad con Argentina 1985, el thriller judicial sobre los crímenes de la dictadura.

"Estoy en un año hiperactivo, mucho más activo de lo que suele ser y de lo que me gustaría, pero estoy muy contento. Se está estrenando Pequeña flor después de haber estrenado Argentina 1985, películas algo antagónicas, extremas, dentro de lo que los extremos del cine pueden ser para mí. Una es una comedia surrealista y ultra sentimental. La otra, una película histórica, política, que trabaja sobre la actualidad de una manera muy precisa. Creo que posiblemente sea la única vez en la vida que me vaya a pasar, pero bueno, veremos, quién sabe", dice en una entrevista en la SER.

Mitre está en Madrid presentando otra película, Pequeña flor, una historia más pequeña, pero la primera de sus obras rodada en otro idioma, en francés. Es la adaptación de una peculiar novela escrita por Iossi Havilio, un novelista argentino joven al que el director conoce y que ha adaptado con la ayuda de Mariano Llinás, con el que firma el libreto de Argentina 1985 y La cordillera.

"Mariano fue mi profesor de guión en mi primer año en la universidad. Era su primer año como profesor, porque tampoco es que es mucho mayor que yo. Y desde ese momento empezamos a colaborar. Yo trabajé como productor, asistente de producción en trabajos suyos y estuvimos siempre en contacto. En todas las películas que he hecho, de alguna manera, ha participado, y ahora hace un tiempo que ya tenemos establecida esta especie de alianza de guionistas pero también hacemos guiones para otras personas", explica sobre el cineasta de La flor, que acaba de dirigir también otra comedia, Clorindo Testa, una especie de película biográfica que presentó en el Festival de Gijón.

"Leí la novela como cualquier persona que lee una novela. Me divirtió mucho, me pareció una locura hermosa. Me lo encontré al escritor, que era amigo mio y le hice muchas preguntas y en el contexto de esa conversación surgió la idea de hacer una adaptación cinematográfica de la novela, como que había un montón de cosas interesantes como para jugar, desde luego desde lo cinematográfico, y a mostrar el género fantástico", nos cuenta Mitre que confiesa que el libro era un parque de atracciones para cualquier cineasta.

Y es que en Pequeña flor hay asesinatos, hay humor, hay locura, hay hipnosis y hay crítica social. Cuenta la historia de José, un argentino que se mudó a Francia con su pareja y su hija recién nacida. Es él el que debe encargarse del bebé al quedarse en paro, mientras su mujer trabaja fuera. Un cambio de roles que le deja noqueado, como a todo hombre moderno y progre. "Yo creo que nosotros ya pertenecemos a una generación en donde todo este tipo de cuestiones las podemos tomar, digamos, como material para hacer humor, quién es quién en esa microestructura social llamada familia. Es algo que siempre debería cuestionarse", explica. "En este caso, él pierde el trabajo, y le cuesta conseguir otro. Ella es francesa, habla el idioma y tiene más posibilidades, así que se va a trabajar y él se queda en casa". Ellos son Daniel Hendler y Vimala Pons.

En esa vida rutinaria en la casa, conoce de repente a un nuevo y extravagante vecino. Mientras escucha una pieza de Jazz, titulada Petite Fleur (como el título de la película) mata al nuevo amigo. Sin embargo, al día siguiente, vuelve a la casa y el vecino sigue vivo. Lo mata de nuevo. Revive. Lo mata. Revive. Y así nos adentramos en esta alocada crítica a la rutina y a la pareja convencional. "A la rutina hay que asesinarla", dice Santiago Mitre sobre la idea del filme. Una vida rutinaria, de un amo de casa, un dibujante de cómic que ahora debe cuidar de su hijo y cuya imaginación sale por algún lado. Y es que hasta la locura puede convertirse en rutinaria. También el cine.

"La verdad es que se lleva tan rutinario como todo, como todos los trabajos, supongo. Hay momentos en donde uno anhela una rutina más parecida a una vida normal y otros momentos que una ansía que llegue la rutina de rodar, porque también un rodaje tiene mucho de rutinario. Todos los días, hay que rodar planos, planificar escenas...", reflexiona Santiago Mitre.

La rutina como algo donde aprender a vivir o la rutina como sombra que llega a todos los rincones, que nos amenaza a todos los habitantes de las sociedades modernas. Esa es la moraleja de una película que escapa de todo, que busca también escapar de la rutina de un género, de un guion, de un montaje. "Es una idea poética, linda, que a todos los que vivimos en una estructura así hay que amigarnos con la rutina. Es algo placentero. Y entender que la rutina también puede ser parte de una pequeña aventura. Digamos solo que esa aventura se renueva todos los días o cada cierto tiempo". La película juega con múltiples rutinas, algunas son delirantes y otras son reales. En esa rutina se inserta una pareja que acaba de tener un hijo y que sobrevive en una ciudad anodina

"La idea de estar en Francia vino de la productora, que era francesa. Habíamos rodado La Cordillera, que estuvo en Cannes, y nos propuso hacerlo así. De golpe hubo algo que nos interesó de la propuesta, que era incluir la idea del desarraigo, del aislamiento que tiene el personaje, que se podía concretar a través de la barrera idiomática y hacer juegos con el lenguaje, juegos de contrastes culturales, y eso podía ser divertido", añade.

