Otra vez la banca

El negocio de la banca es de los más simples que existen. Consiste en tomar dinero barato y prestarlo caro. Usted hace un depósito de 100 euros y le pagan un interés del 2% (ni lo sueñe, es sólo un ejemplo); de esos 100, el banco usa 50 para prestarlos al, digamos, 8%. Ya está. No es física cuántica ni fabricar cohetes.

Y, sin embargo, con bastante frecuencia hay que rescatar algún banco. El último, el Crédit Suisse. Fíjense, un banco suizo. ¿Cómo consiguen los banqueros que vaya mal un negocio tan sencillo? Pues prestando a lo loco por pura codicia. Si concede muchos préstamos el balance luce bonito, el accionista cobra dividendo y los directivos se suben aún más el sueldo.

¿Qué pasa cuando los deudores no pueden devolver el préstamo? Un recurso es estafar a los clientes, como hicieron muchos bancos y cajas españoles con las llamadas preferentes. Otro recurso consiste en despedir empleados, cerrar oficinas y despreciar al cliente que no se maneja con internet. Si estas opciones no funcionan, tranquilos, porque ahí acude al rescate el sufrido contribuyente.

En teoría, los bancos españoles aún nos deben más de 50.000 millones de euros por el rescate de la pasada crisis. En la práctica, esa pasta ya no la veremos más. Parece mentira que, llevando un negocio tan tonto, los banqueros sean tan listos.

No, no echen todavía la mano al bolsillo. Por ahora ningún banco español lanza señales de alarma. Supongo que con los 50.000 millones que les pasamos hace una década y con los 20.850 millones que ganaron el año pasado, récord histórico, tienen para ir tirando una temporada.

El poeta y dramaturgo Bertolt Brecht, que era marxista, todo hay que decirlo, tenía una mala opinión de los bancos. En una de sus obras, “La ópera de tres centavos”, se preguntaba qué es más delictivo, si atracar un banco o fundar uno. La cuestión es delicada. Depende. Yo creo que si el atracador tirotea al personal, decapita al encargado e incendia el edificio, tiene más delito que el fundador del banco.