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Tarantino y sus memorias cinéfilas: el trauma de Bambi, Almodóvar y la película que su madre no le dejó ver

El director de 'Pulp fiction' y 'Kill Bill' reflexiona en 'Meditaciones de cine' de su pasión por las películas y por cineastas como el director manchego y Martin Scorsese

Quentin Tarantino, en el Festival de Roma en 2021 (Photo by Vittorio Zunino Celotto/Getty Images for RFF) / Vittorio Zunino Celotto

Madrid

Quentin Tarantino es muchas cosas, pero sobre todo un friki del cine. Un cinéfilo empedernido para quien vale más la Palma de Oro en Cannes, esa que ganó con Pulp Fiction, a un Oscar. Su amor por el cine empezó a los siete años, tal y como revela en Meditaciones de cine, su libro de memorias editado en España por Reservoir Books y en el que lanza su verborrea habitual sobre personajes, actores, directores, títulos de películas, pero también donde deja entrever su lado más tierno.

Tarantino comienza el libro recordando, como el Aureliano Buendía de Cien años de soledad, aquella vez en que sus padres le llevaron a conocer el cine. Fue en una sesión doble. Su madre y su padrastro habían elegido dos títulos muy especiales. Joe, ciudadano americano, de John G. Avildsen, y ¿Dónde está papá?, de Carl Reiner. Aquella noche dio paso a algo que volvería a hacer el pequeño Quentin, ver películas no recomendadas para su edad. Quizá de ahí salió su manera de acercarse a temas, como la violencia o el sexo, de manera diferente y sin miramientos, característica que le ha convertido en uno de los directores más populares y singulares de la historia del cine, gracias a películas como Kill Bill, Reservoir dogs o Jackie Brown.

Si hubo algo perturbador en la infancia del director relacionado con el cine, eso fue Bambi. "Fue imposible hacer frente a la película", escribe en estas memorias sobre el clásico de Disney que ha traumatizado a varias generaciones de niños. También se impresionó viendo Harry el sucio o El grito del fantasma. La violencia contra las mujeres sobrecogía a este incipiente espectador.

"El hecho de que Bambi pierda a su madre toca la fibra sensible de todos los niños. Pero creo que, incluso más que la dinámica psicológica de la trama, el inesperado giro trágico de la película fue lo que me causó tal conmoción. Los anuncios de televisión no ponían de relieve la verdadera naturaleza de la película. Por el contrario, se centraban en las travesuras de los entrañables Bambi y Tambor. Nada me preparó para el desgarrador giro de los acontecimientos. Recuerdo que mi pequeño cerebro exclamó el equivalente en un niño de cinco años a: ‘¿Qué coño está pasando aquí?’. Creo que si hubiese estado más preparado para lo que iba a ver, lo habría procesado de manera distinta".

Sobre la violencia y el debate de cómo representarla, que ha perseguido al director desde que debutara en Sundance en los noventa, explica Tarantino de donde ha podido venir su manera de acercarse a ella. Cuenta que su madre nunca le prohibió ver ninguna película salvo algunas excepciones, como Melinda, de Hugh A. Robertson. Él le preguntó a su madre por qué no podía verla y ella le respondió con un argumento que el director usaría para contestar a los periodistas y críticos en el futuro, ya convertido en el gran creador que es hoy. "Verás Quentin, es muy violenta. No es que eso lo rechace forzosamente. Pero no entenderías el argumento. Y, sin entender el contexto en el que se desarrolla la violencia, estarías viendo la violencia por la violencia. Y eso no es lo que quiero", le dijo su madre.

Su madre tuvo una pareja afroamericana. Él fue quien le inició en uno de los géneros favoritos, y más influyentes, para el director, el blaxploitation, género cinematográfico que tuvo lugar en los Estados Unidos a principios de los setenta con la comunidad afroamericana como protagonista. Primero lo homenajeó en Jackie Brown y, después, en Django desencadenado, una película contra la esclavitud americana. Cuenta que sus primeras películas de este género fueron títulos como Pólvora negra y The Bus Is Coming. "Mi cara pequeña era la única blanca entre el público. Esa iba a ser mi primera película en una sala con un público totalmente negro (excepto yo) en un barrio negro. Corría el año 1972. Hacia 1976 me aventuraría a ir solo a un cine en el que casi todo el público era negro, el Carson Twin Cinema (en Carson, California), donde me puse al día de todos los clásicos del blaxploitation y el kung-fu que me había perdido en la primera mitad de la década, además de todas las otras películas del blaxplotaition que salieron en esa época", explica Tarantino contando casi un retrato de la sociedad americana de los setenta.

Mencionaba el cine Carson Twin y es que en Meditaciones de cine son muy importantes las descripciones que realiza Tarantino de las salas de cine. Un enamorado y defensor de la pantalla grande, del momento colectivo de ver una película en comunidad, con palomitas y con buen sonido e imagen. De hecho, él es dueño de una sala en Los Ángeles donde proyecta títulos alejado del circuito comercial de estrenos.

Como buen cinéfilo, Tarantino alaba el trabajo de otros compañeros. Siempre lo ha hecho. Ha disfrutado siendo jurado en festivales y ha aprovechado cada vez que estaba en un certamen para ver mucho cine y muchas películas. Entre sus favoritas, deja constancia en estas 400 páginas de memorias, La huida, Taxi Driver, La cocina del infierno, Rocky o Fuga de Alcatraz. Y uno de sus directores admirados es Pedro Almodóvar. Le gusta del manchego que en esa época, los ochenta, no se censurara lo más mínimo, al contrario de lo que sucedía en esa época en Hollywood. Por eso, cuando en el videoclub en el que trabajaba logró ver Matador, fue toda una liberación, sobre todo la escena en la que un personaje se masturba viendo escenas de películas sangrientas. "Era inconcebible que eso pasara", escribe.

"Los espectadores pueden aceptar mi obra o rechazarla. Considerarla buena o mala, o quedarse indiferentes. Pero en mi cine siempre he abordado con actitud temeraria el posible resultado final. Una actitud temeraria que en mí surge de manera natural. O sea, en serio, ¿qué más da? Es solo una película. Pero a la edad adecuada (alrededor de los veinticinco años) y en la época adecuada (los putos años ochenta), la temeridad demostrada por Pedro Almodóvar fue todo un ejemplo".

Y hay más: "Mientras yo veía a mis héroes, los inconformistas del cine estadounidense de los años setenta, capitular ante una nueva manera de trabajar solo por conservar su empleo, la temeridad de Pedro ponía en ridículo las calculadas concesiones de todos ellos. Mis sueños cinematográficos siempre incluían una reacción cómica a lo desagradable. De manera análoga a la conexión que se establecía en las películas de Almodóvar entre lo desagradable y lo sensual. Sentado en un cine de arte y ensayo de Beverly Hills, viendo en una pared gigante aquellas imágenes parpadeantes en 35 mm de vívidos colores y apasionantemente provocadoras –una demostración de que podía haber algo excitante en la violencia–, me convencí de que existía un lugar para mí y mis violentas ensoñaciones en la filmoteca moderna".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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