Los contrastes están también en la propia historia, que comienza siendo un relato de pareja en tiempos del Me Too y acaba en una comedia acelerada con humor y terror. Para esas dos partes, hubo un diseño de fotografía diferente. "La idea de base que era que la película empezara de una manera un poco más realista, con una paleta de color un poco más apretada. Predominan los azules. Y a medida que avanza se va poniendo un poco más oscura y empiezan a aparecer los colores primarios y colores con muchísima más intensidad. Trabajamos la fotografía inestable, por decirlo de alguna manera, en donde donde los colores y los tonos y los contrastes pudiesen ser variables dentro de la propia escena".

Y de fondo, hay algo del ritmo de un argentino ilustre, el escritor Julio Cortázar. Está el jazz, está la ruptura del relato y el desconcierto narrativo. No es Rayuela, pero Pequeña Flor tiene algo de ese juego. "La película está armada con una libertad total, tal vez una libertad ordenada como una especie de sesión de improvisación, de jazz, donde hay un patrón y las cosas se van modificando y mezclando con otros elementos", explica sobre el ritmo el director. Uno de esos elementos es el fantástico argentino, una tradición literaria donde también se ubica Cortázar, o Bioy Casares, Onetti. "Hay muchos autores del Río de la Plata que han trabajado esa tradición, también César Aira o Mariana Enríquez. Es el fantástico y esa vertiente del fantástico tan de allí, de esa región de donde vengo, es algo que a mí me gusta mucho, pero que nunca había tenido la posibilidad de llevarlo al cine".

Pequeña flor es la película que más se sale del estilo de Mitre, curtido en un realismo social y político que ha marcado sus primeros títulos, como El estudiante, sobre la militancia y el compromiso, o Paulina, sobre cómo ser víctima de la violencia machista en una sociedad patriarcal, que también les dice a las mujeres como comportarse después de una violación. También La Cordillera donde imaginaba una cumbre de mandatarios latinoamericanos con Darín como presidente de Argentina. Por cierto, que en ese filme ya había una sesión de espiritismo, como la que realiza Sergi López a esta pareja en apuros y en horas bajas.

De alguna manera, Argentina 1985 también ha sido un salto diferente en su trayectoria. "Todo lo que sucede con Argentina 1985 está por delante de mis expectativas. Me sorprende, me alegra y a la vez me deja un poco anonadado. Fue seleccionada para ir a los Oscar y ahora estamos haciendo ese trabajo de promoción, yendo ahí a presentar funciones y y generando pequeños eventos, porque para que una película logre tener ese recorrido hay que hacer muchísimo trabajo y un lindo trabajo, porque es, en definitiva, presentar una película que uno quiere mucho y que le gusta mucho. Pero muchísimo trabajo, mucho más del que yo imaginaba. Es la primera vez que estoy viviendo esa experiencia".

La película no solo ha sido un revulsivo en las salas de cine de su país, a pesar de que iba a estar en Amazon Prime Video, y se ha convertido en la producción más cara de Argentina. También ha sido objeto de debate más allá de lo cinematográfico. Juristas, políticos, víctimas y espectadores han hablado de la película. La memoria histórica, lejos de ser una entelequia, demuestra estar viva, escocer. También ha causado furor en España, que miramos ese juicio con envidia. "Es un filme político que trata sobre un tema determinado. Todas las discusiones y debates o artículos y cosas que se publican o charlas incluso que se están dando, me parecen maravillosas y me alegro", dice sobre las críticas al haber trazado un relato muy hollywoodiense y reduccionista de lo que fueron los juicios contra los cabecillas de la dictadura y de los asesinatos.

"A mí me resulta interesante y me parece que enriquece mucho el camino de una película. Cuando uno hace una película de un tema político, el mayor deseo que puede tener es eso, que la película trascienda un poco el terreno de lo cinematográfico. Y esta película ha trascendido por mucho el terreno de lo cinematográfico y se ha convertido en un evento", reconoce Mitre que se siente halagado ante el debate. "Por supuesto que hay gente que la critica porque opina que hay cosas que se omitieron. Hay gente que opina desde su saber particular, que no siempre es el cinematográfico. Pero a mí todo eso me me alegra y me sirve también para aprender y para entender cómo la película funciona con el público, que es siempre el gran enigma que tenemos los cineastas". La conexión ha sido total. Ahora la película, protagonizada por Ricardo Darín, ya está en plataformas y veremos qué pasa en los grandes premios inernacionales.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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