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Tamerlán, el conquistador de las estepas

El fundador de Samarcanda aniquiló al 5% de la población mundial en el siglo XIV (unos 17 millones de habitantes) y dejó un rastro de terror y sangre que va desde Siberia al Mediterráneo

Un retrato de Tamerlán, el conquistador tártaro / GETTY IMAGES

Sus enemigos fueron, entre otros, el imperio otomano, las hordas mongolas y la China de la dinastía Ming. Ante tamaño desafío, Tamerlán, héroe nacional de lo que hoy es Uzbekistán (donde está enterrado), se sintió orgulloso de sus hazañas. Nacido en el seno de una modesta familia, Timur -también conocido como Gran Tamerlán- fue subiendo en el escalafón de mando de las tribus nómadas hasta autoproclamarse sucesor de su idolatrado Gengis Kan. Sin embargo, nunca llegó a utilizar el título de kan. Se hacía llamar “Espada del Islam” y allí donde llevaba el horror de sus masacres también llevaba la cultura y la sofisticación.

Escritores de la talla de Christopher Marlowe, Edgar Allan Poe, Borges, Marco Denevi y compositores como Händel se rindieron ante la figura casi legendaria de Tamerlán. Su estrategia bélica quedó patente en batallas como la que sirvió para conquistar Delhi en diciembre del año 1398. Para defender la ciudad, el sultán indio puso en juego a elefantes de guerra cubiertos de cota de malla. Tamerlán contratacó colocando heno en los lomos de sus camellos, le prendió fuego y azuzó a los animales para que se lanzaran contra los elefantes. El resultado fue una estampida de los paquidermos y Delhi al final fue saqueada y reducida a cenizas.

Tras cada conquista, se dice que Tamerlán perdonaba la vida a los sabios, artesanos, poetas, canteros y arquitectos, que eran enviados de inmediato a Samarcanda para engrandecerla con nuevas construcciones. También tuvo un harén con las mujeres e hijas de los rivales que iba derrotando, hasta acumular 18 esposas e innumerables concubinas. Pretendía propagar la semilla de la dinastía timúrida a imagen y semejanza de lo que hizo Gengis Kan. El resultado fueron 34 hijos varones y cerca de un centenar de nietos, que dilapidaron sus conquistas en apenas un siglo.

En 1392 Timur toma la ciudad de Bagdad derrotando al sultán Ahmad Jalayur y toda la población fue decapitada. Con sus cabezas erigieron minaretes para las mezquitas de la ciudad. Algo parecido hizo con la ciudad de Isfahán cuando asesinó en un acto de rebeldía al recaudador de impuestos timurí: Tamerlán ordenó construir 28 pirámides ante la ciudad con las cabezas de los 70.000 habitantes de la misma. En "Embajada a Tamerlán", de Ruy González de Clavijo, el embajador castellano describe sus palacios, sus riquezas y sus espeluznantes pirámides de cráneos. De cualquier manera, no es tan sólo destrucción lo que dejó este caudillo mongol para la historia. Su legado principal también fue artístico. 

En cuanto a la supuesta maldición que protege el eterno descanso de Tamerlán en el mausoleo de Gur-e Amir, destacar que la fecha de su exhumación (22 de junio de 1941) coincide con el comienzo de la Operación Barbarroja de Hitler para conquistar la Unión Soviética. ¿Casualidad?

 
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