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El pinball en España: de superpotencia a objeto de coleccionistas

Txus Algora, un aficionado mallorquín, recopila con material gráfico la evolución de este entretenimiento en el libro '¡Bola Extra!' (Dolmen Editorial)

"¡Bola Extra! La historia del pinball en España", de Txus Algora (Dolmen Editorial)

"¡Bola Extra! La historia del pinball en España", de Txus Algora (Dolmen Editorial)

Madrid

"En los años 80, que era cuando empecé a jugar con 25 pesetas, te daban cinco partidas", confiesa Txus. Ese era el número de oportunidades que tenía este aficionado para conseguir la máxima puntuación. Su pasión viene de lejos, de cuando se gastaba la paga en jugar a este entretenimiento que alcanzó cotas de popularidad en los años sesenta y ochenta con su presencia en los recreativos y bares.

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Ahora plasma todas sus inquietudes en el libro '¡Bola Extra!' después de haber realizado una recopilación ingente de datos y material gráfico, con pósteres e imágenes de modelos de máquinas de pinball. Txus Algora con la publicación del libro ha culminado el trabajo que lleva realizando durante años en el blog 'Pinball con Ñ', donde ha documentado con archivos de empresas; instituciones y hasta colecciones de particulares, cómo evolucionó el papel del pinball en la cultura popular.

Txus apunta que "la partida extra era lo mejor, y la bola extra un sucedáneo". Este juego requería de mucha habilidad para saber dar el golpe justo y que no saliera falta. De hecho, los españoles no han figurado nunca muy arriba en los ránkings de mejores jugadores, pero sí que lo han hecho en los de mejores fabricantes. España se convirtió en "una superpotencia en la fabricación de pinball", explica el coleccionista. Durante años fue el segundo fabricante por detrás de Estados Unidos.

"Se dice que al haber bases americanas en España fueron ellos los que lo popularizaron, aunque también otros adjudican el interés a una secuencia de la película 'Trapecio' de Burt Lancaster que se estrenó en los 50 donde aparecía una máquina de pinball", reflexiona el mallorquín sobre su proliferación en España. El pinball estuvo prohibido durante la Segunda República porque se consideraba máquina de azar, porque no tenían aletas (los flippers) y el jugador no influía en la partida. Según Txus, después de la Guerra Civil estaban prohibidas las importaciones y "los españoles empiezan a fabricarlos después de que el gobierno franquista los autorizara". Incluso apunta que la "empresa Maresa estaba muy relacionada con la familia Franco y llegó a tener ministros franquistas como accionistas".

Con la llegada de la democracia se despenalizaron los juegos de azar, las tragaperras, y eso contra todo pronóstico llevó al declive de las máquinas de pinball. En la época de los videojuegos, los streamers y las redes sociales se han convertido en un objeto de coleccionista que ya no aúna el interés de los más jóvenes. Ni el interés ni el bolsillo, su precio está por encima de los 600 euros. Muy lejos de las "80.000 pesetas" con las que Txus compró su primera máquina.

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